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Yosber Abreu

yhosbher27 de Noviembre de 2012

573 Palabras (3 Páginas)398 Visitas

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Con bombos y platillos se anuncia la celebración de un importante aniversario

del organismo creado para promover las exportaciones colombianas.

Inicialmente, pensamos que se trataba de un acto anticipado de la

conmemoración del centenario del presidente Carlos Lleras Restrepo. Pero no.

Al parecer, tanta bulla obedece al afán de festejarle a esa entidad sus

supuestos primeros quince años. Como si no hubiera resultado del

despedazamiento del fecundo y poderoso organismo original o como si no se le

hubiera reducido su función y a su nombre no se le hubiera añadido una letra

't' en el deseo de aparentar su novedad.

Para evitar el escamoteo de la verdad histórica, atribuible más a crasa

ignorancia y ligereza que a intención perversa o inverecunda, recordemos que

Proexpo fue creado en veintiún artículos del Decreto 444 de 1967, en

cumplimiento de la orden y la autorización de la ley sexta del 15 de marzo del

mismo año, a propuesta del mismo Gobierno. En ella se dispuso que este

creara un fondo especial, anexo al Banco de la República, destinado al

fomento de las exportaciones y facultado para realizar diversas operaciones

administrativas y financieras, nacionales e internacionales, con el fin de

promover y diversificar aquellas.

Pocos días después, el 22 de marzo, se expedía el decreto ejecutivo,

destacando dicho objetivo primordial, estructurando a Proexpo, otorgándole

recursos propios y asignándole vastas y esperanzadoras funciones, tanto en el

ámbito nacional como en el internacional. No se le escatimaron facultades

para abrir y consolidar mercados, otorgar créditos y seguros, prestar

asistencia de diverso género a los exportadores y abrir oficinas de información

y promoción en el exterior.

Para dirigirlo en su primera etapa, se escogió al más competente y

experimentado experto en comercio exterior, quizá único en aquella época,

Camilo Jaramillo de la Torre, quien me venía acompañando en el Ministerio de

Hacienda como secretario general y segundo de a bordo. No se escapaba al

Gobierno de entonces la conveniencia de que, una vez alzara vuelo y se

fortaleciera, se independizara del Banco de la República. Lo que no se previó

fue su cercenamiento, debilitamiento o desmonte parcial, acaso en aras de

hipotéticas o reales exigencias de los organismos financieros internacionales

para complementar la apertura comercial hacia adentro.

¿Por qué se le da tanta trascendencia a algo aparentemente insignificante?

Por la que reviste el comercio de exportación en un período de declinación

del ciclo económico en la nación que ha venido siendo su eje mundial y por el

riesgo de que el déficit de las cuentas externas en Colombia, si permaneciera

y se acentuara, volviera a ser factor limitante del desarrollo u obligara a

traumáticas operaciones de ajuste.

En efecto, la revaluación sigue por lo pronto su tortuosa marcha y mina la

competitividad de la producción nacional, mientras se abren azarosas

incógnitas en el comercio con Venezuela, y en Estados Unidos se asiste al

drástico descenso de su crecimiento económico y a la mengua del gasto de los

consumidores, como también de las inversiones.

Con mucha despreocupación y aun alegría se observa cómo las importaciones

superan crecientemente a las exportaciones y se confía en que las corrientes

volátiles de capital cubran indefinidamente la brecha. Es más. No deja de

haber regocijo íntimo por la perspectiva de que bajen los precios de los

productos foráneos, aunque a los nacionales corresponda pagar el costo,

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