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Amor En La Relacion De Pareja

ucatolica1217 de Abril de 2013

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La experiencia nos muestra que el hombre nace mucho menos preparado para la vida que los demás animales. Morfológicamente, el hombre está determinado por la carencia, la no-adaptación, la no-especialización, es decir, no-evolucionado (no pelo, no órganos naturales de ataque, no agudeza de sentidos), por lo que durante toda su época de lactancia y niñez está sometido a una necesidad de protección incomparablemente prolongada. Es lo que conocemos por indigencia. Esta indigencia hace que el hombre tenga que recorrer constantemente a una praxis de autodefensa, de autoformación y de autoformación , para poder sobrevivir y dominar el mundo.

Como animal de instinto poco seguro, el hombre necesita para su desarrollo de la dirección dialógica y de la compañía de personas con las que trata y se relaciona. En este proceso dialógico el yo se convierte, gracias al tú, en una personalidad que va adquiriendo conciencia de forma creciente (Martín Buber) . La educación –dada primeramente en la familia– es, por tanto, «el proceso de formación de la personalidad. Persigue la humanización del hombre, en el sentido de una integridad personal de una competencia cultural para la comunicación» .

La relación de pareja es aquello a lo que la vida apunta. Desde el alma nos hallamos orientados a la relación de pareja (son politikon). El ser humano que se experimenta incompleto e imperfecto, espera encontrar en la pareja la plenitud y la perfección, razón por la cuál se generan muchas expectativas y sueños con relación a la pareja. En esta búsqueda se encuentran obstáculos que requieren una constante adaptación a condiciones nuevas. El primer obstáculo es que son totalmente diferentes por el solo hecho de ser hombre y mujer, con diferentes contextos familiares y sociales, pero a la vez, maravillosamente complementarios, hecho el uno para el otro. Se dice que “el ser humano no sabe lo que busca, pero si lo que encuentra”, a lo que añado que hemos de buscar siempre.

Con el amor empezamos muy pronto, especialmente con el primer amor, el amor a la madre. Los hijos crecen, y se desengañan de este primer amor, encontrando después a su pareja, de la cual se en-amor-an (!Por fin he encontrado a mi madre, a mi padre!), pero es un amor ciego, puesto que no ve al otro nítidamente, sino desde un punto de vista subjetivo. Con el tiempo se va dando cuenta que el otro espera algo de mí, momento en el que el enamoramiento pasa, y es entonces, donde surge el amor (se dice que es muy fácil enamorarse, pero es muy difícil mantenerse enamorados), viendo al otro tal como es. Hay que aceptar a la pareja tal cual es, si no la perderá; aunque la familia ideal sea la mía, debo reconocer que las otras familias son diferentes. Hay que aceptar a la otra persona completamente, cuerpo, alma y familia. Cuando te casas, te casas también con la familia. Por eso es necesario irse despacio, no precipitarse al momento de elegir, tener una visión completa de toda la persona con la que se quiere ser compañero de viaje para toda la vida. Aunque la familia de origen este lejos, la pareja la trae tras de si, a sus espaldas, pues de ella ha recibido todo lo que es hoy para seguir caminando. Por eso, entre más conocazmos y reconozcamos a la familia de la pareja, mejor lo conoceremos y reconoceremos y amaremos.

La relación de pareja se halla englobada en un entorno y tiene raíces que llegan lejos en el pasado. Aún a pesar de ser tan distintas, la pareja ha de encontrar algo en común en sus familias. Es necesario reconocer a la familia del otro, pues de ahí nacerá el amor. Una de las cosas que más me ha dado “luz” en este módulo es tener esta visión de cada individuo: detrás de cada persona están sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos. Cuando esta visión me permite ver hacia atrás más ampliamente, veo el presente y el futuro con más claridad. Es uno

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