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LAIZZES FAIRE


Enviado por   •  9 de Marzo de 2015  •  2.370 Palabras (10 Páginas)  •  291 Visitas

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Capítulo I

En el libro Laissez Faire, escrito por John Keynes, se plantea que la siguiente tesis: La disposición hacia los asuntos públicos como INDIVIDUALISMO Y LAISSEZ-FAIRE, tomó su alimento de muchas y diversas corrientes de pensamiento e impulsos sentimentales. (Final del Laissez Faire, pag. 1). Este libro comienza con una contextualización, situándose al final del siglo XVIII, cuando el derecho divino de los reyes cedió su lugar a la libertad natural y al contrato, el cual le otorgaba derechos al individuo; así mismo lo hizo la iglesia, la cual cedió al principio de tolerancia y la opinión de que era sólo es una sociedad voluntaria de hombres libres. La nueva ética que surgió, elevó al individuo como lo más importante. Estas ideas proporcionaron los derechos de propiedad y la libertad del individuo, para hacer lo que a este le plazca consigo mismo y con lo que le pertenece.

La razón de elevar al individuo fue con el fin de deponer al monarca y a la iglesia. Aparecieron en el escenario Paley y Berthman quienes aceptaron el hedonismo utilitarista de Hume pero lo ampliaron a la utilidad social. Paley estableció “hacer el bien a la humanidad por obediencia a la voluntad de Dios y por amor de la felicidad eterna”. Del hedonismo, Berthman formuló una ley matemática de la indiferencia, y Rousseau tomó por su parte el contrato social de Locke y sustrajo de él la idea de la voluntad general, estos dos últimos personajes pasarían de la igualdad y altruismo a la democracia y al socialismo utilitarista en cuanto a la filosofía política se refiere.

Esta segunda corriente armonizó el individualismo conservador de Locke, Hume, Johnson y Burke con el socialismo y el igualitarismo democrático de Rousseau, Paley, Bentham y Godwin. Pero sólo fue factible esta armonía gracias a los economistas, los cuales le dieron una base científica. Naturalmente los individuos persiguen sus propios intereses y tienden siempre a promover al propio tiempo el interés general, de esta forma, se aseguraba la no interferencia del gobierno ni de la doctrina divina, porque eso generaría inconvenientes.

La tercera corriente de pensamiento encontrada en Adam Smith dicta que “el bien público descansa en el esfuerzo natural de cada individuo para mejorar su propia condición”; el principio de Laissez-faire había llegado a armonizar individualismo y socialismo. Se llega a la conclusión de que casi todo lo que hizo el Estado en el siglo XVIII, más allá de las funciones mínimas resulto un desastre. Los filósofos y economistas argumentaron que la empresa privada, sin obstáculos, había promovido el mayor bien para todos. Por consiguiente era válido refutar la intervención del estado en la actividad económica, dejando al mercado sin regulación, promoviendo la “mano invisible” de Smith.

Es claro que existía una unidad en la filosofía política del siglo XIX, la cual se atribuyó al éxito que tuvo al armonizar escuelas diversas y opuestas, y al unificar las cosas buenas para un único fin. Hume y Paley, Burke y Rousseau, Godwin y Malthus, Cobbett y Juskisson, Bentham y Coletidge, Darwin y el obispo de Oxford, todos secundaban lo mismo: individualismo y laissez-faire.

Capítulo II

El capítulo empieza describiendo como el hombre práctico pudo dar solución a la contradicción existente entre egoísmo y socialismo que surgía del filosofar del siglo XVIII y de la decadencia de la religión revelada, por otra parte los utilitaristas admitían al mismo tiempo, el egoísmo de Hume y el igualitarismo de Bentham. Se establece que la máxima laissez-faire le es atribuida al comerciante Legendre, quien le había escrito a Colbert a finales del siglo XVII; pero quien la usó fue el marqués de Argenson, hacia el año de 1751, quien propuso que para gobernar mejor, se debe gobernar menos; “Dejad hacer es la divisa de todo poder público”.

Smith, aunque fue un librecambista y se opuso a muchas restricciones del comercio del siglo XVIII, sus actitudes demuestran que no era dogmático, defendió el “sistema obvio y sencillo de libertad natural”. En efecto, no es sino hasta las últimas obras de Bentham (quien no fue un economista en absoluto) cuando descubrimos la regla del laissez-faire en la forma conocida: en Manual de Economía Política dicta que “la regla general es que el gobierno no debe hacer ni intentar nada; la divisa o el lema del gobierno en estas ocasiones debe ser ¡Quieto!”.

La Escuela de Manchester y de los utilitaristas benthamistas, las historias educativas de la Srta Matineau y de la Sra Marcel, fijaron el laissez-faire en la mente popular como conclusión práctica de la economía política ortodoxa. No obstante, en su libro, la Sra Marcel se mantiene a favor del control de los gastos del rico, pero en la página 418 del mismo se contradice, admitiendo la derrota.

Conversations on political economy pag. 418

CAROLINE: “…los intereses de las naciones, como los de los individuos, lejos de oponerse entre sí, están en el más perfecto acuerdo.”

SRA M: “Las opiniones liberales y amplias llevarán siempre a conclusiones similares, y nos enseñan a abrigar sentimientos de benevolencia universal hacia los demás… de aquí la superioridad de la ciencia sobre el simple conocimiento práctico.”

En 1850, las Easy lessons for the Use of Young People del arzobispo Whately concluye: “la verdadera libertad es que a cada hombre debe dejársele en libertad de disponer de su propiedad, de su tiempo, fuerza y habilidad en cualquier modo que él pueda pensar que le conviene, supuesto que no perjudique a sus vecinos”. Esta máxima había sido forjada con el fin de derribar a reyes y prelados.

Bastiat en sus Armonías Económicas, para plantar su máxima dice: “creo que todo lo que se necesita para un desarrollo gradual y pacífico de la humanidad es que sus tendencias no sean obstaculizadas y que la libertad de sus movimientos no sea destruida”, continuando así con las enseñanzas del Laissez-Faire.

El primer economista ortodoxo que dirigió un ataque frontal con el laissez-faire fue Cairnes en 1870 en una conferencia y afirmó: “la máxima del laissez-faire no tiene base científica alguna y a lo sumo es una simple y hábil regla práctica”. Alfred Marshall se dedicó a la explicación de los principales casos en los que el interés privado y el interés social no estaban en armonía.

Capítulo III

Los economistas plantean una suposición de un estado de cosas en el que la distribución ideal de los recursos productivos puede producirse a través de la actuación independiente de los individuos mediante el método de prueba y error, de tal modo

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