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Principios De La Economia En Roma


Enviado por   •  9 de Abril de 2013  •  5.394 Palabras (22 Páginas)  •  340 Visitas

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La República de Roma dominaba una vasta extensión de tierra con enormes recursos naturales y humanos. Como tal, la economía en la antigua Roma se mantuvo concentrada en la agricultura y el comercio. El comercio agrícola libre cambió el panorama italiano, y por el siglo I a.C., las enormes haciendas dedicadas al cultivo de la vid, de los cereales y de la oliva propiedad de grandes terratenientes habían estrangulado a los pequeños agricultores, que no pudieron igualar el precio del grano importado. La anexión de Egipto, Sicilia y Cartago (actual Túnez) proporcionó un suministro continuo de cereales. A su vez, el aceite de oliva y el vino fueron las principales exportaciones de Italia. Ya por entonces se practicaba la rotación de dos hojas, pero la productividad agrícola en general fue baja: alrededor de 1 tonelada por hectárea.

Índice

[ocultar] 1 Agricultura

2 Trabajo en la ciudad

3 El comercio en Roma

4 La moneda romana

5 Impuestos en Roma 5.1 Capitación

6 Referencias

7 Bibliografía

8 Enlaces externos

[editar] Agricultura

La agricultura era una actividad que estaba muy bien considerada dentro de la sociedad romana, al contrario de lo que sucedía con la artesanía. Roma, en sus orígenes, había sido una comunidad de pastores y agricultores, por lo que la tradición hacía de esta actividad una profesión casi sagrada. Incluso los Patricios se dedicaban al cultivo de la tierra y a la cría del ganado: estos patricios eran propietarios de grandes haciendas cuyo mantenimiento y explotación recaía en la mano de obra esclava que vivía en estas fincas durante todo el año al cuidado de un capataz que, a su vez, era un esclavo de confianza del propietario. Estas enormes fincas producían todo tipo de alimentos. Si se daba el caso de que la explotación se encontraba cerca de alguna ciudad, los frutos de la cosecha se trasladaban diariamente a su mercado y se vendían, ya que solían ser productos que se estropeaban con el paso del tiempo, tales como frutas, hortalizas y verduras frescas, que eran muy apreciadas por los habitantes de las grandes ciudades.

Escena de recolección en la época romana

Por el contrario, si la explotación agrícola se encontraba muy alejada de las urbes, los productos frescos eran utilizados para el consumo inmediato de los propietarios (que solían vivir en las fincas alejadas, apartados del bullicio de las ciudades) y trabajadores libres y, en menor medida, esclavos de la explotación. Los productos que se vendían en la civitas (ciudad) eran los que no perecían con el paso del tiempo, tales como vino, uvas, aceite, aceitunas, trigo, cebada, avena etc., cultivos a los que se dedicaba la mayor cantidad de terreno para su producción.

Existían también campesinos libres que cultivaban su propia tierra con la ayuda de sus propias familias, o bien los que arrendaban parcelas a los Patricios (cuyas posesiones podían extenderse ininterrumpidamente durante kilómetros y kilómetros) a cambio de dinero o a cambio de pagos en especie, generalmente una fracción de la cosecha que el campesino producía.

La técnica que los romanos usaban al cultivar la tierra ha perdurado, en lo esencial, hasta nuestros días. En primer lugar, como en todos los países mediterráneos de la actualidad, se practicaba la rotación de dos hojas. Esta rotación consistía, y consiste, en cultivar y dejar en barbecho los campos alternativamente, para mantener la fertilidad del suelo y acumular humedad. Este tipo de rotación se adaptaba a los suelos arenosos y a los veranos largos y secos de la cuenca mediterránea, aunque no a los del Noroeste de Europa (en la Galia), donde los suelos son más compactos y el arado romano, debido a su debilidad, no podía levantar la tierra. Por ello cultivaban las tierras arenosas calizas de las lomas, dotadas de su drenaje natural, y evitaban los suelos más compactos, pero más fértiles, de valles y mesetas.1

Lo que no ha perdurado hasta hoy es la técnica que los romanos usaban para arar los campos. Los arados romanos eran muy ligeros, como se acaba de insinuar. Por lo tanto, al ser de madera, no dejaban los característicos surcos que podemos observar hoy en día en las tierras aradas. En su lugar, este arado lo único que conseguía era arañar la superficie de la tierra, por lo que el agricultor tenía que dibujar una cuadrícula por toda la parcela, para aprovechar toda la extensión de ésta.2

Azada romana de hierro, 2000 años de antigüedad. Puede ser vista en el Field Museum of Natural History (Chicago).

La época más activa en el campo era el otoño. Hacia principios de octubre se empezaba a sembrar el trigo y la cebada, terminando a mediados, o incluso a finales, de noviembre. Una vez finalizada la siembra, hacia mediados de diciembre, había que recoger las aceitunas, que posteriormente eran prensadas para obtener aceite, el cual se almacenaba en tinajas de barro precintadas con brea que eran destinadas a la venta o a su posterior consumo por parte de los residentes en la explotación. Además, el otoño era el momento de la matanza del ganado, con el adobe y el embutido de sus carnes (con las que se fabricaban exquisitos jamones, lomos adobados, chorizos y una especie de mortadela); del esquile de las ovejas y del arado de las tierras.

En el invierno, sin embargo, las actividades que se realizaban eran menos pesadas, aunque igualmente importantes. La mayoría de los trabajos invernales eran de índole doméstica, es decir, era la época de las reparaciones, de tejer cestos de mimbre, de fabricar queso, herramientas, tinajas y arados, de tejer la lana de las ovejas y curtir pieles etc.

El verano era igual de intenso que el otoño, ya que, a finales de primavera, comenzaba la temporada de recogida de las hortalizas, seguida de la siega de la cebada y del trigo hasta casi principios del otoño, ya en Septiembre, que terminaba con la recogida de las uvas, la vendimia,

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