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Las Cosas Que Hacen Que La Visa Sea Mejor


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2013  •  369 Palabras (2 Páginas)  •  437 Visitas

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oría del hombre 6º Semestre 8- Abril - 05

Lic. Miguel Ángel Pérez Álvarez

Alumna: Cristina M. Gómez Rosales

Vida estética, ética y religiosa en kierkegaard

Fundamentalmente, Kierkegaard sugiere que hay dos modos de vivir, el estético y el ético y cada individuo tiene la oportunidad de elegir entre los dos. Aquí están las semillas del existencialismo. Al hacer su elección, el individuo debe aceptar toda la responsabilidad de su acción, que caracterizará su existencia de la manera más fundamental.

Los individuos que eligen el camino estético viven para sí mismos y para su placer, lo cual no significa necesariamente que tengan una actitud vulgar ante la vida.

A un nivel básico, el individuo que vive la vida estética no tiene control de su existencia. Vive para el instante, impulsado por el placer, y su vida puede ser contradictoria, por falta de estabilidad y certeza. A un nivel más calculador, la vida estética permanece en lo “experimental”. Perseguimos un cierto placer sólo mientras nos atrae. La insuficiencia del punto de vista estético es esencial, porque descansa en el mundo exterior. Lo “espera todo de fuera”, y es, por tanto, pasivo y falto de libertad. Se apoya en cosas que, en última instancia, están fuera de su control o de su voluntad, tales como el poder, la posesión o incluso la amistad. Es contingente, depende de lo “accidental”. No hay nada de necesario en él.

Si comprendemos esto, veremos la insuficiencia de la existencia estética. El individuo que vive la vida estética se percata, al reflexionar sobre su existencia, que carece de toda certeza o significado, y este descubrimiento conduce frecuentemente a la desesperación. Puede reprimir, o no hacer caso de esta desesperación, o puede incluso olvidarse de ella y vivir una respetable vida burguesa. En otros casos puede llegar a creer que esta desesperación es el significado de su vida y se contentará perversamente con que al menos esto es cierto y es algo de lo que no puede ser despojado; está “destinado por naturaleza” a su estado, enorgullecerse así de su “heroica” desesperación y alcanzar un nivel de comprensión apacible. Pero Kierkegaard encuentra enseguida el defecto de este “fatalismo seductor” y es que, al aceptarlo, renunciamos a algo vital, algo central en la noció

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