El mundo sonoro

Ensayo – El mundo sonoro

La música, como elemento primigenio, ha sido la eterna compañera del ser humano. Desde la gestación nos vemos acompañados por los ritmos biológicos de nuestra propia madre, de manera innata, nuestro oído revela su papel esencial diferenciando la sinfonía de voces a nuestro alrededor. Dramático resulta, que lo primero en ser producido y escuchado al nacer sea nuestro propio llanto, quizá es el preludio a una vida inefable y descobijada fuera del vientre materno.

Cierto es, que hoy en día vivimos en un mundo caótico y estrepitoso, donde el cúmulo de sonidos cotidianos, especialmente en las ciudades, se condensa hasta el punto de ensordecer nuestro sentido auditivo. Existimos en un mundo donde es más fácil conocer el último éxito musical que los ecos de la naturaleza, desconectándonos por completo de nuestro entorno primario. Sorprendente resulta el hecho de que en los albores de la humanidad las producciones artísticas se desarrollaban a la par de nuestro quehacer primitivo de satisfacción de las necesidades básicas, y quizá es justamente esto último lo que catalizó en el ser humano una faceta creadora, ya que al tener cubiertos los aspectos vitales de la existencia, quedaba tiempo para nutrir el alma y los sentidos a través de la música.

En la actualidad es muy fácil relegar a un segundo plano el papel de la música en nuestras vidas, casi como un soundtrack de fondo en la ajetreada cotidianeidad, sin embargo, basta una mirada rápida al devenir histórico del hombre, para darse cuenta que la música ha sido el hilo conductor de nuestro desarrollo, es tan trascendental su presencia que podemos entender e inclusive estudiar cada cultura que ha existido, a través de su manufactura musical.

Definitivamente hoy no somos los mismos que aquellos primeros hombres, cuyo ímpetu los llevó a recorrer y colonizar el globo, de la misma manera, nuestros cerebros han ido cambiando con el paso del tiempo, reorganizando las funciones cognitivas para los retos del día a día. No obstante, una prueba filogénica de nuestra íntima relación con la música se muestra en los recientes estudios que constatan la respuesta neuronal ante diferentes estímulos musicales. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos podido apreciar cómo una canción mueve ciertas fibras sensoriales, mismas que determinan el canon de nuestras emociones, y más recientemente se ha estudiado su relevancia para el proceso del aprendizaje sirviendo la música como un puente entre hemisferios cerebrales para propiciar diversos entramados sinápticos.

Entender la realidad en que vivimos ha sido fundamental para el hombre, y para todo aquello que escapa de nuestra comprensión, siempre añadimos un elemento hipotético, expectante de ser comprobado. Es así como en la actualidad, para explicar la naturaleza de todo lo que nos rodea, hemos llegado a combinar música y física, para concebir: la teoría de cuerdas. Sin ahondar en particularidades, dicha teoría explica el origen de materia y energía como un mismo elemento cuyas vibraciones determinan su comportamiento. Pensar en el universo como una melodía magistral perfectamente armónica cuyos diferentes ritmos crean nuestra realidad es entender que somos parte de una pieza perfecta, cuya partitura divina da origen al principio y al fin.

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