Naranja Mecanica
merybesco24 de Junio de 2014
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Muy célebre es el comienzo de “La Naranja Mecánica”, cuando Kubrick nos introduce al mundo que habrá de mostrarnos. Observamos un zoom out desde el ojo de Alex, el protagonista, quien tiene en uno de sus ojos una enorme pestaña postiza. Este zoom nos indica precisamente eso: la mirada subjetiva y algo bizarra del personaje, cuyo adorno -la pestaña- puede interpretarse como su visión propia y única del universo que le rodea. Observamos también que se encuentra rodeado de un grupo de “compañeros”, todos vestidos de blanco, dato curioso al tratarse de “delincuentes”, siendo que el color blanco está universalmente relacionado con la pureza. Y valga decir que estos personajes nada tienen de puros. Este dato se confirma al ver que beben leche, pero una leche con algún tipo de estimulante. Como sabemos la leche, aparte de ser blanca, está considerada como el alimento puro y maternal por excelencia. Esto nos quiere decir, desde ya, que el mundo que Kubrick nos presentará en su obra nada tiene que ver con las apariencias, es decir, que las cosas no son como se ven, postulando una especie de doble estándar que más adelante se evidenciará con mayor fuerza. Incluso, me atrevería a afirmar que precisamente el doble estándar es uno de los temas con mayor presencia en la película.
Los personajes extraen este líquido de unas estatuas femeninas, precisamente de sus pechos, lo que nos adentra aún más en la dimensión de lujuria que nos quiere mostrar el director.
La mirada de estos personajes, en especial la de Alex, tiene mucho que decir: es una mirada profunda, extremadamente pensante y atractiva, cuya evolución será parte importante dentro de la historia y, en especial, del personaje principal.
Tenemos luego el brutal y cobarde ataque al ebrio anciano dentro de un túnel, un moderno túnel que parece ser extraído de un mundo futurista. Aquí tenemos otra contradicción: en una sociedad aparentemente ultra moderna, aún quedan extractos de marginalidad: tenemos a un pobre viejo borracho que simplemente no calza en el mundo desarrollado, mal que se repite “aquí y en la quebrá del ají”. Cabe preguntarse si es realmente posible un completo desarrollo, y si dicho desarrollo al que tanto aspiramos va en beneficio de todos o, simplemente, para algunos, lo que confirma que estamos en una sociedad “no apta” para todas las personas, en donde no todos tienen el privilegio de pertenecer de manera digna y justa.
Cuando este anciano es atacado por el grupo, desde ya notamos que éstos cometen su fechorías de manera bastante especial, entonando viejas canciones que nos confirman el alto grado de locura de estos jóvenes. El ataque nada tiene que ver con dinero, sólo es atacar por atacar, hacer daño por hacer daño, sin tomar en cuenta la debilidad de la víctima, de la imposibilidad de defensa que posee este anciano. Pero a los jóvenes no les importa. Con sus jocosos gorros y sus delicados movimientos, casi de ballet clásico, los jóvenes se deleitan con el sufrimiento de su víctima.
Posteriormente, se nos presenta otra contradicción. En un gigantesco teatro, o algo así, el grupo de “drugos” (palabra explícitamente relacionada con la droga), ve como una pandilla rival ataca salvajemente, al igual que ellos al anciano, a una hermosa joven. Ya la tienen desnuda y maniatada y se disponen a ultrajarla. Pero esto les parece mal a los “drugos” quienes, más que ir en su defensa, buscan el enfrentamiento con la banda enemiga con el afán de “marcar territorio”.
Aquí observamos una maravillosa escena de pelea: nuevamente tenemos que los protagonistas se enfrentan en una batalla armónica, como danzando, pero con un salvajismo bastante particular, casi un goce sexual al luchar con la banda enemiga.
Los “drugos” han ganado y continuarán su travesía hacia los extremos.
Mientras van conduciendo a toda velocidad su pequeño auto por una carretera, atropellando a seres indefensos como un pobre ciclista, volvemos a detener la atención en la mirada de Alex: su sed de destrucción aumenta cada vez más y nada parecerá detenerlo. Mientras más fechorías comete, más se excita, más crece el deseo de Alex por hacer daño.
Cuando el grupo de maleantes llega a la casa que posteriormente atacarán, lo hacen con un cinismo espectacular: Alex demuestra que es todo un caballero, psicópata, pero un caballero a fin de cuentas. Sus gustos son refinados y hasta los crímenes los comete con elegancia. Esto nos hace reflexionar que, en un mundo donde supuestamente está todo, algo pasa que algunos deciden simplemente salirse de toda regla. Son los jóvenes que buscan algo más, y que lo encuentran en actos despiadados. Sin duda es un retrato bastante triste de la juventud.
Vemos un hogar moderno y burgués. Un reflejo de lo que aspira la sociedad. La mujer que atiende a Alex, que cae generosamente en la trampa de los jóvenes, está vestida de rojo. Podemos interpretar que es aquel rojo, aquel sexy traje, el que alimenta aún más la sed de lujuria de los malhechores.
Nuevamente el ataque de Alex y sus secuaces estará acompañado por disfraces jocosos: aquellas máscaras con narices largas nos vuelven a demostrar que esto no es más que una diversión para ellos. Es su pasatiempo, y apara llevarlo a cabo qué mejor que hacerlo de la manera más “entretenida” posible.
El escritor dueño de casa, un viejo malhumorado concentrado en su literatura, se siente horrorizado al contemplar el salvaje ataque de los jóvenes a su señora, mientras es salvajemente golpeado y obligado a contemplar el ultraje de su esposa.
Esta escena, acompañada del canto de Alex, quien interpreta “Singin'in the Rain”, posee tal fuerza que ya se ha convertido en un verdadero clásico del Cine. La mezcla que se produce entre el brutal ataque y el canto armónico de Alex nuevamente nos induce a un estado paradójico, en donde volvemos a adentrarnos en un mundo de doble estándar, y donde confirmamos la locura de los jóvenes, especialmente del protagonista.
Después de haber hecho lo que han querido, los jóvenes vuelven a su bar. Ahora apreciamos qué tipo de personas lo frecuentan: elegantes personajes vestidos de gala rodeados de formas femeninas que nos invitan a la lujuria y, por qué no decirlo, a un mundo hecho por y para el hombre, donde la mujer encuentra su lugar como simple objeto sexual.
Los individuos del bar, con sus elegantes vestimentas, nos hacen pensar en el cinismo de esta “alta sociedad”, consumida absolutamente por el placer y la lujuria.
En esta escena. Alex comienza a tener las primeras discrepancias con sus secuaces, quienes le reprochan su excesiva manipulación hacia ellos. Con su varilla los “domina” y les demuestra quién manda. Claro que después nos daremos cuenta que el autoritarismo ejercido por Alex hacia sus compañeros se convertirá en un arma de doble filo.
Posteriormente, nos adentramos en la morada de Alex, en el hogar que comparte con sus padres. Nos damos cuenta que es hijo único, y que por lo mismo sus progenitores lo tratan consentidamente.
En su habitación, confirmamos el carácter culto y burgués del protagonista: vemos un gigantesco cuadro de Beethoven, con una mirada profunda que alumbra el cuarto. Aquí nos damos cuenta de la naturaleza humana de Alex, quien al deleitarse con la música del compositor nos demuestra que es una persona con sentimientos. Este detalle es importante, pues luego nos daremos cuenta que, en el fondo, Alex es realmente la víctima de la historia. Lo mismo la mascota que posee, su boa: el cariño que Alex siente hacia ella confirma la misma tesis anterior, su profunda pero escondida humanidad.
Los padres de Alex parecen absolutamente pasivos antes sus acciones, sabiendo que ha delinquido y sigue delinquiendo, pero auto negándoselo (típico caso). Por lo mismo, la complacencia de los padres será fundamental en la construcción de su personaje: tenemos el típico caso de un “niño mimado” por sus padres, quienes no le prestan la suficiente atención. Sus padres son el reflejo de una sociedad ciega ante las crecientes necesidades de la juventud en estos tiempos. Alex lo tiene todo pero algo le falta, y esa falta es precisamente resuelta mediante sus brutales
A la mañana siguiente, una especie de tutor llega a despertar a Alex. Este personaje, notablemente más represivo que los padres, no demuestra preocupación por el joven, sino más bien por las barbaridades que hace. Es el “alguacil” de su vida, quien en vez de intentar ayudarlo, sólo lo amenaza. Cuando agarra sus genitales con fuerza, demuestra la represión que puede ejercer sobre Alex -el uso de la fuerza por sobre la razón-, haciendo que Alex asienta pero, sin duda, no que tome realmente tome en serio las amenazas. Es la reacción natural hacia la fuerza: en el momento ceder, pero una vez que desaparece, se vuelve al mismo estado. En otras palabras, de nada sirve que la fuerza predomine sobre la razón. Sólo sirve para engendrar más odio y violencia, tal como sucede con Alex, quien a pesar de recibir castigos continúa con lu locura, cada vez más macabra.
Después vemos que Alex va a una tienda a satisfacer dos deseos: adquirir música nueva y buscar mujeres para saciar su apetito sexual. Ambas cosas las consigue y con una elegancia brillante. Con los vendedores nos damos cuenta que Alex es un experto en la música docta, mientras saluda galantemente a no una sino que a dos bellas jóvenes damas. Alex las seduce con su música, con su encanto innato. Ellas caen rendidas a sus pies. Tenemos aquí claros
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