ENTONADAS DICCIONES

Entonadas dicciones

Por: Ariel Carrizo Pacheco

Introducción:

Sin lugar a dudas, la música es una de las disciplinas artísticas más democráticas; no por ser practicada masivamente –puesto que el auténtico talento creativo musical, al igual que en cualquier otro arte, le está reservado sólo a minoritarios elegidos en la profundidad del tiempo– sino por ser preferida, aunque sea parcialmente en la particularidad del género afín a cada gusto, por todas las sensibilidades existentes. Es más, sin tornarme exorbitado, diría que imaginar a esta vida privada de la música, es entrever una quimérica imposibilidad que incluso sobrepasa los egocéntricos límites  humanos.

Es natural mantenerse siempre con el oído atento y accesible a las buenas melodías y armonizaciones ejecutadas o no –no se dan obligatoriamente las coincidencias– por los buenos intérpretes. Más allá de que es habitual sentir cierta debilidad por determinados géneros, lo real es que quienes amamos la música no podemos ni queremos hacer discriminaciones: una obra genial, es y continuará siendo así por encima del ritmo característico que la etiquete. Después de todo, casi cualquier tema puede –sin desvirtuar su esencia– ser ejecutado en otros géneros por más alejados que estén del ritmo originariamente establecido por su compositor.

La poesía es la disciplina literaria por excelencia. Su brevedad requiere de una precisión milimétrica que no siempre puede manejarse con feliz criterio. Dentro de las Bellas Artes, la poesía reluce como representante cabal y originaria de todas las ramas literarias; es decir, sobrepasa los lineamientos verseados, para representar majestuosamente los géneros que forman la insustituible órbita de las letras conexas.

Sin necesidad de entrar en vericuetos gramaticales, reglas de métrica y demás construcciones afines que escapan al sentido de este abreviado ensayo, me limitaré a decir que la poesía actualmente (utilizando el término “actual” en su más amplio sentido añoso) es una de las ramas artísticas más decaídas en cuanto a sostén de miradas se refiere. Ese relegado destino no alcanza del todo a los creadores, que pese a la escasa demanda de lectores continúan produciendo sus obras motivados por lo único que debe encender el espíritu de los verdaderos artistas: la satisfacción de expresarse lo mejor que puedan dentro del modo que mejor les siente.

También es importante señalar que desde los medievales tiempos de los trovadores, gracias al acompañamiento musical que la convierte en canción, la expresión poética suele alcanzar una difusión mucho más amplia y directa que la obtenida mediante el impreso papel.

La poesía es un arte que no puede aprenderse si antes no se lleva entre los espiralados vapores del alma.

Notas y letras

Separada de un texto, en el proceso compositivo, la música es intuición. Parte de una idea de estado anímico (exaltado, alegre, calmo, triste, neutro, mixto…). Esa idea es posible que sea traducida mediante una expresión literaria. El ánimo es conceptual, aunque a veces no logre ser definido desde la exactitud justa proveniente de las palabras. Cuando la literatura se queda corta en su expresividad, la música puede asistirla, y viceversa. Músicas y letras se complementan magníficamente. No es casual que el habla y la escritura posean una musicalidad natural, y la música una correlación íntima con las palabras, ya sea porque se hace sobre versos preexistentes –amoldándose a ellos e interpretándolos– o porque su arranque provenga de un consciente o irreflexivo orden de base conceptual anímica, que implica todo un trasfondo psico-literario, desbordante de frases razonadas que lo justifican.

El compositor, antes que hacer melodías, aprende a comunicarse a través del habla primero, y mediante la escritura después, con las cadencias de la entonación que ello implica. Tiene tan incorporado en su mente esa facultad expresiva común, que cuando se dispone a componer (expresión extraordinaria) sin texto alguno como basamento, igualmente se sostiene de esa musicalidad derivada de las letras, más allá de que al crear tararee, ejecute un instrumento, intercale de tanto en tanto vocablos cantados o solamente silbe.

Cualquier frase puede ser elevada desde su corriente musicalidad natural a la melódica creación; todo texto puede ser musicalizado (aún los hechos en prosa, aunque con menor suerte estética), y al revés: toda melodía puede ser revestida en palabras. A una obra musical es factible adaptarle un texto o miles a medida. Todos esos escritos tendrían la misma entonación si los pronunciásemos en un tono neutro. Obviemos lo que significan y los sentimientos que puedan despertarnos. Claro que si lo que se busca es realizar una canción completa (música y letra), los versos que se hagan sobre una melodía previa serán adecuados si se ajustan anímicamente a ella. Pero ahora no analizaremos los significados de las palabras, sino las naturales líneas melódicas que ellas conforman. Parámetros según los cuales estos ejemplos poseen la misma música como trasfondo de lo hablado:

– TODA FRASE TRASUNTA MELODÍAS

   (TO – DA – FRA – SE – TRA – SUN – TA – ME – LO – DÍ – AS)

– ESTA LETRA QUE CANTO ES CONOCIDA

   (ES – TA – LE – TRA – QUE – CAN – TO – ES – CO – NO – CI – DA)

Cada sílaba equivale a una nota musical. Extendiendo la duración de alguna, elevando el tono a piacere, redondeando más las terminaciones, acentuando o  debilitando el contenido, se pueden conseguir variadas melodías que le quepan a medida.

De cualquier composición musical puede extraerse su interna tonalidad literaria (o natural), siempre implícita, aunque no posea letra que la acompañe. Sólo hay que adosarle sílabas y pronunciarlas luego como se hace en el habla neutra, respetando la velocidad y silencios de la melodía examinada.

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