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La religión y la religiosidad

laloepeEnsayo23 de Febrero de 2014

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En los barrios Florencia, Santander y parte del Doce de Octubre, mi barrio, la familia Echavarría Misas vendió lotes de su propiedad que después serían legalizados. Los Echavarría eran de los ricos de la Medellín tradicional. Otra cosa a saber es que si bien no hubo una presencia de Estado, esto tampoco es completamente certero, pues la ciudad tradicional se preocupó en crear redes de energía para los nuevos barrios, pavimentar las vías principales y se construyeron escuelas, insuficientes, pero se hicieron. Por su lado, la Iglesia hizo presencia activa entre los recién llegados con barrios en los cuales se cuenta el nombre de numerosos sacerdotes como fundadores. En los diseños improvisados de los nuevos barrios, se destinaba siempre un espacio para una Iglesia y para una escuela. La violencia somos nosotros. Sí. Como la somos todos en Colombia, todos los que se olvidan del drama del campesinado, de su marginación y de su explotación. Las comunas no fueron fundadas por Medellín: ellas son una fundación del campo colombiano a las puertas de la ciudad indiferente, para recordarle en dónde estamos. En Colombia la ciudad no va al campo: el campo tiene que venir a las ciudades a hacerlas feas para que vean que existimos. Respecto del campesinado dice "No hay plaga mayor sobre el planeta que el campesino colombiano, no hay alimaña más dañina, más mala. Parir y pedir, matar y morir, tal su miserable sino" (LVS 84). Obviamente no creo que sea eso lo que literalmente el autor piensa del campesinado colombiano. Por mi parte, revela la conciencia de lo que la gente de la ciudad, la de Medellín, Bogotá, Cali, Barranquilla, México, Buenos Aires, Lima… piensan del campesinado, especialmente de aquel que se atreve a explorar las ciudades en búsqueda de El Dorado, como mis propios padres campesinos decidieron hace ya décadas en la idea de que en Medellín todo será mejor, como aquella canción de Luis Advis: "Vamos mujer, partamos a la ciudad. Todo será distinto, no hay que dudar. No hay que dudar, confía, ya vas a ver, porque en Iquique todos van a entender..." Es lo mismo hoy y seguirá siendo lo mismo hasta que en un país como Colombia no existan las mismas oportunidades para todos y la tierra sea propiedad de la gente y no de unos que ni siquiera viven en Colombia.

La religión y la religiosidad

El título del libro parte de un elemento del devocionario católico no sólo importante en Colombia sino en todo el mundo católico: la devoción a María Auxilio de los cristianos, llamada en la obra "la Virgen de los sicarios" debido a la devoción que estos le tienen. Esto es patéticamente real y válido de ser denunciado de esa manera.

Pero los sicarios de Medallo no son devotos sólo de María Auxiliadora: también del Señor Caído, de San Judas Tadeo, de los ángeles, de la Virgen del Carmelo y de tantos íconos de la religiosidad popular. Pablo Escobar era devoto del Divino Niño de Atocha.

Ahora que nadie venga a decir que esto es producto de la perversión de la Iglesia Católica, porque lo he visto igual de vivo en otras partes del mundo: los muchachos (otra vez los muchachos) palestinos musulmanes, atacando en nombre de Dios; los matones camboyanos, heredes de la violencia de la guerra y de los jemeres rojos, tatuándose espléndidas imágenes de Buda y de Visnú en el pecho y en la espalda para que las balas no entren. Tampoco es nuevo al mundo católico y Medellín en ello no es pionera de la religiosidad del crimen: ¿Quiénes más católicos que los mafiosos italianos?

Tiene que ver también con ese concepto de religiosidad popular sobre el que mucho se escribe. La religiosidad popular y la religión tienen la misma cosa que la división vallejesca entre Medellín y Medallo. La religión es la de abajo, la del valle, la bien trazada y con autoridades bien delineadas. La religiosidad popular es la de arriba de la montaña,

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