Actos Volutivos
merlo201312 de Abril de 2013
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Actos Volutivos.
La palabra volitivo proviene del término latino volo, que significa “quiero”. La Real Academia Española (RAE) afirma que volitivo es aquello relacionado con los actos y fenómenos de la voluntad.
La voluntad, por su parte, es la facultad de decidir y ordenar la propia conducta. Por lo tanto, aparece vinculada al libre albedrío y a la libre determinación.
Una conducta volitiva refleja la concreción de los pensamientos de una persona en actos. De esta manera, supone la libre elección de seguir o rechazar una inclinación, en una decisión donde interviene la inteligencia.
Hay filósofos que afirman que la voluntad está compuesta por el querer (el apetito) y el desear (la volición). Lo volitivo debe tener un fin, que es conciente y objeto de conocimiento del sujeto.
Puede diferenciarse entre la volición (el deseo que es objeto de conocimiento), la tendencia (el apetito natural determinado por lo orgánico y lo instintivo; carece un fin racional) y la inclinación (posee un fin determinado, pero no es objeto de conocimiento).
En la voluntad intervienen el apetito y la volición, ya que el acto voluntario es deliberativo (se tiene conocimiento de lo que se está por hacer). En otras palabras: existe una motivación que se genera en el pensamiento y que se somete a una deliberación; con ese conocimiento, el sujeto analiza las posibilidades y concreta el acto en cuestión.
Los actos volitivos implican una resistencia externa (las necesidades no son suplidas de forma inmediata; por eso existe el deseo). Lo volitivo es aquel acto que se encara para superar la resistencia y alcanzar lo deseado.
La voluntad es el potencial que traduce en actos nuestros pensamientos. Está determinada por la libre elección del espíritu, que toma la decisión de seguir o rechazar una inclinación: aquí interviene la inteligencia.
Para Baruch Espinosa, "el esfuerzo, cuando se refiere al alma sola, se llama voluntad, pero cuando se refiere a la vez al alma y al cuerpo, se llama apetito; por ende, éste no es otra cosa que la esencia misma del hombre, de cuya naturaleza se siguen necesariamente aquellas cosas que sirven para su conservación, cosas que, por lo tanto, el hombre está determinado a realizar. Además, entre «apetito» y «deseo» no hay diferencia alguna, si no es la de que el «deseo» se refiere generalmente a los hombres, en cuanto que son conscientes de su apetito, y por ello puede definirse así: el deseo es el apetito acompañado de la conciencia del mismo. Así pues, queda claro, en virtud de todo esto, que nosotros no intentamos, queremos, apetecemos, deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos".
La voluntad tiene dos fuentes: el querer (apetito) y el desear (volición). La volición debe tener un fin, y ese fin nos es conocido. Esto, que es objeto de conocimiento, que es conciente, diferencia a la volición de la inclinación y de la tendencia.
Tendencia, inclinación y volición
La tendencia es un apetito natural arraigado a lo orgánico y ligado a lo instintivo, que se da en todos los seres, pero que carece de fin racional.
La inclinación posee un fin determinado, aunque este fin no es objeto de conocimiento, pues se intuye y suele presentarse como incentivo.
La volición representa un apetito o deseo que de alguna manera ha sido objeto de conocimiento.
La voluntad es un potencial dinámico: una motivación generada por el pensamiento o por el sentimiento es sometida a una deliberación, con lo cual se consigue el conocimiento de ese pensamiento, se sopesan las posibilidades y se lleva adelante el acto.
De hecho, en la voluntad interviene no solamente el apetito, sino también la deliberación: esto es básico. El acto voluntario es deliberativo porque se tiene conocimiento de lo que se va a hacer. El apetito es la base instintiva que se traduce cognitivamente en deseo.
Por lo tanto, en cuanto al conocimiento, esto va de lo más oscuro a lo más claro. Tenemos esta graduación: lo instintivo, que está muy relacionado con un ajuste casi perfecto al medio (natural), pasa por la tendencia, que es el impulso, el moviente interno, que nos lleva a hacer cosas y está muy relacionado con lo orgánico. Por ejemplo, el apetito del hambre o el apetito sexual, muy arraigados en lo orgánico, de los cuales tenemos la vivencia pero no el conocimiento de dónde se originan.
De esto pasamos a la inclinación. Ya hay un poco más de claridad, se reconoce a través de la intuición. Por ejemplo, tenemos inclinación por determinadas cosas: la música, la literatura, etcétera, pero no sabemos en realidad de dónde deviene. Intuitivamente la podemos captar, pero no tenemos el conocimiento consciente de dónde procede.
Llegamos así a la gradación de mayor claridad, que es la volición, en la cual el deseo se hace consciente. Además de eso, tenemos conciencia de la finalidad, elemento que distingue el acto voluntario de cualquier otro acto: sabemos a qué apuntamos. Y también tenemos conocimiento de las consecuencias de cada uno de los pasos para llegar a esa finalidad, es decir, sabemos que ejercemos determinado acto y cuáles son sus posibles consecuencias; la prevención de alguna consecuencia no desea depende de la inteligencia.
Resistencia al deseo
La volición no está en el plano de la ejecución, sino en el psicológico. Vamos a ver la representación mental de todos los pasos: el conocimiento del deseo, el conocimiento de la finalidad, los métodos para lograrlo y las consecuencias que van a tener esos pasos que vamos a dar. Eso es lo volitivo.
Todo acto volitivo implica siempre una resistencia al deseo. No es resistencia interior, sino exterior, por eso se pone en marcha la voluntad.
Para lograr nuestro deseo, tenemos que vencer cierta resistencia exterior. Si todo lo externo está facilitado para suplantar nuestras necesidades, no existiría el apetito ni su correlato cognitivo: el deseo. Éste se produce cuando las necesidades no son suplidas inmediatamente, es decir, cuando nos cuesta, por no disponer de los medios u objetos, satisfacerlas. Existe lo que llamamos resistencia externa.
Vamos a ver un ejemplo muy simple: tengo una tendencia, a través del apetito, a ingerir un alimento.
Sopeso cuáles son las posibilidades de ingerir un alimento: observo que a tres metros hay un pan, entonces esta distancia, que se constituye en resistencia externa, posibilita la realización de un acto voluntario, un acto de volición, porque tengo conocimiento del deseo, tengo conocimiento de actividad (¿hacia dónde voy?: hacia el pan), sé que hay una dificultad a superar (yo estoy acá y el pan está allá), y conozco las consecuencias que puede tener mi acto.
Ahí interviene el Yo, el principio de realidad: ese pan es mío, no es mío, lo como ahora, no lo como ahora. Siempre hay una resistencia, por eso se ejerce la voluntad. Si no existiera la resistencia exterior, sería una acción automática.
Ejecución
Estamos en el plano psicológico. El otro plano, la ejecución, es poner en movimiento los elementos orgánicos, todo lo que es sistema muscular. Pero en la volición nos basta con una sola posibilidad: tenemos apetito, sopesamos racionalmente y deliberamos. La diferencia con la elección, es que allí se sopesa más de una posibilidad. Por ejemplo si existiera un pan y un pedazo de torta, ahí tengo que excluir una de las posibilidades.
Luego, el acto voluntario se caracteriza porque tiene una finalidad, y uno es conciente del deseo, del apetito. Interviene lo deliberativo, que lleva a la ejecución.
Actos no voluntarios
Los actos no voluntarios son aquellos de los cuales no tenemos conocimiento y se ejecutan independientemente de nuestra deliberación. Aquí lo intelectual no interviene, por ejemplo, las cosas propias de lo vegetativo, de las funciones de los órganos per se.
Impulso
El impulso es la tendencia casi irrefrenable a ejecutar un acto. Cuando decimos que el impulso es una tendencia, estamos hablando de un proceso oscuro en cuanto a claridad del conocimiento que vamos a tener de él. Nos referimos a que la fase deliberativa está muy baja.
Decimos "tendencia prácticamente irrefrenable", porque casi no se puede frenar la realización de un acto.
Sin embargo, el impulso tiene un quantum mínimo de deliberación, por eso digo que a pesar de que sea oscuro sentimos la tendencia, y a veces podemos frenarla un poco, pero el acto prácticamente se ejecuta. Las veces que logramos frenar un impulso (a insultar, a gritar, a golpear, a acariciar, etcétera) vivenciamos corporalmente el esfuerzo para reprimirlo, como que el cuerpo cuasi reflejamente se dispone a ejecutar el acto ("Se me hincharon las venas, sentí el calor en la cara y la tensión en el cuerpo"), por lo que frenarlo conlleva un esfuerzo ("Me reventé por dentro, pero no lo insulté").
Motivo
El motivo es la razón o el conocimiento de por qué se quiere o se desea algo, pero no es suficiente para que se convierta en acto, ya que uno puede tener muchos motivos, muchas razones para desear algo, y no por eso poner en funcionamiento los elementos orgánicos que llevan a ejecutar el acto.
Deliberación
En el proceso de volición, habíamos dicho, estaba el deseo, el conocimiento, y el sopesar las consecuencias.
La deliberación, que es una parte de la volición, es cuando uno, ejerciendo la inteligencia, calcula las consecuencias.
Las personas que usan de manera acentuada esta fase de la volición, son del tipo reflexivo: sopesan la mayoría
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