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La Decisión Mas Difícil


Enviado por   •  8 de Octubre de 2012  •  425 Palabras (2 Páginas)  •  360 Visitas

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Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que era bueno, generoso y

amoroso. Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus

enemigos, que era malos, mezquinos y odiosos. Mataba a dragones y rescataba a damiselas en apuros.

Cuando en el asunto de la caballería había crisis, tenía la mala costumbre de rescatar damiselas incluso

cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas,

otras tantas se mostraban furiosas con el caballero. Él lo aceptaba con filosofía. Después de todo, no se puede

contentar a todo el mundo.

Nuestro caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan brillantes que la gente del

pueblo juraba no haber visto el sol salir en el norte o ponerse en el este cuando el caballero partía a la batalla.

Y partía a la batalla con bastante frecuencia. Ante la mera mención de una cruzada, el caballero se ponía la

armadura entusiasmado, montaba su caballo y cabalgaba en cualquier dirección. Su entusiasmo era tal que a

veces partía en varias direcciones a la vez, lo cual no es nada fácil.

Durante años, el caballero es esforzó en ser el número uno del reino. Siempre había otra batalla que ganar,

otro dragón que matar y otra damisela que rescatar.

El caballero tenía una mujer fiel y bastante tolerante, Julieta, que escribía hermosos poemas, decía cosas

inteligentes y tenía debilidad por el vino. También tenía un hijo de cabellos dorados, Cristóbal, al que esperaba

ver algún día, convertido en un valiente caballero.

Julieta y Cristóbal veían poco al caballero porque, cuando no estaba luchando en una batalla, matando

dragones o rescatando damiselas, estaba ocupado probándose su armadura y admirando su brillo. Con el

tiempo, el caballero se enamoró hasta tal punto de su armadura que se la empezó a poner para cenar y, a

menudo, para dormir. Después de un tiempo, ya no se tomaba la molestia de quitársela para nada. Poco a

poco, su familia fue olvidando qué aspecto tenía sin ella.

Ocasionalmente, Cristóbal le preguntaba

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