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Las Estupideces De Peña Nieto


Enviado por   •  17 de Febrero de 2015  •  4.394 Palabras (18 Páginas)  •  359 Visitas

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GUADALAJARA, JALISCO (26/OCT/2014).- El “Saving Mexico” parece de otra época. Las portadas de “The Economist” ya no ponen al presidente Peña Nieto como un estadista capaz de cambiar al país con su pragmatismo y su habilidad política. Los medios internacionales olvidan las reformas estructurales y se enfocan otra vez en el “México bronco”. Si Enrique Peña Nieto había hecho del futuro y de los frutos de las reformas, sus mejores aliados, hoy el presente lo ha atenazado. La apertura energética, el combate al oligopolio comunicativo o incluso la reforma educativa quedan en la sombra cuando la ingobernabilidad, la violencia y la ineficacia policial toman por asalto la escena política. “No hay futuro vivo con pasado muerto”, decían los manifestantes de la Plaza de Mayo en Argentina ante la necesidad de juzgar los crímenes de la dictadura. Trasladando la misma frase a México, no habrá modernidad, ni crecimiento, ni transformación, mientras casos como el de Atyozinapa sigan siendo una realidad permanente en el país.

El manejo de la crisis derivada de Ayotzinapa puede ser editado y puesto en circulación como el “manual de cómo no se resuelven las crisis”. La intervención del Gobierno Federal -ya que poco se puede esperar de estados y municipios- combinó una serie de errores, omisiones y resbalones que ilustra la poca capacidad que tiene esta administración para salir de situaciones críticas. En términos generales, el sexenio de Enrique Peña Nieto ha sido un script bien delineado, con pasos agendados y con una hoja de ruta inflexible, a diferencia de sexenios como el de Vicente Fox o Felipe Calderón en donde la inestabilidad, las situaciones críticas y los hechos inesperados fueron la regla. Pocas crisis ha tenido que enfrentar la Presidencia: las turbulencias económicas y el magro crecimiento económico; el levantamiento del PAN de la mesa de negociaciones del Pacto por México, previo a la cita electoral de Baja California; el drama del caso Tlatlaya y, el más difícil de todos, la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. En cada una de estas crisis coyunturales, unas más riesgosas que otras, la Presidencia ha cojeado de la misma pata: la eficacia. Ese principio que le sirvió al Partido Revolucionario Institucional (PRI) para volver al poder tras 12 años en la oposición, ha sido el gran ausente en el manejo de crisis del Gobierno Federal. Revisemos el caso Ayotzinapa, en donde la improvisación, los lugares comunes y la ineficacia son los signos distintivos.

Ausencia presidencial: no dar malas noticias

Es cierto que no todos los presidentes tienen el mismo estilo de gobernar. Ahí tenemos al asesor de comunicación de Néstor Kirchner, ex presidente de Argentina, que le prohibió comparecer en ruedas de prensa ante su manifiesta intolerancia a las preguntas de los reporteros. O lo histriónico que resulta Barack Obama ante las cámaras, pero lo poco eficaz que resulta en las negociaciones políticas. Es decir, no todo presidente cabe en el mismo molde, pero hay un rasgo presidencial que difícilmente es obviable: el mandatario debe dar las malas noticias, no todas, pero sí las más importantes.

La credibilidad de un mandatario no sólo se construye en los resultados, sino también en los fracasos. Un presidente que sólo es capaz de dar buenas noticias, de sonreír a las cámaras y de cortar listones, difícilmente encontrará respuesta de la sociedad. Los ciudadanos quieren a presidentes que sean capaces de decir cuando las cosas no van bien, cuando se ha fracasado o cuando se han cometido errores. Una encuesta que publicó el Pew Research en Estados Unidos demostró que ocho de cada 10 norteamericanos quieren que su presidente les transmita de viva voz cuando la economía no va bien o cuando no se han logrado los resultados de cierta política pública.

En el caso Ayotzinapa, el Presidente siguió su estrategia sexenal: no dar las malas noticias. En materia de seguridad fue la Procuraduría General de la República y, un poco la Secretaría de Gobernación, la que apareció como la entidad encargada de rendir cuentas. Al igual que en materia económica, en donde las malas noticias ya ni siquiera las da Luis Videgaray, sino el subsecretario Fernando Aportela, en seguridad la estrategia para no contaminar la imagen de Peña Nieto ha sido blindarlo frente a los momentos críticos. Este blindaje provoca lejanía y hasta un cierto aire de incomprensión. Es decir, el Presidente no debe salir a dar la cara de todo –la letanía sería interminable- pero sí debe ser la cara más visible en crisis que afectan la credibilidad de su mandato (como es el caso de Ayotzinapa).

Recordemos la inoperancia de George W. Bush cuando el huracán Katrina impactó las costas de Nuevo Orleans. Bush llegó tarde al punto de la tragedia y no pocos medios lo retrataron atendiendo a reuniones de segundo nivel, ignorando lo que sucedía en el Golfo de México. La lejanía suele costarles mucho a los presidentes, incluso más que la ineficacia (Vicente Fox, cercano pero ineficaz, salió de Los Pinos con una aprobación de más de 60%).

Información esporádica y confusa

La cronología de acontecimientos en Ayotzinapa muestra esa otra cara: gobernar es también informar. Controlar los flujos de información y construir una narrativa creíble sobre los acontecimientos, son elementos clave de gobernar. La Presidencia siempre llegó tarde a los hechos. Desde el 26 de septiembre, ya un mes, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, ha convocado ruedas de prensas para informar poco: desde el hallazgo de las fosas hasta el avance de las investigaciones. En cada una de las comparecencias públicas, el procurador ha dejado más dudas que respuestas. Los canales de información ágiles parecen no estar en la Presidencia: en organismos internacionales, medios globales o en individuos como el padre Solalinde. Cada movimiento del Gobierno Federal ha generado más dudas: ¿De quiénes son los cuerpos encontrados en las otras fosas? ¿Cómo pudo operar el crimen organizado y la policía infiltrada con tanta impunidad durante tantos años en Iguala? ¿Por qué no se pueden encontrar los cuerpos y dónde está el alcalde prófugo de Iguala?

La voz de la Presidencia se encuentra perdida en un mar de información que se publica en medios nacionales e internacionales. Intencional o no, pero Los Pinos han decidido jugar de actor de reparto. Los medios replican puntos comunes por parte de las autoridades federales o del propio Presidente: “llegaremos hasta el final de la investigación”, “el crimen no quedará impune” o “los gobernadores y los alcaldes deben respetar los derechos humanos”. No hay rumbo ni discurso,

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