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El Perrito Guauguau


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2014  •  4.247 Palabras (17 Páginas)  •  192 Visitas

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Teoría y praxis de un sueño: La Revolución Rusa.

Es algo común afirmar que la revolución rusa fue el acontecimiento más importante del siglo XX, e incluso para algunos autores, uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad. Porque este hecho no sólo cambio el curso de las relaciones sociales del país más extenso del mundo, sino que resulta imprescindible para comprender la evolución del siglo pasado en el que estuvimos inmersos. La suerte de la República de los Soviets no puede ser separada de la suerte de la revolución mundial. Nadie puso a disposición del hombre siglos ni décadas para usar sin control.

Pero particularmente, la importancia de la revolución rusa no sólo se reduce a este hecho, sino también a qué inauguró una nueva época para la humanidad, la de las revoluciones socialistas, como fueron la revolución china de 1945-49, la revolución cubana, etc. Todos estos procesos revolucionarios, con mayor o menor grado de éxito, intentaron terminar con la llamada explotación del hombre por el hombre y superar la eterna división de la sociedad humana en clases sociales antagónicas, como preconizaba Marx.

La Revolución Rusa fue una revolución social al transformar las estructuras económicas y sociales, y por ende, las políticas e ideológicas. Pero, ¿qué es una revolución? El concepto moderno de revolución no se limita exclusivamente al acto en sí en que una clase social, dirigida por un partido disconforme con el régimen existente, o sea revolucionario, toma el poder político y desplaza a la clase dominante. Esta situación sólo constituyó una de las condiciones para la transformación social: la toma del poder político y la difícil tarea de organizarlo y ejecutarlo, para intentar cumplir con las expectativas creadas y con la cruda realidad que los rodeaba.

En el Prólogo de su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky señala que una situación revolucionaria se reconoce por dos factores: la intervención de las masas en los acontecimientos históricos y la inusitada rapidez en que se desarrollan estos acontecimientos, conformando una situación de cambios violentos y repentinos. Pero se debe agregar otro factor: la polarización social, llevada al extremo. En una situación revolucionaria, esta polarización se materializa en un masivo apoyo social a las posiciones políticas más radicales, que representaron la vía más rápida de solución a sus demandas, pero que no tomaron en cuenta la realidad de los medios.

Furet, quiere hacernos creer que las posturas de Gorbachov o Yeltsin representarían algo así como una postrera autocrítica de los líderes revolucionarios, y para ello escribe: “El fin de la Revolución rusa, o la desaparición del Imperio soviético, deja al descubierto una tabla rasa sin relación con lo que habían dejado el fin de la Revolución francesa o la caída del imperio napoleónico (...) Lenin (...) no deja ninguna herencia. La revolución de Octubre cierra su trayectoria no con una derrota en el campo de batalla, sino liquidando por sí misma todo lo que se hizo en su nombre”

Personalmente el balance lo percibo en forma distinta, comenzando por ignorar los lugares comunes (tanto los de derecha como los de izquierda). Identificar el impulso emancipador que gestó el poder soviético, exige realizar un balance riguroso, con la convicción de que la revolución rusa no debe ser considerada sólo como un hecho ocurrido en tales o cuales circunstancias, sino más bien como un experimento planificado de la clase obrera y las organizaciones revolucionarias. Por otro lado, se considera necesario referirse al estalinismo y el llamado "socialismo real", porque también de los desastres cabe sacar conclusiones. La convicción socialista no se sustenta en la idea de ineluctabilidad, pues no se estimó que el camino hacia ese objetivo estaba predeterminado por alguna fuerza que no sea la misma acción de los hombres. Asumiendo pues que "la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos", para proyectar este combate hacia el siglo que viene resulta imprescindible sacar todas las lecciones de lo vivido en la centuria que ya acabó.

La revolución del siglo en "el siglo de las revoluciones".

La zaga de la revolución, el poder de los soviets, la industrialización de la URSS, la conformación del "campo socialista" y su vertiginosa caída suelen ser considerados como momentos diversos de un mismo impulso histórico. Así, Eric Hobsbawm escribe: “Cómo hay que explicar el siglo XX corto, es decir, los años transcurridos desde el estallido de la primera guerra mundial hasta el hundimiento de la URSS, que, como podemos apreciar retrospectivamente, constituyen un período histórico coherente que acaba de concluir?”.

También se habla de "la primera revolución socialista triunfante", dando por sentado que fijó el camino que habrían seguido -con más o menos desviaciones- las revoluciones que vinieron luego. A diferencia de ese punto de vista tan generalizado, se enfatizará lo que hizo de ella una experiencia única e inacabada y llamar la atención sobre una paradoja notable: la Revolución que marcó el siglo XX y contribuyó directa e indirectamente a hacer del mismo "un siglo de revoluciones", no tuvo en un sentido estricto continuidad.

Lo anterior se comprende mejor de otra manera. Hubo muchas y muy diversas revoluciones (sea cual fuere el alcance que asignemos al término) y algunas se proclamaron continuadoras de la gesta de Octubre. Pero en ninguna de ellas, como sí ocurriera en la Rusia del 17, la estrategia de los dirigentes y el protagonismo genuino de los obreros y campesinos convergieron para fusionar, en un mismo movimiento, al alzamiento revolucionario contra el desacreditado y odiado viejo orden, la tumultuosa autodeterminación de las masas y la voluntad de construir con los restantes pueblos de Europa y la Tierra, un mundo nuevo: la revolución socialista. Sin embargo la llamada revolución mundial, no logró propagarse por todo el mundo como era su objetivo primero y esencial; en cambio se quedó replegada a Europa Oriental y a determinados lugares que aún subsisten, como la China comunista y Cuba pero que tampoco fueron inmunes a cambios necesarios para poder lograr sus objetivos. No se debe olvidar que las condiciones mundiales no fueron las adecuadas en el momento que se produjo este proceso revolucionario, quizás porque precisamente no era el momento, ni la sociedad y el lugar idóneo.

Lo mismo se puede decir del internacionalismo teórico y práctico del nuevo poder, o de su apasionado debate alrededor de ideas, proyectos y acciones revolucionarias. Esa combinación levantó en millones de obreros y campesinos oprimidos de todo el globo

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