Un Dia CUalquiera
humbertoaraque23 de Enero de 2012
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INTRODUCCION
Este trabajo no fue fácil pero tampoco difícil, para poder lograr hacer este trabajo tuve que abordar muchos recursos pero el motivo que me llevo a desarrollar este trabajo fue Conocer más sobre este autor; quien es sus cuentos y poemas aborda Puntos importantes que suceden en nuestras vidas y nos enseñan muchas formas para desarrollarnos como personas; tanto en sus cuentos como en sus poemas van a poder darse cuenta que el autor DAVID AURIS VILLEGAS se basa en problemas que nos suceden.
Este trabajo va dirigido a Todos los estudiantes y Personas que aman la literatura y quieren surgir En la vida; personas que en algún momento van a tener la capacidad de crear crear cuentos y aprender de ellos.
Wilfredo David Auris Villegas
Huancavelica, Perú (l975) Escritor, educador, conferenciante y profesor universitario de Literatura y ciencias pedagógicas, licenciado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster en Ciencias de la Educación Superior por la Universidad de la Habana de Cuba.
En el 2005 publicó su libro de relatos, “Cuentos de medianoche”. El mismo año fundó y editó la revista cultural “Rikchari Llacta ”, el 2006 publicó su poemario “Mañana cuando me vaya piensa en mí”, y “Estrategias y técnicas de estudios y metodología de investigación universitaria”, “ Comprensión lectora y creatividad de textos para la vida”; además es autor de artículos en los medios de comunicación masiva, que demuestra su esfuerzo y compromiso por el desarrollo de la especie humana en la difícil convivencia equilibrada y el desafío con su medio por un construir un mundo mejor. Actual profesor de Letras de La Universidad Ricardo Palma, Universidad Alas Peruanas, Universidad San Juan Bautista, Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote, Universidad Privada Sergio Bernales. (si gustan agregan algo más y para ello rastrear en sus libros y el internet
Inicios de su carrera literaria e influencias. Auris, inicia su carrera literaria tardíamente, alejado del bullicio, y escribe a la sombra de árboles e inacabables montañas, refugiado en su extraña soledad, leyendo a Borges, Cortázar, Whitman, Baudelaire, García Márquez, Joyce, Ribeyro; escuchando la Traviata de Verdi, sin pedir que lean sus libros.
Auris y la Literatura.- Sus cuentos y poemas no son de fácil lectura, porque se encuentran sinónimos de muchas palabras y no es muy fácil de entender.
Una noche en la vida de Bet.
-¿Qué será de nosotros cuando tengamos cuarenta año? –dijo antes de partir. Sentado sobre el sillón reclinable de la sala mientras leían los periódicos del día.
Con su típica tristeza y voz temblorosa que en esos momentos nunca vislumbro. Sin conferirle importancia al futuro, se despidieron con un candente beso en sus tibias mejillas. Apenas un tímido murmullo se deslizo suavemente que termino acariciando sus tiernos oídos. Un adiós.
Sabía que volvería a escuchar su triste voz a través del hilo telefónico, quizás buscaría bajo el amparo de la tibia mañana en que se conocieron.
La amaba con el alma
Esperaba que filtrase esa voz ronca y tierna dentro de su alma de niña empeñada en desperdiciar los mejores años de su vida.
Cogiendo su viejo maletín colmado de papeles, camino espaciosamente, sin volver su cetrino rostro, resuelto a desaparecer al torcer la esquina bajo la penumbra de la noche sin estrellas.
Fue el postrero recuerdo que acuciosamente coleccionaba. Intento gritar que lo amaba. Nunca se atrevió
Principiando la medianoche, se acostó sobre su pulcro y esmirriado lecho, recordando a propósito esas palabras, “¿Qué será de nosotros cuando tengamos cuarenta años?”. Su delgada y fina figura que parecía siempre deambular de perfil, se disolvió dentro de su lecho suave, perfumado a camelias de la desventurada Margarita Gautier, a inspiradas rosas, abrazando su almohadilla de olor como la niña de Guatemala, extrañamente abismándose en esas tristes palabras, flotando en medio de un prolongado suspiro se durmió.
Empapada de un sudor acerbo y pringoso, que empantano su cabello liso y azabache; apenas lograba distinguir las hebras neviscas que disimulaba ese lóbrego universo donde había hecho el amor tantas veces con su vecino.
“Tu amor por Fernando es simplemente un tenue, vago y antojadizo sueño; nunca desgajara los cristales de la mágica ficción en que vives”, esa crudas palabras que desenterrara sus recuerdos habían dado intempestivamente fin a su insospechada travesía, lanzándola de su doncel vida.
Exhausta y temblando de miedo, trasladada de esa asombrosa realidad o desalmado ilusión se incorporo con dificultad extrema sobre su lecho color rosa, el salvaje abatimiento se había apoderado de esta pobre muchacha que atinaba a mascullar alguna palabra. Una encantada y atractiva atmosfera había tomado por asalto todo el espacio de su habitación con abluciones de estilo ibérico y lumbreras amplias, cubiertas de cortinas color violeta que invitaban a la nostalgia.
Optaba sucumbir desveda a esa hora de la madrugada.
Lo único que recordaba era las mismas palabras que por ultimo evocara antes de iniciar aquel largo viaje sin itinerario ni premeditada programación, prescindiendo programación, prescindiendo de su ligero equipaje, un viaje por las sinuosidades de la subconsciencia, no podía creer haber en vejecido tanto durante su largo recorrido por la horrorosa capital, sin compras y fotografías para el recuerdo.
Su sencilla habitación estaba oscura y todo su organismo desprovisto parpadeaba de miedo vivía sola. Era sencillamente una alucinación, si ayer estuvo conversando, ayer escucho esas palabras. Era virgen y siempre lo había sido. La congénita depresión hizo presa de su dilatado viaje-¿Quién sabe a donde
‘-, alcanzo todavía a verse a sí misma dentro de ese alguien que había dejado de ser ella. Experimentó los infortunados giros de la vida, que uno puede envejecer tanto en una noche, en unas horas, en unos segundos, en una palabra.
Desde entonces había sobrevivido con esa oscura intriga, todo este periodo que logró su largo periplo por la nada. Nunca más había vuelto a verlo en su vida. Nunca supo si consiguió casarse. Únicamente se entero por noticiero su trágico final. Tarde llego a sus funerales fue incinerado.
El abogado insospechadamente había tomado por asalto su frágil corazón y el alma desde su lejana adolescencia. Cuando fue abuelo supo que nunca la amo. Proverbialmente especulaba sobre él, en su brillante profesión de jurista inteligente, en su bello rostro del típico limeño que aun no ha mezclado su sangre, en su voz tierna de un muchacho capitalino.
Cada vez que andaban de putas por las calles limeños, sobre gélidas y pétreas aceras, caminaba a su siniestra, dejando atrás avisos publicitarios, polvorientos edificios rugientes automóviles, era su lado preferido. Siempre hablaba de él, le contaba todo . Nicolás se limitaba a escuchar; bajando la mirada enmudecía. Al caer la tarde se despedía.
Lo vio por primera vez en el primer verano del milenio, asentada al fondo de una vieja combi en los arrabales de la hipócrita lima que se marcha sin despedirse. Al descender sobre la firme grisácea se acerco, conversaron como dos viejos amigos. Trataban de escapar de la misma inextricable situación. En su memoria n habitaba el jurista, su expresión fina y delicada le infundía esperanza que algún día se casaría con ella. Y podía darle el gusto de apellidarse DE PARDO. Bet de Pardo, soñaba.
Nunca supo decirle nada. Nunca se casaron.
En realidad solía verlo únicamente en sus inofensivos quimeras como hoy , raras veces se perdía en los fríos brazos de un brazo de un hombre que nunca la amo, le encantaba envolverse en su fino perfume francés .
Acariciar confundir sus afiladas manitas blancas en su cabello gris y ensortijado.
Desde entonces, durante cinco años consecutivos se frecuentaron con extraño tributo y ponderación. Cada mañana deslizaba su voz provinciana a través del hilo telefónico. Nunca le llamo, ni siquiera en su triste cumpleaños. Pero palpitaba algo en ella que ahora recién comprendía, extrañaba su voz cuando tardaba timbrar el teléfono. Escuchar sus sueños que no era otra cosa que los de ella, rara vez hablaba de su noctambula vida sin importancia, había olvidado preocuparse por sí mismo, exclusivamente vivía para ella. Lentamente había dejado d existir permitiendo que Bet viviera en todo el espacio impalpable de su alma y corazón de niño.
Con pericia podía avizorar desdibujado sus anhelos estrellándose en el precipicio de una abismal realidad.
Los tristes recuerdos de sus fracasos, los breves intentos fallidos sin pena ni gloria. Nunca llego a decirle aquello que sentía en sus fibras más intestinales.
Nunca sabremos porque dijo que nunca la amaba.
Nunca escucho decirle que la amaba.
Ahira que disimuladamente bordea los sesenta, vagos recuerdos se filtran en su solitaria vigilia – a esta edad vivimos solo de recuerdos decía su abuela-, lo recordaba todo, cada palabra que agonizaba en su garganta, cada gesto que se perdía en los perfiles de viejos
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