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Moneda De Plata En México

margoth13 de Septiembre de 2011

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La Moneda de Plata en el Sistema Monetario Mexicano.

Los habitantes de las culturas mesoamericanas se organizaron bajo una economía de autoconsumo cuyos excedentes se comerciaban a través del “tianguis” o mercado. El trueque fue el intercambio principal, aunque también existieron las unidades de cambio que consistían en almendras de cacao cuyo valor dependía de su escasez y de la región en donde se producía. Las mantas de algodón, plumas de especies de aves exóticas, cañones de plumas de ánade rellenos de polvo de oro, y especies de ganchos de cobre y la piedra de jade pulida en forma de cuentas, fueron otros productos que servían como unidades de intercambio comercial. También existieron fichas o señas que emitían las pulperías, especies de tiendas, hechas de materiales diversos como cuero, metal o madera, a las que se les llamaba “tlacos”.

En lo que hoy es México, se reglamentó oficialmente el valor del cacao, la moneda “Real” que circulaba en España equivalió a 200 granos de cacao. La emisión de moneda en el virreinato dio inicio con la expedición de la Real Cédula del 14 de septiembre de 1519, mediante la cual se autorizaba a Hernán Cortés, aquilatar, fundir, marcar y quintar el oro y la plata. En 1522, instalado el conquistador en Coyoacán instituyó una casa más, en donde se acuñaron los “castellanos”, y cuya quinta parte, también era enviada al rey de España en carácter de “quinto real”. Como la cantidad amonedada era una considerable cantidad, la Corona nombró en 1522, funcionarios encargados de instaurar la administración hacendaria y la creación de nuevos cargos vinculados a las tareas específicas de la fundición. Sin lugar a dudas el más importante funcionario era el “veedor”, encargado de vigilar dichas labores.

Las primeras monedas carecieron de apariencia estética, ya que eran tejos de plata estampados a golpe de martillo, de bordes irregulares y de varios espesores que necesariamente las hacían diferentes unas de otras y que distaban mucho de las acuñadas en el Viejo Mundo, por consiguiente, se prestaban a la fácil falsificación. Estas fueron llamadas macuquinas, a decir de algunos estudiosos, del vocablo árabe “macuch”, que significa aprobado o verificado; y para otros, del vocablo náhuatl, “maquecho”, o mal hecho.

En el mes de mayo de 1535 llegó a la Nueva España la autorización para la apertura de la Casa de Moneda. En ésta se adoptaron los métodos de fabricación y las denominaciones y usos de la Península. El sistema monetario español era octaval básicamente bimetálico: oro y plata.

A través de los años las monedas presentaron diversos diseños y denominaciones según los reinados de los soberanos españoles que se sucedieron en este largo periodo.

En los tres siglos de gobierno virreinal se acuñó una importante cantidad de monedas; la de Carlos y Juana fueron las Primeras macuquinas. Entre los años de 1732 y 1771, en las regencias de Felipe V y Carlos III, se realizaron monedas troqueladas y en prensa, pero de forma redonda. Durante el mando de Carlos III se crearon las monedas de busto con retratos grabados.

Durante los gobiernos de Carlos IV y Fernando VII: 1788-1821, no hubo cambios importantes en la acuñación de monedas. A partir de ese periodo, las acuñadas en la Nueva España se utilizaron ampliamente en China hasta principios el siglo XX.

Fue hasta 1679 cuando, por mandato de la Cédula Real de 1675, se procedió, por primera vez en la Nueva España, a la acuñación del oro, en un principio también macuquinas, aunque con el tiempo fueron perfeccionándose.

A la colonia española llegaron los cambios suscitados en España por la reformas implementadas por los Borbones. La reorganización del ramo de hacienda fue de las principales tareas a realizar. Así, se procedió a su sistematización y los métodos contables fueron mejorados. Los contadores encargados elaboraron entre 1790 y 1792 una Historia General de Real Hacienda, “este gran esfuerzo de sistematización contribuyó notablemente a la eficacia que se observó de 1791 a 1809, y fue la base en que se asentó la organización de la hacienda pública en la época independiente”.

Estas reformas borbónicas impulsaron el apoyo a la industria, aunque en el caso de México, se especificó en la minería, que se encontraba en declive. Fue la disminución en una tercera parte del precio del mercurio y la exención de impuestos, lo que reactivó la explotación de las minas de plata. Además, se difundió el conocimiento de la misma a través de la creación, en 1792, del Colegio de Minería.

El balance del comercio exterior de la Nueva España hubiera sido deficitario de no haber sido por la gran cantidad de exportación de la plata amonedada que, a su vez, sirvió para cubrir el déficit de España con Europa. Con la plata americana la metrópoli satisfizo, además, gran parte de los gastos de la administración colonial y de defensa de su imperio. “Era pues, el producto clave, el sostén del sistema colonial y de España misma. Hacia 1800 la Nueva España era el mayor productor de plata en el mundo, aportaba el 66 % de la producción mundial a través de unas 3,000 minas en explotación”.

Sin embargo, el producto de esta riqueza era disfrutada sólo por unos cuantos. La desigualdad económica y social entre los habitantes conllevó al desequilibrio económico y social, acentuado a través de los años. Las expresiones de descontento y de rebeldía comenzaron a manifestarse por buena parte de la Nueva España.

Tal situación ocasionó que el transporte de los tejos y las monedas hacia lugares distantes de la ciudad de México, se convirtiera en una tarea de riesgo, pues los caminos se volvieron peligrosos. Esta circunstancia orilló a las autoridades crear casas de moneda provinciales. Entre las más importantes destacaron las de Sombrerete y Real de Pinos en Zacatecas, Real de Catorce en San Luis Potosí, Oaxaca y Chihuahua.

El modelo político, económico y social implantado a lo largo del virreinato fue sacudido por el movimiento armado independentista. Los capitales españoles salieron del país o fueron internamente atesorados. Los bandos insurgentes se vieron en la necesidad de fundir o troquelar su propia moneda para solventar el costo de la guerra. De las primeras acciones llevadas a cabo por el cura Miguel Hidalgo fue la petición a José Mariano Robles y a Casimiro Chavel de construir la maquinaria necesaria para acuñar la plata. Con ayuda de falsificadores acuñó moneda exactamente igual a la de la Casa de Moneda con unas barras de plata que había sustraído.

El movimiento independentista terminó con la exclusividad de acuñación de la Casa de Moneda, pues las casas provinciales que se iniciaron en 1810 continuaron vigentes hasta los primeros años del México Independiente. Mientras Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez, “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico, 1750-1808”, en Historia General, op. cit., p. 217 3 Ibid, p. 2643 tanto, en la actual población de Tecpan de Galeana, Guerrero, el general Morelos acuñó monedas “real” de cobre, pero con valor de plata, redimibles al triunfo de su causa. Cuestión que no sucedió. Con esta emisión se dio inicio a la “moneda fiduciaria”, es decir, aceptar una moneda cuyo valor se basa en la confianza en quien la emite.

Mientras que estos dos insurgentes incluyeron en los diseños de las monedas características mexicanistas, desapareciendo, después de tres siglos, los escudos y efigies de los reyes españoles, Ignacio López Rayón, quiencontinuó la lucha a la muerte de ambos insurgentes, acuñó monedas de plata y cobre que ostentaban el nombre de Fernando VII. El resto de los líderes independentistas, las diseñaron con alegorías mexicanas.

El emperador Agustín de Iturbide debió enfrentar la difícil situación financiera derivada de diez años de luchas intestinas y de la herencia de una deuda dejada por los españoles radicados en el país. Durante su breve lapso de gobierno, el sistema monetario experimentó algunas modificaciones. Aunque la emisión de monedas de plata se produjo con los mismos valores el sistema octaval español, se emitió por primera vez, la moneda de papel o billetes para enfrentar la gran estrechez y auxiliar al Erario. El papel moneda sólo cubría una tercera parte del monto total de las transacciones comerciales, tanto entre particulares como en las actividades comerciales del gobierno.

Estos billetes eran de apariencia rudimentaria, impresos a una tinta en papel común rectangular de aproximadamente 15 por 10 centímetros, aunque foliados y firmados, su hechura fue susceptible de falsificación.

Tal medida fue un fracaso, tanto por su mala planeación financiera como por el rechazo de la población a lo desconocido, acostumbrada a la circulación de monedas de metal, preferentemente de plata.

El 11 de abril de 1823, después de la abdicación de Agustín de Iturbide, el Soberano Congreso Constituyente Mexicano dispuso el cese inmediato de la fabricación del papel moneda. A cambio, autorizó la emisión de las mismas denominaciones, solo que esta vez impresas en el dorso del papel caduco de bulas o indulgencias, para evitar las falsificaciones y el rechazo de la población, debido al contenido religioso del documento. El problema fue el incómodo tamaño de medio pliego. No obstante el recurso divino intrínseco, estas previsiones fallaron y el papel moneda tuvo que ser retirado.

La promulgación de la Constitución de 1824 dio autonomía a

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