ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Inglaterra- Olombiac


Enviado por   •  11 de Octubre de 2012  •  10.726 Palabras (43 Páginas)  •  370 Visitas

Página 1 de 43

La historia de Inglaterra

Desde las playas francesas de Calais se divisan con claridad las blancas costas de Dover, como una permanente tentación para el invasor procedente del Continente. Pero no siempre estuvo Inglaterra aislada por la estrecha y poco profunda lámina de agua del Canal de la Mancha. Hubo un tiempo, en que los animales y, tal vez, los primeros pobladores llegaron por tierra hasta la lejana Thulé, y se piensa que las aguas del Támesis se unían, en un solo cauce, con las del Rin antes de desembocar en el Mar del Norte.

Muy distinta hubiera sido la Historia de las Islas Británicas si la pendiente del suelo inglés hacia el Continente hubiese sido contraria, ofreciendo al invasor las abruptos acantilados y las colinas del Este en lugar de las suaves y accesibles playas del Oeste. Otra hubiera sido Inglaterra de no haber recibido las influencias latinas y teutónicas que han conformado el peculiar estilo de sus habitantes, tan diferente del francés o germánico.

Su situación geográfica, puente hacia Norteamérica, y su flota, le permitieron mantener una libertad interior muy superior a la de las naciones continentales, así como crear y mantener un imperio que alcanzó gran parte de las tierras del mundo.

La huella del hombre en Britania, a pesar de las presiones glaciares, se remonta al Paleolítico Superior. Las primeras páginas de la historia inglesa están cubiertas de alfabetos indescriptibles, de monumentos megalíticos ("mega", grande; "litos", piedra) y prehistóricos, entre los que destacan los enterramientos colectivos en forma de pequeñas colinas. En el último período de la Edad de Piedra existió una importante cultura; las concentraciones megalíticas de Avebury, el templo de Stonehenge, la fortificación de Maiden y otras edificaciones como las del poblado de Skare Bree, confirman la existencia de colectivos humanos numerosos, unidos por una acción común y bajo una autoridad aceptada. Muchos de esos primitivos lugares sagrados fueron objeto de cultos posteriores. Los esqueletos con cráneo alargado o redondo, encontrados en los enterramientos colectivos, hace suponer que desde los Iberos existió una civilización angloeuropea bastante homogénea, como , muchos siglos después, lo fue la cristiandad.

Desde el Neolítico, 3000 años a.C., y tras la última recesión glaciar, diversos pueblos fueron asentándose en las verdes islas de suaves brumas. La más temprana, procedente de la Francia atlántica y de España, se estableció a lo largo de la parte occidental de la isla. La segunda oleada, de individuos neolíticos bálticos y la Alta Silesia, que practicaban la agricultura, ocuparon las llanuras sudorientales; pero la de mayor trascendencia histórica fue la de los pueblos de origen alpino, comúnmente denominados Celtas, que aparecieron en la isla a partir del siglo V a.C.. Más tarde se sucedieron las invasiones de los Romanos; de los Anglos, Jutos y Sajones; de los Daneses (Vikingos); y finalmente la de los Normandos, allá por los siglos IX y X. Con la invasión de los Normandos se consolida el Estado en Inglaterra.

Los Celtas

Los celtas fueron tribus pastoriles y guerreras con un notable grado de civilización técnica y cultural y procedían de los valles del Danubio. Dominaban la elaboración de los metales, incluida la del hierro y trabajaban los campos con el arado; poseían una unidad lingüística y obedecían a una clase dirigente constituida por sacerdotes, los Druidas, que eran una especie de santones parecidos a los brahmanes de la india; su "Sancta Santorum" fue la isla Nona (Anglessey) y los más afamados instruían incluso a gentes procedentes de la Galia, creando escuela. Creían en la Metempsicosis, "...la muerte es una mudanza y los muertos constituyen una reserva disponible de almas preparadas para la reencarnación". Fundamentaban su religión en el culto a la naturaleza. Adoraban al Roble y creían que el hombre emergía de los infiernos en forma de árbol, al que rendían culto como a una divinidad benéfica dispensadora de vida; para ellos, los árboles, eran el signo tangible, por su periódico retornar, de la fecundidad de la tierra; cortar sus ramas en Primavera y cubrir con ellas las casas suponía atraer al lugar la fuerza vivificante del espíritu arbóreo. La liturgia celta se basaba en ritos relacionados con los ciclos de los vegetales, con el ritmo de las cosechas y la acción del sol. Como en otras razas de origen ario, se mantenía viva la creencia en el espíritu del trigo; al final de la cosecha se procuraba matar dicho espíritu, con el fin de que su muerte resultara fecunda par la siguiente cosecha. En nuestros días, el vestigio más evidente de aquellos ritos es el Mumming Play, así como el May Day conmemora el nacimiento de la Primavera, y el May Pole el culto al árbol, que hoy simboliza un alto palo, pintado de colores, que es encintado por los participantes que giran danzando a su alrededor durante la celebración de la popular fiesta.

Los escritores griegos describían a los celtas como una raza de alta estatura, cuerpo linfático, piel blanca y cabello rubio. Un pueblo que gustaba de guerrear, incluso entre sus diversos clanes. Hacían modelo de su raza pintándose al pastel el rostro y el cuerpo y decolorándose el cabello. Los romanos llamaron "Picty" (hombres pintados) a las tribus de Escocia, refugio celta inexpugnable tras la invasión romana y anglosajona.

Los celtas se asentaron en las islas en dos oleadas: la primera, la de los goideles o gaeles, dio su lengua a Irlanda y a las tierras altas de Escocia, y la segunda fue la formada por los Prythones (bretones) de igual lengua que los bretones y galos franceses. Ambas lenguas desaparecieron tras las invasiones germánicas, conservándose algunas voces domésticas, salvadas por las mujeres que se unieron a los conquistadores. "avon", río y "ox", agua son raíces célticas y hay otras palabras como "cradle", cuna. "London", en latín Lundinium, es un nombre de origen celta parecido al de la localidad francesa Londiniers. Por su parte los escoceses reimportaron "clan", "plaid", "kilt", y los irlandeses "shamrock", "log", "gag" y "slogan" que significa grito de guerra. En cuanto a la voz "Prython" (bretón) que significa "país de los hombres tatuados", se debe al expedicionario griego Pytheas (año 325 a.C.) que bautizó las islas con el nombre de "Pretannicas", denominación que se ha conservado casi intacta con el paso de los siglos. Los bretones que Pytheas conoció, en su expedición por el Atlántico, cuyas mareas descubrió, bebían una mezcla de grano fermentado y miel y comerciaban con el estaño en los puertos galeses del Continente, comercio que justificó la acuñación de monedas de oro que llevaban grabada la imagen del dios Apolo, confirmación del origen mediterráneo de la civilización celta.

Por testimonio de Julio Cesar, conocemos que cada tribu y poblado se dividía en dos bandos que elegían sus representantes para la defensa de sus respectivos intereses. Los celtas difícilmente hubieran sido dominados si sus permanentes reyertas no les hubiera hecho especialmente vulnerables. La familia y el clan eran la unidad social y es fácil comprobar como ha sobrevivido ese esquema social en las sociedades de influencia celta, incluso en aquellas naciones de fuerte inmigración irlandesa.

Los clanes tenían pasión por diferenciarse, entre ellos, mediante emblemas y blasones de gran colorido que se han mantenido con el correr de los tiempos; la profusión de colorines escoceses son una buena muestra de ello. La tradición agrícola del pueblo inglés es, en gran medida, de influencia germánica, pues originalmente, los celtas, fueron más propensos a la caza, a la pesca y a la ganadería. En el País de Gales, significado reducto celta, los poblados se trasladaban, hasta la Edad Media, en función de sus necesidades de caza, pesca y pastos, y de sus cultivos, cuando lo requería el descanso de la tierra tras varias cosechas.

Los celtas de las islas, peor armados que los de las galias, combatían de forma similar a la de los guerreros homéricos. La infantería era transportada en carros hasta el lugar de la batalla, en lugar de hacerlo a lomos de la caballería, y allí echaban pie a tierra.

Los celtas aportaron a la literatura y la música el sentido oriental de lo mágico y lo misterioso y una concepción dramática de la vida. Tras su derrota por los romanos, como seres inteligentes y dúctiles, supieron imitar las costumbres romanas en las zonas de ocupación. En la formación de la Inglaterra moderna, los elementos célticos, preservados durante siglos en el Norte (Escocia) y en el Oeste (Gales e Irlanda), han tenido especial incidencia en la Historia moderna de las islas, siendo numerosas las personalidades de origen escocés, galés e irlandés que han destacado al frente de los gobiernos de Su Majestad y de los ejércitos ingleses. Igualmente son muchas las tradiciones de origen celta que se mantienen vivas en Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia y Gales) e Irlanda.

La conquista romana

Julio Cesar, una vez conquistadas las galias, necesitaba obtener victorias con las que deslumbrar a Roma; la verde isla Pretannica se convirtió, por esto, en el objetivo natural. A finales del verano del año 55 a.C. inició una expedición con dos legiones, pero los bretones advertidos, y aunque el arte militar romano era muy superior al celta, rechazaron la invasión en las playas de Dover, haciendo fracasar el desembarco. Poco después llevó a cabo una segunda expedición de mayor éxito pero que no se tradujo en importantes beneficios, pues en el año 52 a.C. los britones dejaron de pagar los impuestos a Roma. Sin embargo, Julio Cesar trató de convertir sus expediciones en un éxito político ante el senado romano, pero los senadores hicieron todo tipo de bromas sobre la pretendida victoria. La invasión de las islas quedó así olvidada, hasta que casi un siglo después, en el año 43 d.C., el meticuloso emperador Claudio envió cuatro legiones y la caballería; cerca de 50.000 irrumpieron en la isla y solo los galeses y los escoceses impidieron la invasión total. Los britones ofrecieron feroz resistencia durante 50 años. Entre los años 77 y 84 , el gobernador romano Cneo Julio Agrícola realizó una intensa labor de pacificación y romanización y llevo las fronteras hasta los Highlands de Escocia. Pero los brigantes y pictios escoceses rompían una y otra vez las fronteras adentrándose hacia el sur, llegando en una ocasión a realizar una incursión que causó la aniquilación de la IX legión. Los emperadores Adriano y Antonino Pio, siguiendo la política iniciada por Diocleciano, hicieron levantar una gran muralla fortificada como protección del territorio conquistado. El Wallum Hadriani se extiende todavía, de Este a Oeste, desde el Wallsend hasta Bownes on Solvay, con un recorrido de 117 km.; catorce fuertes con guarnición, unidos por la muralla, completaban la pétrea y eficaz defensa romana.

Diocleciano dividió el poder en Britania en tres autoridades, un gobernador, el comandante en jefe "Dux Britania" y el conde de la costa sajona que dependía del prefecto de las galias y no del gobernador.

Las ocupaciones romanas respondían siempre al mismo esquema, construcción de fortificaciones y calzadas para rápidos desplazamientos de tropas y mercancías. La invasión solo alteró superficialmente las costumbres celtas a pesar de predominio político, de la extensión del latín y de la difusión que el cristianismo tuvo a partir del siglo II. Los celtas se acostumbraron al nuevo estilo de vida, la política de Roma se basaba en el respeto de la mayor parte de las tradiciones e instituciones locales de los pueblos sometidos, "no era la expansión de una raza sino de una cultura". Los hijos de los legionarios con las nativas vivían en las afueras de los campamentos y fortificaciones y terminaban alistándose en el ejército llegada la edad. ¿Quién hubiera reconocido al bárbaro galo en este elegante romano de cabellos rubios y blanca tez?.

Para Roma, Britania fue una colonia de explotación que fue beneficiosa para el pueblo sometido. Se introdujo la noción de urbanismo y el mortero en las construcciones. Se levantaron ciudades, villas, termas, instalaciones hidráulicas y alcantarillas. La mayoría de las ciudades, hoy terminadas en "cester" y "chester" fueron en un principio campamentos romanos (chester= castro = campamento). Londres "Lundinium" fue la encrucijada de las calzadas que se construyeron en todas direcciones, de ahí el rápido crecimiento de la ciudad. Se construyeron las primeras iglesias, pequeños edificios cuadrados rodeados de una galería (Bath y Colchester). Se importaron obras de arte del imperio y la cerámica se convirtió en una industria especializada.

Muchos celtas eran bilingües, el latín era la lengua culta y el dialecto céltico la lengua de la masa popular. Los romanos aniquilaron a los druidas e identificaron con Marte al dios Tetantés. Por su parte, el cristianismo tuvo escasa penetración y en el siglo III estaba reducido a una pequeña y mísera diócesis que no pudo pagar el viaje al Continente de su obispo Restitutus para asistir al sínodo de Arlés.

La desaparición casi total de la cultura grecorromana en Inglaterra fue un hecho sorprendente y de difícil explicación. Las palabras inglesas de origen latino son escasas, apenas pueden citarse otras que "Cesar"; street (estrata=vía); "mile", del mille romano; "wall" del Vallum romano.

La invasión anglosajona

Desde el siglo el siglo III, la Inglaterra romana venía sufriendo serias incursiones de los sajones que desvastaban las poblaciones costeras del Oeste antes de ser rechazadas. A finales del siglo IV, la mayor parte de las legiones habían partido hacia el Continente para reforzar la defensa de un imperio que daba sus últimas boqueadas en su parte occidental. Incluso cuando Estilicón pidió refuerzos para defender Roma de los ataques de Vándalos y Borgoñeses las legiones que acudieron estaban formadas en gran proporción por soldados celtas. Ante la progresiva falta de protección en que se iba encontrando la isla, a principios del siglo V, Britania fue invadida por los Pictios y Escotos del norte. Los Bretones , ante la avalancha, pidieron auxilio a los sajones del Continente, que una vez repelieron la agresión, y ante la debilidad que observaron en la defensa interna, convirtieron el auxilio inicial en una invasión en toda regla. Los Anglos y los Jutos también se sumaron a esta aventura e invadieron Britania.

Los Sajones, procedentes de la región que se extiende entre el Elba y el Rin, se establecieron en la parte meridional del Támesis, en lo que serían más tarde los reinos de Wessex (Oeste), Essex (Este) y Sussex (Sur).

Los Anglos procedían del territorio comprendido entre el Elba y la península de Jutlandia y se asentaron al norte de Essex (reino de East Anglia) en la región entre los ríos Humber y Firth of Forth ( reino de Northumbria) y también en la zona central al este de Gales (reino de Mercia).

Los Jutos, menos numerosos y procedentes de Jutlandia se instalaron en Kent y en la isla de Wight (reino de Kent).

Todos estos pueblos eran politeístas, hablaban la misma lengua y usaban las mismas armas. En el siglo VII, los siete reinos mencionados se había consolidado gracias a las frecuentes alianzas entre miembros de las distintas familias que habitaban cada región

De todas formas la conquista no fue fácil pues los britones/celtas opusieron durante mucho tiempo gran resistencia a la invasión; de esa época procede la leyenda del Rey Arturo que narra las gestas de Arturo y sus caballeros contra la invasión anglosajona. Los bretones no sometidos se refugiaron en las colinas del Oeste y serán sus descendientes los que junto a Irlandeses y Escoceses propaguen el cristianismo que bajo la dominación romana ya se había extendido, a finales del siglo IV, de Irlanda a Escocia por obra de San Columbano, enviado de la iglesia irlandesa. Los celtas también encontraron refugio en el Continente, estableciéndose en la Bretaña francesa, "La pequeña Britannia".

Los sajones eran hombres de temperamento vehemente "...de grandes cuerpos, tez blanca con grandes ojos azules y cabello rubio rojizo...". Sus mujeres eran castas y los matrimonios puros. Hombres serios y leales, cuya principal afición era la guerra. Los nativos huían de los poblados ante su sola proximidad, pero los sajones, después del saqueo no querían habitar, por superstición, las ciudades conquistadas y construían sus viviendas en sus afueras. Se asentaban en comunidades de diez a treinta familias gobernadas por el "Thane", autoridad también encargada de recoger los impuestos. Entre estas comunidades se iban tejiendo alianzas que daban origen a unidades políticas más grandes que llegaron a configurar los siete reinos citados y más tarde el reino de Inglaterra.

El Witan era el consejo de sabios que decidía la sucesión al trono en cada reino, siempre entre los miembros de una misma familia, pero el título de rey no era siempre hereditario.

Los reinos se dividían en "shires", de ahí el nombre de condados actuales como Yorkshire, Wilshire, Oxforshire, etc. que coinciden en extensión con los reinos de entonces. El "shire" se componía de "hundreds" o grupos de cien familias a cuyo frente estaba un "sheriff" o representante del rey; los "hundreds", a su vez, se descomponían en "tuns" (towns) o aldeas. Como es fácil entender, esta organización social se fue consolidando con el paso de los siglos.

La justicia era ejercida por una asamblea "El Tribunal del Shire". A cada hombre se le asignaba un valor económico. Cantidad que era recibida por él o su familia en caso de accidente o muerte (el principio asegurador había nacido). Este valor o cantidad era la misma que el asegurado debía pagar al rey en caso de tener que rescatar su vida. El precio de un noble era seis veces el de un hombre libre y su juramento también tenía seis veces más valor. Hecho de extrema importancia a la hora de resolver los pleitos en los que cada una de las partes en litigio debía aportar testigos que decidían el juicio en función del número de juramentos aportados por cada parte. A falta de testigos los encausados eran sometidos a curiosas pruebas, como las del agua y el fuego. La del agua consistía en sumergir al juzgado, si el cuerpo se hundía a plomo significaba culpabilidad. La del fuego suponía aplicar un hierro candente en la mano o el cuerpo del acusado, si la herida sanaba en pocas días el hombre era absuelto.

Los anglosajones siempre conservaron la predilección por resolver sus diferencias mediante las asambleas o comités locales, lejos de recurrir a las burocracias centrales; esta costumbre les salvó a lo largo de la historia de inútiles reyertas desintegradoras e incluso de guerras civiles.

La religión

Los sajones que invadieron Inglaterra tenían sus dioses. Thor, Odín, Freya, etc. que dieron nombre a los días de la semana, Thursday, Friday, vivían en el Walhalla, donde las Valkirias, vírgenes guerreras, transportaban los muertos en combate para introducirles en una nueva vida sobrenatural llena de placeres. Al principio se resistieron tercamente al cristianismo que ya se había extendido por el Continente. San Agustín, enviado por el Papa Gregorio el Grande que se sirvió de los monjes benedictinos para la conversión de Britania, fue el evangelizador que consiguió la conversión de Ethelberto de Kent (560-616) que fue el primer rey cristiano y santo sajón.

La táctica empleada para la evangelización de Inglaterra se basaba en "...no se sube a saltos a la cima de la montaña, sino poco a poco, paso a paso". Se utilizaron los templos paganos, cambiando reliquias e iconos, y la catequesis comenzó por impartirse en primer lugar a las clases altas. Agustín y cuarenta monjes se instalaron en Canterbury, capital del condado de Kent, y, desde entonces, sede oficial de la Iglesia Romana en Bretaña; y Agustín recibió poderes del Papa para nombrar obispos. La relación entre los bretones cristianos y los nuevos católicos romanos se hicieron cada vez más tirantes, hasta que los primeros rompieron su relación con Roma. Los primeros evangelizaban a las clases bajas y los segundos a las altas, prestando especial atención a las mujeres. Y así quedaron las cosas hasta que en el siglo VIII, Oswy, rey de Northumbria convertido al cristianismo por los Bretones cristianos, consiguió de nuevo la unificación de los ritos y toda Inglaterra formó parte de la Iglesia Romana.

Desde la conversión de Ethelberto, el condado de Kent detentó una clara hegemonía política sobre los demás reinos, pero fue el rey Egberto (802-839) quien logró imponerse, convirtiéndose en el primer soberano inglés, precursor de la actual Isabel II. Pero esta situación se vio pronto amenazada por la masiva invasión Danesa.

La literatura sajona

Su mejor representación es el Beowulf, adaptación a la ideología cristiana de la epopeya nórdica, que fue realizada por un monje inglés. La obra ha sido comparada con la Iliada de Homero, donde Hércules asume el papel de Aquiles, un Hércules que tiene mucho que ver con el Sigfrido teutón. Tanto en los poemas anglosajones como en los homéricos están representadas las edades heroicas, aquellas épocas en las que el hombre se hace más independiente de los clanes y familias. Las pasiones individuales prevalecen sobre las políticas y el héroe es un ser valeroso, fiel a unos ideales y capaz de realizar insólitas hazañas. Un tipo de personaje que da paso, entre los siglos X y XIII, a la figura del "Caballero".

Las invasiones danesas.

Las tribus paganas de Suecia, Noruega y Dinamarca apenas tuvieron contacto con la civilización romana, pero sin embargo habían visto sufrir a los sajones del Continente la influencia del cristianismo de tiempos de Carlomagno y asumieron que las naciones cristianas eran sus enemigos naturales. Esta fue una de las causas de las invasiones nórdicas que las naciones cristianas continentales venían sufriendo desde la caída del Imperio Romano, especialmente por parte de suecos y noruegos. Los Vikingos daneses comenzaron a invadir las islas británicas en el siglo VIII. Primero cayó Irlanda y después lo hicieron Northumbria, Mercia y Wessex. Durante los siglos IX y X se entabló una permanente lucha entre ingleses y daneses por el predominio en el resto de los reinos y, en cierta medida, también en los territorios ya conquistados.

Los Daneses, aunque bárbaros, tenían leyes, dominaban la artesanía y disfrutaban de cierto desarrollo literario. Dominaban el mar a pesar de sus embarcaciones de poco calado y envergadura y eran grandes y temibles guerreros; sus relucientes y eficaces cotas de malla, el casco de acero y el excelente dominio del hacha de guerra, potenciaban su valor en la batalla. El inmediato efecto de las invasiones danesas sobre los anglosajones fue la creación de un ejército profesional, como mucho antes, desde la caída del Imperio Romano, había ocurrido en otras naciones continentales.

A los soldados profesionales se les pagaba mediante la concesión de tierras y el oficio militar se convirtió en la profesión de una clase a la que los demás respetaban por suponerles protección permanente. Hasta entonces, todos los hombres debían defender sus territorios y las armas eran parte del ajuar familiar. La modernización del armamento fue también fundamental para la constitución del ejército profesional, ya que su coste no estaba al alcance de los que por todo equipamiento de guerra habían dispuesto de arco, flechas y espada. Como en el resto de Europa, la creación del ejército conllevó, como una necesidad, la aparición del feudalismo ya que el estado central no era lo suficientemente fuerte; aquel "ninguna tierra sin su señor" dio paso a un radical giro de la organización social. Por otro lado, las invasiones danesas hicieron disminuir drásticamente los enfrentamientos entre los reinos anglosajones y aunque el reinado de Egbert de Wessex se vio seriamente comprometido la oposición generalizada al invasor dio más tarde sus frutos.

Los reyes anglosajones sabían hacer de su nobleza una aristocracia de servicio más que de nacimiento. El rey sajón no era un rey absoluto, ni la monarquía era hereditaria. El Witan, consejo de sabios, decidía con él o por él y el rey no era nada sin sus "Thanes", ni ellos sin él. La imagen del soberano justo, celebrando consejo para el bien de todos, era una imagen sólidamente impresa en los súbditos, y así ha quedado grabada en el espíritu inglés. Reyes providenciales, como Alfredo el Grande (871-899), han ido surgiendo a lo largo de la historia inglesa, cada vez que la institución parecía palidecer o los acontecimientos adversos lo requerían, reyes, como Eduardo I, Enrique VII o la reina Victoria, entre otros, fueron un buen ejemplo en la positiva historia de la monarquía inglesa.

Alfredo el Grande (871-899), hijo del rey Aethelwulf, fue un rey casi legendario; educado en el fragor de los combates con los daneses, decían de él: "...tiene la energía de los de salud quebradiza que quieren ser fuertes". Alfredo se distinguió en la lucha contra el danés; el Witan lo eligió rey y después de sus primeros fracasos, en la lucha contra los invasores, se refugió en la Isla de Athelney. En esta isla se encontró enterrado, en el siglo XVIII, el famoso "Joyel de Alfredo", pieza de incalculable valor que hoy se exhibe en el museo de Oxford. Alfredo consiguió reunir un ejército entre los campesinos y llegó a acorralar a los daneses, consiguiendo su rendición. Guthrum, el rey danés, y veintinueve de sus jefes recibieron bautismo cristiano. A partir de entonces, los daneses quedaron dueños del Este y del Norte y Alfredo reinó al sur de la frontera entre Wessex y Danelaw.

Sin la tenacidad de este hombre el destino de Inglaterra no hubiera sido el mismo; transformó el ejército, la justicia y la educación; creó una flota, fortificó ciudades y fundó grandes escuelas para los hijos de los nobles y de los hombres libres y ricos. Tradujo, el mismo, varias obras del latín, para poner la cultura al alcance de todos, y de su reinado proceden las primeras crónicas anglosajonas, en las que , a partir de entonces, quedaron reflejados los principales acontecimientos del reino. Logró liberar Wessex, Sussex y Kent, a oeste del río Lee, gracias a la firma del tratado de Wedmore, tras la derrota danesa de Edington (878). Sus sucesores conquistaron Marcia y Northumbria, y el rey Athelstan (925-940) volvió a ser rey de todas las Bretañas. Durante el largo intervalo de paz, se pudo reorganizar la cultura monástica, desmantelada por los daneses, y se produjo un gradual desarrollo de las tradiciones carolingias, influencia que se advierte en muchas iglesias, por el uso de la pilastra estriada y las ventanas abocinadas. En la pintura, el rápido desarrollo del realismo se prolongó hasta la edad media. Manuscritos y paramentos de altares fueron ejemplo para escultores, que trasladaron a sus bajorrelieves las figuras bizantinas de salterios y el motivo de los ángeles en los basamentos. Muchos de los trabajos realizados en aquella época son buena muestra de la estrecha relación entre artistas ingleses y alemanes y del gradual acercamiento a formas naturales en el arte.

Pero la paz se vio interrumpida de nuevo. Un mal rey, Ethelred, tuvo que empezar a ceder ante la progresiva presión invasora de los daneses. A la muerte de su hijo y heredero, Edmundo de Ironside, el Witan decidió nombrar rey al hermano del rey de Dinamarca, Knut, un joven de 23 años que reinó como "Canuto el Grande". "Todo el país- dicen las crónicas- eligió a Knut y se sometió de buen grado al hombre, jefe del ejército danés, contra el que había luchado intentando resistir la invasión". Canuto convocó, en 1018, una gran asamblea en la que concilió a ingleses y daneses, jurando respetar las leyes y tradiciones anglosajonas. Fue generoso con la Iglesia y llegó a peregrinar a Roma. Convertido al cristianismo, se volvió tan piadoso que colocó la corona sobre el altar mayor de la catedral de Winchester para demostrar que dios es el único rey. A la muerte de su hermano, el rey de Dinamarca, asumió la corona danesa, conquistó Noruega y llegó a recibir homenaje del rey de Escocia. A la muerte de su sucesor, Canuto Hardknud, en 1042, el Witan, ante la lucha por el trono, devolvió la corona a la dinastía sajona en la figura de Eduardo el Confesor (1042-1066).

Eduardo, educado en Normandía, contrajo matrimonio, a pesar de su voto de castidad, con la hija de Godwin, duque de Normandía. Eduardo se rodeó de consejeros normandos y, entre ellos, eligió a Roberto de Jumieges como Arzobispo de Canterbury. Fue dispensado por el Papa de su voto de peregrinar a Roma a cambio de la construcción de la Abadía de Westminster; construyó en las cercanías su palacio y trasladó la corte desde Londres. Eduardo alcanzó, durante su reinado, una gran popularidad entre el pueblo. Fue el último rey anglosajón antes de la conquista normanda y el pueblo convirtió su memoria en el símbolo de la Inglaterra independiente.

Tras su muerte, Harold II, cuñado de Eduardo, reinó escasos meses, pues Guillermo el Bastardo (más tarde, Guillermo el Conquistador), Duque de Normandía, invadió la isla para asegurar su pretendido derecho al trono, aspiración que hizo realidad tras su victoria en la batalla de Hastings (1066). Esto supuso para los ingleses una gran humillación al pasar a depender de los duques normandos, y, para Harold, supuso el final de su breve reinado y de su vida.

Fragmento del tapiz del siglo XII en el que se detalla la Batalla de Hastings

No obstante, el concepto germánico de monarquía electiva fue conservado, pues el derecho de elección concernía a la nación y, en su nombre, al Witan, consejo de nobles y prelados; aunque, de hecho, la transmisión de la corona se hizo prácticamente hereditaria.

La Casa de Normandía y la Casa de Angevin

Al morir sin herederos Eduardo el Confesor (1066), el conde Harold de Wessex se apoderó del trono de Inglaterra, haciendo caso omiso de la promesa que Eduardo había hecho de nombrar heredero a Guillermo El Bastardo, más tarde El Conquistador, hijo de Roberto II duque de Normandía.

Guillermo decidió combatir la corona a Harold, reclutó un gran ejército, cruzó el Canal de la Mancha y estableció su campamento en Hasting. Pocos días después (14 de Octubre de 1066) obtuvo la victoria total sobre su rival, tras el asedio de Londres. Se hizo coronar rey el día de Navidad de ese año y se impuso a los diversos condes, ejerciendo su autoridad sobre todo el reino. Con la dominación normanda se introdujo la lengua francesa en la isla, sobre todo entre la nobleza y el alto clero, hecho que afectaría al vocabulario y la sintaxis inglesas.

En 1079 perdió ante Felipe de Francia el Ducado de Normandía y el Maine. Fijó sus derechos fiscales con la creación de un registro, el "Domesday Book", que controlaba los derechos de sucesión y los traspasos de propiedades. Como el título de nobleza era inherente a la posesión territorial, casi todos los nobles eran normandos, aunque Guillermo y sus sucesores se cuidaron muy bien de que no tuvieran excesivo poder. Hizo desarmar las ciudades y construyó castillos en Londres, Winchester y otras importantes ciudades y en ellos acuarteló las tropas reales. Guillermo murió en 1087 durante la batalla contra el rey de Francia, Felipe I, por la conquista de la ciudad de Nantes.

Tanto Guillermo el Conquistador como sus sucesores, Guillermo II el Rojo y Enrique I, reforzaron los poderes de la Iglesia con el fin de lograr su apoyo frente a otros aspirantes al trono. Esto se volvió contra el pretendido absolutismo de la corona, pues el papa Pascual II obligo a Enrique I a contentarse con el homenaje de vasallaje de sus feudos. Una vez más la monarquía inglesa, como tantas veces en su historia, tuvo que aceptar el freno de sus súbditos, que una y otra vez impedirían el gobierno absoluto de sus monarcas hasta la declaración, a finales del milenio, de la democracia moderna.

Enrique I, antes de subir al trono tuvo que firmar una "Carta" prometiendo respeto a los bienes de los nobles y la iglesia, precedente histórico de la "Carta Magna" de Juan sin Tierra de 1215.

Sus descendientes Esteban de Blois (1135-1154), último rey de la Casa normanda, y Enrique II (1154-1189), primer rey de la Casa Angevin, se enfrentaron a la Iglesia y a los nobles provocando, el primero, una guerra civil entre la nobleza partidaria del rey y los obispos, y el segundo, un enfrentamiento violento con la Iglesia que culmino con el asesinato de Thomas Beckett, reacio a la supresión de las inmunidades eclesiásticas (Constituciones de Clarendon, 1164).

Así se inició la decadencia de la autoridad real, que se vio agravada: por las revueltas de los hijos de Enrique contra su padre; por los gastos de Ricardo Corazón de León (1189-1199) en la tercera Cruzada, y por las derrotas resultado final fue la concesión de la Carta Magna (1215), que de nuevo ponía límites a la autoridad de la corona y creaba el Parlamento, aunque este no quedara realmente organizado hasta 1265, cuando se incorporaron dos representantes por ciudad a fin de frenar el monopolio que detentaba en solitario la nobleza.

El parlamento quedó dividido en Cámara de los Lores y Cámara de los Comunes, estructura básica que sobrevive en el régimen democrático actual aunque con un equilibrio de poderes bien distinto y un sistema electoral muy diferente del de entonces. Juan sin Tierra fue el ultimo rey de la casa Angevin.

Los Plantagenet

Durante aquel caótico período las relaciones internacionales estuvieron presididas por las constantes guerras con Francia y Escocia, y a pesar de la conquista de Irlanda por Enrique II (1172) y la anexión de Aquitania por su boda con la princesa Leonor, Enrique III, primer rey Plantagenet, sumió al país en la ruina con su ambicioso sueño de dominar Sicilia y Alemania. La nobleza, encabezada por Simón de Monfort, conde de Leicester, limitaron aún más su autoridad, y solo después de la derrota de la nobleza en Evesham pudo recobrar privilegios y retornar a la estructura de la "Carta Magna".

El reino de Escocia, influido por normandos y noruegos, era vasallo de los reyes ingleses y conoció un largo período de paz. Pero a la muerte de su reina, Margarita de Noruega (1286-1290), el rey inglés Eduardo I (1272-1290) arbitró la sucesión a favor de Juan Baliol; éste, empujado por su pueblo, se rebeló. Eduardo invadió Escocia (1296) y desterró a Juan. Hasta su muerte, Eduardo, sofocó todo tipo de insurrección escocesa (William Wallace, recordar la película Brave Heart, fue hecho prisionero y condenado a muerte en 1305), Robert Bruce que se había proclamado rey de Escocia en 1306 se refugió en las montañas y venció en la batalla de Bannock Burn (1314) a Eduardo II (1307-1327), proclamando la independencia de Escocia.

Por otra parte, la larga lucha por la conquista de Gales había concluido (Eduardo I) en 1284, año en que los Estatutos de Gales, dividido en condados, sancionaron el sometimiento del país, creándose el título de "Príncipe de Gales" para el heredero de la corona inglesa.

La Guerra de los Cien Años

Durante el reinado de Eduardo III (1327-1377), se desató con toda virulencia el enfrentamiento con Francia, eterno rival que alimentaba desde hacía tiempo su rencor por los enfrentamientos del pasado y por la dominación inglesa de los corona de Francia a la muerte sin descendencia de Carlos IV (rama de los Capeto).

La guerra duró ciento veinte años y conoció distintas fases. Al principio los ingleses obtuvieron grandes victorias y se anexionaron Calais, el condado de Poiton y se hicieron con la plena soberanía de Aquitania. Pero, pronto, los franceses aprovecharon la intervención de Eduardo, a favor de Pedro el Cruel, en el conflicto interno del reino de Castilla y León y recuperaron los territorios perdidos, excepto Calais, Bayona y Burdeos.

La Casa de Lancaster

A la muerte de Eduardo se produjeron en Inglaterra graves conflictos, y Ricardo II (1377-1399), último rey Plantagenet, incapaz de afrontar la situación sucumbió ante su primo Enrique de Bolingbroke, que bajo el nombre de Enrique IV (1399-1413) inicia los reinados de la Casa de Lancaster.

Enrique pasó su reinado sofocando las revueltas de los nobles y persiguiendo herejes. Enrique V (1413-1422), su hijo, consiguió estabilizar el estado y alcanzó una memorable victoria sobre los franceses en Azincourt (1415), tomó Ruan y se alió con el duque de Borgoña e impuso al rey de Francia, Carlos VI, el Tratado de Troyes (1420) por el que se nombraba sucesor del reino francés a su muerte. Pero su imprevisto abandono de este valle de lágrimas frustró las expectativas inglesas tras las victorias conseguidas.

Un niño de pocos meses subió al trono como Enrique VI (1422-1461), y Carlos VII de Francia, en 1449, aprovechando nuevos desordenes internos en Inglaterra y la incapacidad del joven rey, recuperó Normandía y la Guyana. Los ingleses pensaron que su rey, casado, desde 1445, con la francesa Margarita de Anjou, les había traicionado y apoyaron al duque de York, que logró ser nombrado Lord Protector durante una enfermedad del monarca. El duque se propuso tomar el trono apoyado por las clases medias y los lobardos, secta herética de predicadores ambulantes; esto desembocó en una larga contienda civil.

Los seguidores del duque adoptaron como emblema una rosa blanca y los del rey una rosa roja, por lo que el conflicto fue conocido como la Guerra de las Dos Rosas (1445-1485). El duque, tras sus iniciales victorias, fue finalmente derrotado por las tropas de la reina Margarita y ejecutado en Wakefield (1460).

La Casa de York

El hijo del difunto duque, triunfo sobre las tropas reales en la batalla de Mortimer´s Cross, ocupo Londres, se hizo proclamar rey con el nombre de Eduardo IV (1461-1470 y 1471-1483) y derroto al resto de sus adversarios en Townton, huyendo la reina a Francia. En 1470, Margarita desembarcó en Inglaterra, liberó a Enrique y puso en fuga al usurpador. Pero Eduardo consiguió nuevos aliados y derrotó a sus enemigos en Barnet y en Tewkebury (1471). Aquello fue una matanza y los que no murieron en el campo de batalla fueron después asesinados, incluido Enrique. Solo se salvó, una vez más, la reina que fue rescatada por Luis XI de Francia.

Eduardo sembró el terror durante el resto de su reinado. A su muerte se hizo con el reino su hermano el duque de Gloucester que no dudó en asesinar al pequeño hijo y sucesor de Enrique, Eduardo V (Abril-Junio 1483). Reinó como Ricardo III (1483-1485) pero su crimen revolucionó al país, e incluso el duque de Buckingham, que había apoyado al usurpador, formó parte de una conjura para devolver el trono a Enrique Tudor, conde de Richmond, a quien la reina Margarita, desde Francia, había prometido la mano de su hija Isabel. Pero la conjura de Buckingham fracasó y fue ajusticiado en 1483. Dos años más tarde, Enrique Tudor desembarcaba en Gales y derrotaba al tirano en Bosworth (1485).

La Casa de Tudor

Enrique VII Tudor (1485-1509) no tenía derecho al trono al estar vivo un sobrino de Eduardo IV y, por tanto, al no haberse extinguido la Casa de York, tuvo que resistir los intentos de derrocamiento. Pero Enrique actuó hábilmente estableciendo tratados comerciales con Noruega, los Países Bajos y Florencia. También se acercó a España para asegurar la no intervención de Francia. Concertó el matrimonio de su hijo Arturo con la hija de Fernando el Católico; al morir Arturo, y poco antes de la suya, casó a su segundo hijo, en 1509, con Catalina de Aragón, viuda de Arturo.

Enrique VII fue el primero de una dinastía que dio gran esplendor a Inglaterra. La represión que ejerció sobre la nobleza propició el crecimiento de una burguesía en la que los Tudor se apoyaron, no solo para combatir a otros aspirantes al trono, sino también para enfrentarse con la absorbente Iglesia Católica.

Enrique VIII (1509-1547) entró a formar parte de la Liga Santa contra Luis XII que fue derrotado y obligado a firmar la paz en 1514. Más tarde apoyó a Carlos I de España en su enfrentamiento con el rey francés, Francisco I, que fue derrotado en la batalla de Pavía (1525) y encarcelado en la Torre de los Lujanes, de la madrileña Plaza de la Villa. El encarcelamiento del rey francés supuso el ocaso de la dinastía de los Habsburgo en Europa.

El poder territorial alcanzado por el emperador español le obligó a establecer una alianza con el Papa, con el histórico fin inglés de restablecer el equilibrio de poder en Europa. Pero el repudio de su primera esposa, Catalina, hija del emperador, y su boda con Ana Bolena hizo fracasar la alianza con Roma, dando lugar a la ruptura definitiva con el Papa y a su designación como cabeza de la Iglesia en las islas británicas (Acta de Supremacía de 1534).

Tomas Moro y el cardenal Fisher fueron decapitados por oponerse a esta decisión. En 1536 y tras acusar a Ana Bolena de adulterio, la hizo decapitar y se casó con Jane Seymour que murió de parto un año después. Contrajo matrimonio de conveniencia con Ana de Cleveris que fue repudiada en (1540) al encapricharse con Catalina de Howard, capricho efímero que duró dos años y terminó con la cabeza de Catalina bajo el hacha del verdugo "REAL". Su última esposa, Catalina Parr, consiguió sobrevivirle.

El enfrentamiento de Enrique con la Iglesia Católica le causó graves problemas internos pero el rey consiguió centralizar y unificar el sistema de gobierno. Desarrollo las funciones del parlamento aumentando las atribuciones de las dos cámaras y su poder. Durante su reinado se sentaron las bases de la futura potencia marina y mercantil inglesa. Y en general, a pesar de sus excesos y de haber abierto un cisma religioso interno de nefastas consecuencias sociopolíticas para el futuro de los católicos, fue un rey querido por su pueblo.

Su sucesor, Eduardo VI (1547-1553), al contar con once años de edad, dio lugar a la regencia de su tío Eduardo Seymour. Seymour, duque de Somerset, permitió que los sacerdotes se casaran, prohibió la iconografía en las iglesias y el agua bendita. A la muerte de Eduardo, la proclamación de Juana Grey (Lady Jane), cuyo reinado duró nueve días, no tuvo éxito, pues la mayor parte del país se mantenía fiel a la hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, María.

María I la Católica (1553-1558) contrajo matrimonio con Felipe II de España y se empeñó en la difícil tarea de restablecer el catolicismo. Abolió las normas dictadas por su padre y por Seymour y desencadenó una ola de terror por la persecución y ajusticiamiento de los herejes. Todo esto unido a la pérdida de Calais en la guerra contra Francia, inducida por su esposo, supuso el fin de su reinado y su muerte. La subida al trono de su hermana Isabel (1558-1603), hija de Ana Bolena, abrió la etapa cumbre del esplendor inglés en todos los ámbitos.

Isabel I Tudor

Nació en Greenwich, allá donde el meridiano 0, en 1533. Tuvo una vida difícil antes de subir al trono y durante aquella peligrosa época supo hacer honor a la sentencia de Confucio "Si te llaman acude, sino lo hacen, ocúltate." Isabel había sido declarada hija ilegítima tras la ejecución por adulterio de su madre. Su hermana, María I Tudor, la odiaba cordialmente, y como se había hecho sospechosa de connivencia con los protestantes fue encerrada en la Torre de Londres y obligada a abjurar del protestantismo bajo la amenaza de ser eliminada de la línea sucesoria de la corona. Subió al trono en 1558, a la muerte de María, e inició una política de aislamiento del resto de Europa, que durante muchos siglos fue un peculiar rasgo en el comportamiento inglés. Para paliar las tensiones internas demostró, al principio de su reinado, grandes dotes de pragmatismo diplomático. En 1560 logró expulsar de Escocia a los franceses, al derrotar a la nueva regente, María de Guisa. En 1563 declaró de nuevo vigente la "Carta de Supremacía" y asumió el mando de la iglesia Anglicana. Fue excomulgada en 1570 y se hizo intransigente con su política interna, iniciando la persecución de los sacerdotes católicos por considerarles responsables de entendimiento con España.

Antes de continuar hagamos un pequeño paréntesis para relatar la relación de Isabel con María Estuardo.

Isabel y María Estuardo

En Escocia, desde el principio de la Reforma, existió siempre una abierta oposición. Ya en 1525, el parlamento escocés prohibió la importación de escritos sobre la doctrina de Lutero. Una Escocia protestante habría roto su tradicional alianza con Francia y se habría abierto a Inglaterra, como se pretendió desde la corona inglesa mediante un proyecto de matrimonio entre Eduardo VI y María Estuardo, que reinó en Escocia desde 1542. El cardenal escocés Beaton rompió ese proyecto y envió a la hoguera al caudillo de los reformadores, George Wishart, pero poco después, en 1546, fue asesinado por los fanáticos de la Reforma.

Durante la regencia de María Lorena, la reina viuda, cada día más unida a Francia, se propició el matrimonio de María Estuardo con Francisco II de Francia (1558). La noticia causó un terrible impacto entre los reformadores ingleses que bajo la política de reposición del catolicismo, seguido por María Tudor, se había visto obligados a exiliarse a Escocia. A la muerte de Francisco II, María Estuardo regresó a Escocia y tejió una tupida red de intrigas para hacerse con el trono inglés, de la que ella misma acabó siendo la principal víctima. Isabel fue incomprensiblemente tolerante con ella, pero la mantuvo prisionera durante diecinueve años. En 1578, María fue ajusticiada al ser descubierta una conjura contra la reina amparada por los españoles. Diez años después Isabel culminaría su venganza contra España con la derrota, en 1588, de la Armada Invencible.

El triunfo sobre España logró empalidecer los dolorosos sucesos de los últimos años, como fueron la desaparición de sus más fieles consejeros, las críticas a su política y la condena de su favorito el conde de Essex.

Isabel Tudor supo fundar su autoridad casi absoluta en un perfecto entendimiento con el Parlamento, en un claro compromiso con la iglesia Anglicana y en una política filoprotestante y anticatólica. Los católicos se vieron privados de sus derechos políticos y de otras muchas condiciones de ciudadanía en la Inglaterra protestante.

Durante su reinado se asentaron las bases del dominio ultramarino inglés y se fundó en Virginia (1584) la primera colonia europea de Norteamérica. Cabe destacar su abierto apoyo a los corsarios ingleses, eficaz azote de la armada española, entre los que destacó Sir Francis Drake.

Desde los Estuardo a los Windsor

La Casa Estuardo y la República de Cronwell

Con la reina Isabel se extingue la dinastía Tudor, pues designó como heredero de la corona al hijo de María Estuardo, Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra, modificando las disposiciones de Enrique VIII sobre la exclusión de la sucesión

de la rama escocesa de los Tudor. Aunque el nuevo rey no logró unir Escocia con Inglaterra, encontró apoyo para colonizar el Ulster, la región más próspera de Irlanda del Norte; concertó con dos compañías el privilegio de instalar colonias en Norteamérica e inició la colonización de Terranova.

Aunque durante su reinado reforzó la función del Parlamento, su hijo y sucesor, CarlosI (1625-1649), llegó a gobernar sin él, de forma absoluta, entre 1628 y1640, con la ayuda de Stratford y del arzobispo de Canterbury, Laud. Pero el país se rebeló contra el aumento de impuestos, el "Sheep Money" y se sublevó la Escocia presbiteriana. Se vio forzado a convocar el Parlamento y tras dos constituciones del mismo, la cámara pasó a la ofensiva y decretó la ejecución de Stratford y del arzobispo Laud. El rey fue acusado de ineptitud, tras la sublevación católica de Irlanda, pero este contraataca e intenta detener a los parlamentarios de mayor prestigio, el Parlamento se insubordina y hace huir al rey, que consigue encontrar refugio en Gales.

El enfrentamiento civil entre los realistas, "The Gentry" y el pueblo (burguesía media, agricultores, puritanos, y el pueblo llano) culmina en la batalla de Naseby en la que Cronwell triunfa al mando de del ejército popular. El rey, esta vez, se refugió en Escocia.

Cronwell se niega a seguir las instrucciones del Parlamento, decidido a reponer al rey en el trono y controlar su poder, y depura a los diputados opuestos al ejército. Es este parlamento, mutilado, el que juzga y decide ejecutar al rey, acusado de alta traición al país (30 de Enero de 1649). Poco después se suprime la institución monárquica y la Cámara de los Lores.

Los inicios de la República, que oficialmente se llamó "Common Wealth" (riqueza común - ¡que bonito!) fueron difíciles. Los escoceses había nombrado rey a Jacobo VII (Carlos II de Inglaterra) que se movilizó contra Inglaterra, pero Cronwell logró someter a Escocia, haciendo que Carlos se refugiara en el extranjero. También sofocó los conflictos que habían surgido en Irlanda. Cronwell acabó por disolver el Parlamento, nombró a 139 personas leales para las tareas de gobierno y se hizo nombrar "Lord Protector" con poderes más amplios que el propio rey. Readmitió a los judíos, sin reconocimiento de derechos políticos, que habían sido expulsados en tiempos de EduardoI. Impuso el "Acta de Navegación", por la que se impedía el atraque en puertos ingleses de los buques extranjeros que comerciaran con mercancías que no producían. Con esta medida perjudicó gravemente los intereses de los Países Bajos, favorables a los Estuardo. Estrechó lazos con Francia y se mantuvo en guerra contra España, conquistando Jamaica y Dunquerque.

A la muerte de Cronwell, fue restablecida la monarquía en la persona de Carlos II (1660-1685). Carlos se distinguió por su prudencia política al nombrar también en su gabinete de gobierno a hombres leales a Cronwell y publicando una "Declaración de Indulgencia" en pro de los católicos. A raíz de su alianza con Luis XIV contra Holanda, el Parlamento impuso al rey el "Bill of Test" por el que se impedía a los católicos el desempeño de cargos públicos, hasta el hermano del rey se vio forzado, por ser católico, a renunciar a sus funciones en el gobierno. Más tarde, en 1679, le impusieron el "Habeas Corpus", principio fundamental que no fue formulado en el continente hasta un siglo después. Carlos, irritado por la sistemática reducción de su poder, disolvió la Cámara de los Comunes varias veces y llegó a gobernar sin Parlamento desde 1681 hasta 1684 para lo que tuvo que recurrir a la ayuda económica del rey francés, el "Rey Sol".

Durante los conflictos producidos por las luchas, a favor y en contra, de las prerrogativas reales, aparecieron dos tendencias políticas, embrión de los dos futuros y tradicionales partidos ingleses. Los "Tories", partidarios de las prerrogativas reales y los "Whigs" hostiles al poder real.

A su muerte le sucedió su hermano, el duque de York, Jacobo II (1685-1689), que a pesar del "Bill of Test" que pesaba sobre él, y que en su día le había costado su cargo público en vida de su hermano, protegió a los católicos, que volvieron a ejercer cargos políticos, y sofocó sin miramientos las revueltas en Escocia y Gales.

Ante esta situación los ingleses deseaban la sucesión con impaciencia. Las hijas del rey eran protestantes casadas con protestantes, pero a Jacobo le nació un hijo que fue bautizado en la religión Católica. Los ingleses no toleraron esa posible sucesión y llamaron al trono a la hija mayor del rey, casada con Guillermo de Orange. Guillermo vio en aquello la posibilidad de reforzar su enfrentamiento con Luis XIV y acepto rebelarse contra su suegro. Desembarcó en Inglaterra y entró en Londres en 1688. Jacobo abandonado por todos, huyó a Francia. El Parlamento destituyó al rey y nombró reyes a María II (1689-1694) y a Guillermo III (1689-1702), ya que María se negó a reinar en solitario.

Con ellos se introdujo en el país una nueva dinámica social y política. Se declaró la independencia del poder judicial y la libertad de culto de los protestantes disidentes. Pero la relación con los católicos empeoró. Se arrestó a los jesuitas que ejercían sacerdocio o practicaban la docencia y se declaró que todos los católicos mayores de dieciocho años que no prestaran juramento al "Acta de Supremacía", perderían sus propiedades en beneficio de su pariente protestante más próximo. Esto último dio lugar a un sin fin de injusticias y trapicheos sin precedentes por falsear situaciones y por hacerse con la fortuna de los perseguidos.

Con Guillermo III tuvo lugar un cambio en la política exterior inglesa que tuvo importantes repercusiones durante el reinado de Ana Estuardo. Guillermo había reconocido como rey de España al duque de Anjou, pues Carlos II había muerto, en1700, sin descendencia. Pero Luis XIV, en parte por las ambiciones del Anjou, en parte ante penosa la muerte en el exilio de Jacobo II, su amigo, reconoció a su hijo como heredero del trono inglés. Esto provocó la oposición del Parlamento a cualquier acuerdo con Francia. El conflicto estalló en 1702 y se desarrolló durante el reinado de la reina Ana (1702-1714).

La ocupación, durante su reinado, de Gibraltar por el almirante Rooke (1704) y de Menorca por el almirante Stanhope (1908), hicieron de Inglaterra una potencia mediterránea que fue confirmada por el tratado de Utrech (1715). Mientras, se ampliaba el dominio colonial en América, Nueva Escocia, Terranova, la bahía del Hudson y la Isla San Cristóbal. Suceso importante de este reinado fue la unión de Escocia con Inglaterra (1707) en un solo reino que tomó el nombre de Gran Bretaña. Con la muerte de la reina Ana se extinguió la rama protestante de los Estuardo.

La Casa Hanover

La mediocridad de los primeros reyes Hanover propició la transformación de la monarquía británica en monarquía parlamentaria. Jorge I (1714-1727) llegó a la corte con más de cincuenta años y fueron los Whigs los que hicieron posible su reinado. Como no hablaba inglés, dejó de asistir a las reuniones del gabinete que se hizo responsable ante el Parlamento. Los Whigs se hicieron fuertes en el Parlamento y redujeron a los Tories a la impotencia. La ausencia del rey en los consejos permitió que Walpole gobernara con la confianza de las cámaras pero sin rango de primer ministro, figura que no es reconocida oficialmente hasta el siglo XX. Walpole trabajaba tan hábilmente que daba la impresión de no hacer nada. Mantuvo la paz con Francia, disminuyó los impuestos y se mantuvo en el poder tras la muerte del rey y el nombramiento de su hijo Jorge II (1727-1760), "El mayor holgazán político - decía Walpole - que jamás haya llevado corona".

Después de veinte años de tregua y ante las arengas sobre el honor nacionalista de un joven diputado llamado William Pitt se vio forzado por el Parlamento a entrar en guerra con España que llevaba tiempo impidiendo el contrabando de los barcos ingleses en las colonias. Los hechos culminaron cuando cierto capitán Jenkins contó en la Cámara como había sido abordado su bergantín por los españoles y como le habían cortado la oreja.

"La guerra de la oreja de Jenkins" - bromeaba Walpole - fue difícil por la escasez de recursos. Walpole, enfermo del riñón, agotado y enfrentado con el Parlamento, presentó la dimisión y pasó a la Cámara de los Lores con el título de Lord Oxford. La dinastía había arraigado y el país se había enriquecido, pero una ola de hombres nuevos soñaba con conquistas y con la creación de un imperio.

A la muerte del emperador Carlos VI, su hija, María Teresa de Habsburgo, había heredado todos sus estados (Europa Central, Bélgica e Italia). Federico II de Prusia reclamó Silesia e Inglaterra, unida a los Hanover, tomó partido por Austria, contra Prusia, y Francia, antiaustriaca, se vio enfrentada a Inglaterra. En Mayo de 1744 se declararon la guerra. Carlos Eduardo, nieto de Jacobo II, desembarcó en Escocia y avanzó hacia Londres, con solo seis mil hombres, fue derrotado y tuvo que huir a Francia. Poco después los ingleses fueron derrotados en Fontenoy, y así se prolongaron las guerras entre ambos países, tanto en Europa como en las colonias americanas, entre los años 1740 y 1748. La Paz de Aquisgrán no satisfizo a nadie y los conflictos continuaron entre los colonos de América y de la India.

En 1957, Hanover fue tomado por los franceses y el rey entregó el poder a William Pitt. Pitt consiguió la victoria de Inglaterra en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) y conquistó la colonia francesa más antigua, Canadá (1760), y Lord Glive acabó en Oriente con el poder francés. El resultado de la paz de 1763 supuso el incremento del patrimonio colonial inglés en América, aunque todo ello provocara una grave crisis económica que se quiso paliar exprimiendo aún más a las colonias.

De nuevo se abrió la lucha con españoles, holandeses y franceses y aunque se obtuvieron grandes victorias en el mar, en tierra la derrota fue absoluta. El rey Jorge III (1760-1820) se vio obligado a reconocer en el Tratado de Versalles la independencia de las colonias americanas.

La segunda mitad del siglo XX conoció una positiva evolución hacia formas políticas y religiosas más democráticas. Irlanda consiguió liberarse del sometimiento al ejecutivo inglés y fueron eliminadas muchas de las causas que limitaban la acción política de los católicos irlandeses. El hecho más revolucionario fue el nacimiento del capitalismo que fue propiciado por la acumulación de grandes capitales y la introducción de maquinaria en la fábricas que catapultó la producción. Adam Smith, David Ricardo y Thomas Malthus aportaron la sistematización científica del nuevo "fenómeno".

Con la revolución francesa y la muerte de Luis XVI, la opinión publica inglesa se volvió contra Francia y las guerras se desataron de nuevo. Para Inglaterra mantener el equilibrio europeo era una cuestión de vida o muerte y el advenimiento de Napoleón fue una gran amenaza para este equilibrio. Entre las campañas militares inglesas de aquel largo período bélico cabe distinguir: las victorias navales dirigidas por Nelson, de Cabo San Vicente (1797) contra España, Abukir (1798) contra Francia, Trafalgar (1805) contra la escuadra hispano francesa. Por tierra a cargo de Wellingthon y contra Napoleón: Vimeiro (1808), Talavera (1809), Salamanca (1812), Vitoria (1813) y Waterloo (1815).

Las victorias contra Napoleón dieron a Inglaterra la supremacía política mundial en los albores del siglo XIX y los tratados de Viena (1815) le reconocieron la posesión de Malta, las Islas Jónicas, El Cabo, Islas Malvinas, Ceilán y Hanover. Pitt el Joven consiguió la reunificación de Irlanda e Inglaterra y prometió, en 1801, el derecho de los católicos a ser elegidos como parlamentarios. Pero el rey se opuso a esto último y a que fueran admitidos en el ejército inglés. En 1807 se produjo la abolición de la trata de esclavos, ley que no se extendió a las colonias hasta 1833. Con Jorge IV (1820-1830), mediante el decreto "Catholic Relief Bill" (1829), se introdujo una fórmula de juramento por la que los católicos podían acceder a todo tipo de cargos públicos, excepto los de regente, Lord Canciller y Virrey de Irlanda. También se reconocieron los derechos de los hebreos.

cívicas de Europa, rápidamente acompañada por la Francia posrrevolucionaria. La asignatura pendiente siguió siendo el sistema electoral (Ley de constitución de 1814), aunque se concedió derecho de escaño en el Parlamento a los representantes de poblaciones con más de dos mil habitantes y se amplió el derecho de voto a los ciudadanos que no poseían propiedad territorial. La revolución industrial hizo surgir las "Trade Unions", sindicatos de oficio, que no tomaron fuerza real hasta la llegada de la reina Victoria.

En política exterior se impulsó el reconocimiento de las nacionalidades, se sostuvo el principio de no intervención, es decir, el derecho de los pueblos a procurarse el gobierno que deseen. En esta línea, Grecia (Inglaterra cedió espontáneamente las Islas Jónicas), Italia, Alemania y Hungría lograron resolver su situación de división territorial. A pesar del liberalismo inglés, sobre Irlanda se guardó silencio y Disraeli coronó a la reina Victoria como emperatriz de la India (1876), obtuvo Chipre, fundó Rodesia y ocupó Egipto (1882), Afganistán y otros países de Africa Meridional. Todo un récord del liberalismo inglés.

La reina Victoria (1837-1901)

Nació en 1819, hija de Eduardo, duque de Kent y de Victoria María Luisa de Sajonia. A los dieciocho años sucedió a su tío Guillermo IV. Mujer seria y con gran sentido de la autoridad y de la familia, devolvió el prestigio a la corona y símbolo viviente de los éxitos sociales y económicos obtenidos. Viuda desde 1861, instauró con la ayuda de Disraeli una amplia política imperialista. En el plano religioso fue muy tolerante y como jefe supremo de las iglesias inglesa y escocesa, evitó todo enfrentamiento entre ellas. También protegió a los católicos, eternos perjudicados en la Inglaterra protestante. Murió tras 64 años de reinado como último monarca de la Casa Hanover.

La Casa Windsor

A la reina Victoria le sucedió en el trono Eduardo VII (1901-1910), de la Casa Sajonia -Coburg y Gotha, como único monarca inglés de esta dinastía. Con su muerte, inicia los reinados de la Casa Windsor Jorge V (1910-1936).

Con el fin del siglo XIX, los ingleses comprendieron que su aislamiento era imposible y buscó el acercamiento a Francia, Rusia (Triple Alianza) y también al Japón para defender sus intereses orientales.

En 1914 y a pesar de la oposición de los círculos económicos ingleses, el gobierno se vio forzado a la declaración de guerra para evitar el expansionismo europeo emprendido por Alemania, una vez más el empeño ingles por mantener el equilibrio de los estados europeos. Tras el conflicto bélico el imperio ingles alcanzó la máxima extensión territorial: Africa del Sudoeste, el Africa oriental germánica, parte de Togo y Camerún, las islas alemanas de Oceanía, Mesopotamia (Irak) y Palestina pasaron a depender de la Corona Británica bajo el "compromiso" de ser orientados hacia la independencia.

Se fundó el partido laborista (socialismo marxista) que alcanzó el poder, durante ocho meses, en 1924, y que fue el equivalente político de las Trade Unions. En 1918 se acordó el sufragio universal par todos los hombres y parcialmente para las mujeres. En 1921 se concedió el estatuto de "Dominion", dentro de la Common Wealth, a Irlanda, exceptuando el Ulster que continuó bajo el poder de la Corona. en 1922 se aprobó la independencia de Egipto, quedando, en 1936, restringida la ocupación militar al Canal de Suez. En 1932 se concedió la independencia a Irak, y el Extremo Oriente se abandonó la política filojaponesa en aras de un acercamiento a los Estados Unidos. A la muerte de Jorge V en 1936, sucesor de Eduardo VII, subió al trono Eduardo VIII (Enero - Diciembre de 1936) que abdicó por amor a una divorciada americana, y lo hizo en favor de su hermano Jorge VI (1936-1952), padre de la actual reina Isabel II.

La caída de Etiopía en manos de Italia resquebrajó el prestigio internacional inglés, pero se consideró imposible entablar una guerra por este asunto. Ante la ocupación alemana de Praga (Marzo de 1939), se inició el rearme, y cuando Hitler atacó Polonia, Inglaterra declaró la guerra a la Alemania nazi. Tras la rendición francesa, Inglaterra continuó en solitario la contienda, con éxito desigual, bajo la dirección de Winston Churchil. El ataque alemán a Rusia supuso un respiro, pero el ataque japonés a Estados Unidos afectó a las posesiones inglesas en Extremo Oriente y tuvo graves consecuencias. Londres fue espectador impotente ante las capitulaciones de Hong Kong, de Singapur y de Birmania a pesar del peligro que esto encerraba para la India. Gracias a la ayuda americana en la guerra europea y a la tenaz resistencia rusa contra la invasión alemana, el ejército inglés desempeñó un papel fundamental en la liberación de Francia y la rendición de Alemania. Terminada la guerra se entró en una etapa de austeridad, de la mano del nuevo gobierno laborista y el reino se vio forzado a conceder la independencia de la India (1947), Ceilán, y Birmania (1948).

El Reino Unido (1950-1975)

Desde que en 1948 se estrecharan los lazos con el Benelux y con la OTAN siempre ejerció una función moderadora solo debilitada en 1956, bajo el ministerio de Eden (1955-1957), cuando, de acuerdo con Francia, ocupó el Canal De Suez. Macmillan (1957-1963) impulsó la función descolonizadora y Malasia, Ghana, Chipre, Nigeria, Tanganica, Uganda y Kenia adquirieron su independencia; descolonización que continuó en otros muchos países con el premier Douglas Home (1963-1964). De esta forma el imperio quedó reducido a la presidencia de una confederación económica "The Common Wealth" y el reino se orientó hacia Europa. Su entrada en la Comunidad Europea se produjo en 1973 con Edward Heath (conservador) en el poder. Harold Wilson, laborista, recuperó las riendas del gobierno en 1974 y en él se mantuvo hasta ( ) con la victoria de los conservadores de Margaret Tacher que gobernaron hasta que en 1997 se produjo la victoria laborista de Anthony Blair, siempre bajo el largo reinado de Isabel II, hasta hoy el último monarca de la Casa Windsor, la exsuegra de Lady Di.

Y así es la resumida historia de una de las más largas tradiciones políticas que han existido en nuestro mundo, la de la monarquía inglesa, la de Inglaterra. Una nación ejemplar en la lucha por las libertades y por el equilibrio entre el poder y el pueblo.

Ubicación geográfica-tamaño-limite

...

Descargar como  txt (65.2 Kb)  
Leer 42 páginas más »
txt