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PENSAR HISTÓRICAMENTE


Enviado por   •  1 de Junio de 2014  •  Informes  •  1.056 Palabras (5 Páginas)  •  282 Visitas

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PENSAR HISTÓRICAMENTE

Don Claudio abordó una definición del método de la historia. Yo me encontraba en la primera fila del auditorio. Comprobábamos así hasta qué punto dos historiadores de vocación y de oficio pueden tener serias discrepancias sobre los métodos e incluso sobre el principio de su disciplina, y sin embargo sentirse solidarios, parientes cercanos, frente a las pretensiones históricas de tal o cual construcción literaria, frente a toda ciencia ahistórica de la sociedad, o frente a esos “especialistas en ideas generales”, como decía Unamuno de los filósofos, que creen hacer malabarismos con “conceptos”, cuando en realidad sólo los hacen con palabras.

Es de esta referencia a la historia como modo de pensar de lo que querría hablarles, sobre todo para señalar los peligros de una no-referencia (o de falsas referencias) a “la historia”. Quizás resulte agresivo, aunque nunca hacia historiadores dignos de ese nombre. Sólo para reivindicar un “historicismo”.

“Pensar históricamente” (¡aunque sea “caer en el historicismo”!) significa situar, medir y datar, continuamente. ¡En la medida de lo posible, desde luego! Pero, para un determinado saber, nada es tan necesario como tener conciencia de sus propios límites. Lo olvidan con frecuencia saberes orgullosos de situarse fuera de la historia

Estoy pensando en el “proceso Barbie” consistió en juzgar, según las reglas del derecho civil francés, ante un jurado popular reunido en sala de lo criminal, a un hombre de 75 años, Klaus Barbie, que, en 1942 (cuando tenía 30) había dirigido en Lyón la policía militar (y política) nazi.

Sentado esto, es en mi calidad de historiador que me inquieto. Ver este proceso asimilado a “la Historia” es confortar la opinión (común, desgraciadamente) de que “la historia” establece hechos, juzga a individuos. Juegos televisados, biografías populares, películas político-policíacas, recreaciones aproximadas de “atmósferas”: todo empuja al hombre de la calle a pensar la historia sentimentalmente, moralmente, en función de individuos. Me permito considerar el conocimiento histórico como de otra naturaleza: consiste en captar y esforzarse en hacer captar los fenómenos sociales en la dinámica de sus secuencias.

“la historia” (o, si se prefiere, el pensamiento histórico, el “historicismo” o, simplemente, el historiador) y, de otro, las “ciencias humanas” de diverso tipo, a menudo poco atentas a las interacciones en el seno de la totalidad social y a las referencias temporales.

Seguramente pensaban tenerlo todo “encontrado”.

Hacia 1950, un hombre se propuso poner en marcha esta “sección sexta”. Era historiador. Se llamaba Lucien Febvre. Su visión de la historia como ciencia (“síntesis histórica”, “historia-inteligencia”) implicaba que un historiador fuera a la vez un poco geógrafo, un poco demógrafo, un poco economista, un poco jurista, un poco sociólogo, un poco psicólogo, un poco lingüista... La lista podría alargarse. Ya sé que los “un poco..., un poco...” pueden y deben chocar: una “ciencia”, un “saber” exigen conocimientos en profundidad

Es verdad que la “modernidad” de los diversos saberes puede parecer ligada a su aislamiento teórico (economía matemática, estructuralismos diversos...). Pero el mundo social real no es una yuxtaposición de relaciones específicas. Tal vez sea en materia demográfica donde las relaciones entre historia y teoría hayan producido los resultados menos decepcionantes.

Hasta en la manera de abordar “la historia”

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