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Analisis Experimental De La Conducta


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2012  •  9.211 Palabras (37 Páginas)  •  2.754 Visitas

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UNIDAD 1

CAPITULO 1

PROGRAMA DE PSICOLOGÍA

EXPERIMENTAL Y METODOLOGÍA

Análisis Experimental de la Conducta

CONCEPTOS BÁSICOS

Rubén González

Arturo Bouzas

UNIDAD 1

CAPITULO 2

CONCEPTOS BÁSICOS

Términos clave

Conducta Clase de respuesta

Respuesta Principios conductuales

Ambiente Procedimiento de cambio conductual

Estímulo Reforzamiento positivo

Conducta respondiente Reforzamiento negativo

Habituación Castigo tipo I

Elicitar Castigo tipo II

Reflejo Incondicionado

Condicionamiento respondiente Reforzador / castigo incondicionado

Estímulo incondicionado Reforzador / castigo condicionado

Estímulo neutral Extinción

Estímulo condicionado Control de estímulos

Extinción respondiente Estímulos antecedentes

Conducta operante Triple contingencia

Contingencia Evento

Emitir Historia de reforzamiento

Consecuencia conductual

Condicionamiento operante

Este capítulo define los conceptos fundamentales necesarios para un análisis científico de la conducta y presenta algunos principios básicos de la conducta descubiertos por este análisis. Todos los principios presentados en este capítulo se examinan detalladamente más adelante. Sin embargo, una explicación inicial proporcionará al estudiante mayor información y un campo de referencia para facilitar la comprensión del texto, antes de una revisión más detallada.

El primer concepto que se revisa es el más importante de todos -la conducta-. Después se definen los conceptos del ambiente y los estímulos, por estímulos del ambiente se entiende que son las variables de control de principal interés en el análisis conductual aplicado. El capítulo presenta después varios de los descubrimientos más importantes producidos por el estudio científico de las relaciones entre la conducta y el ambiente. Se describen los dos tipos de comportamiento más importantes -respondiente y operante- y se presentan las formas básicas en las cuales los estímulos ambientales influyen en cada tipo de conducta. Se explica el término de triple contingencia -un concepto que expresa las relaciones temporales y funcionales entre la conducta operante y el ambiente - y su importancia como punto focal en el análisis experimental de la conducta. El capítulo finaliza con una discusión de la complejidad de la conducta humana, y la dificultad para analizarla y controlarla en escenarios aplicados.

CONDUCTA

La forma en la cual una disciplina científica define su objeto o sujeto de estudio, ejerce una profunda influencia sobre el progreso de la disciplina como un campo de investigación coherente. Por supuesto, la forma en que una disciplina define su objeto de estudio, determina en gran parte los métodos de medición y manipulación experimental que son apropiados y posibles. Apoyándose en la definición de Skinner (1938), la conducta es “el movimiento de un organismo o de sus partes dentro de un marco de referencia proporcionado por el organismo, o por varios objetos o campos externos” (p.6), Johnston y Pennypacker (1980) propusieron una definición de conducta que ofrece la conceptualización más sólida y la delineación empírica más completa del concepto.

La conducta de un organismo es aquella porción de la interacción del organismo con su ambiente que se caracteriza por movimientos detectables en el espacio a través del tiempo y que resultan en un cambio medible al menos en algún aspecto del ambiente (p. 48).

Johnston y Pennypacker continuaron elaborando los elementos principales de su definición. La frase conducta de un organismo restringe el objeto de estudio a la actividad de los organismos vivos, dejando fuera del uso científico del término, nociones tales como la conducta de un marco de madera.

La frase porción de la interacción del organismo con el ambiente, especifica las condiciones requeridas necesarias y suficientes para la ocurrencia de la conducta como:

(1) la existencia de dos entidades separadas, organismo y ambiente; y (2)la existencia de una relación entre ellas. La conducta no puede ocurrir en un medio vacío, ni puede ocurrir en ausencia de vida. Los estados internos del organismo sean reales o hipotéticos, no constituyen eventos conductuales, porque no denotan ningún proceso interactivo. Estar hambriento o estar ansioso son ejemplos de estados que en ocasiones se confunden con la conducta y se utilizan para explicarla. Ninguna de estas frases especifica un agente del ambiente con el que el organismo hambriento o ansioso interactúa, por lo que no está implicada ninguna conducta. De manera similar, las condiciones independientes o los cambios en el ambiente, no definen la ocurrencia de la conducta porque no se especifica ningún proceso interactivo. Un animal caminando en la lluvia se moja, pero “mojarse” no es una instancia de la conducta (Johnston y Pennypacker, 1980).

La conducta es movimiento, sin considerar una escala; por esta razón la frase desplazamientos en el espacio a través del tiempo. Además de excluir todos los estados del organismo, la definición no incluye como un evento conductual el movimiento producido por la acción de fuerzas físicas independientes. Así, el que una fuerte ráfaga de viento te sople no sería un ejemplo de conducta; tanto los organismos como los objetos sin vida se mueven de manera similar, cuando hay un viento suficiente. La conducta sólo puede ejecutarse por organismos vivos.

Las características medibles de la conducta también se resaltan en la frase señalada. La conducta se debe ver como un proceso continuo que ocurre a través del tiempo, “El tiempo es un parámetro universal de la conducta y de este modo figura de manera importante en el desarrollo de unidades apropiadas de medición” (Johnston y Pennypacker, 1980, p. 50). Johnston y Pennypacker se refieren a estas dimensiones fundamentales por las cuales la conducta se puede medir, como locus temporal (cuando ocurre una conducta específica en el tiempo), la extensión temporal (la duración de una conducta dada), y replicabilidad (la frecuencia con la que una conducta específica ocurre a través del tiempo). La dimensión de la conducta más importante y básica es la frecuencia de ocurrencia. En el análisis experimental, la ocurrencia y no ocurrencia de una conducta se debe medir confiablemente. Sin una medición precisa, es imposible determinar las variables que controlan la conducta.

Johnston y Pennypacker (1980), mencionan que “la cualidad más importante para la dirección de la ciencia de la conducta” se encuentra en la última parte de su definición: esto resulta en un cambio medible por lo menos en algún aspecto del ambiente.

Debido a que el organismo no se puede separar de un ambiente y debido a que conducta se refiere a las relaciones entre el organismo y el ambiente, es imposible para un evento conductual no influir en el ambiente de alguna manera. Siendo este el caso, el ambiente sirve como anclaje para la relación definida y proporciona los medios mediante los cuales la relación (conducta) se puede detectar y medir. En otras palabras, por definición, la conducta se debe detectar y medir por sus efectos sobre el ambiente (p. 51).

O en las palabras de Skinner (1969):

Para ser observada, una respuesta debe afectar el ambiente -debe tener un efecto sobre un observador o sobre un instrumento el cual en su momento puede afectar a un observador. Esto es tan verdadero como la contracción de un pequeño grupo de fibras musculares al presionar una palanca (p. 130).

El término conducta usualmente se utiliza para referirse a un amplio grupo o una clase de movimientos que tiene en común ciertas dimensiones (por ejemplo, la conducta de aplaudir) o funciones (por ejemplo, la conducta de estudiar). El término respuesta se utiliza para referirse a una instancia específica de una conducta particular. La manera en la cual una respuesta se define, es de gran importancia dadas las instancias específicas de la conducta -las respuestas- ya que son el foco de observación y evaluación en estudios conductuales (Skinner, 1969). En otras palabras, la respuesta es la unidad de análisis medible en la ciencia de la conducta. Por ejemplo, en un estudio de la conducta de escritura a mano, la escritura de letras individuales del alfabeto podría ser la unidad de medición y análisis.

AMBIENTE

La ciencia de la conducta pretende descubrir leyes o afirmaciones que describan las relaciones funcionales entre la conducta y el ambiente. Johnston y Pennypacker (1980) definen al ambiente como:

el conglomerado de circunstancias reales en las que el organismo o las partes del organismo existen. El término podría incluir otras partes o aspectos del organismo distintas del que es objeto de estudio. Así, el término apropiado denota un universo de eventos que difieren de una instancia a otra (p. 53).

Estímulo es el término general utilizado para describir aspectos específicos del ambiente que se pueden diferenciar entre sí. En cualquier estudio, el término estímulo usualmente se utiliza en referencia a aquellas variables del ambiente que el experimentador controla y manipula en alguna forma, para determinar su influencia sobre la conducta bajo investigación. Un estímulo es cualquier condición, evento o cambio en el mundo físico. Los estímulos tienen dimensiones físicas (tamaño, color, intensidad, peso, posición) y se describen, miden y manipulan de acuerdo a esas dimensiones. Los estímulos ocurren fuera y dentro del cuerpo, aunque los estímulos más estudiados por los analistas de la conducta son aquellos que ocurren fuera del cuerpo, pues éstos son más fáciles de observarse y medirse en forma confiable. Los estímulos son personas, lugares y cosas; luz, sonidos, olores sabores y texturas. Los estímulos ocurren antes, durante y después de la conducta de interés. Algunos estímulos ejercen un control poderoso sobre la conducta mientras que otros no tienen efectos medibles. Las respuestas y estímulos son los conceptos fundamentales en el análisis de la conducta.

CONDUCTA RESPONDIENTE Y CONDICIONAMIENTO RESPONDIENTE

Todos los organismos intactos ingresan al mundo con la habilidad de emitir respuestas en presencia de ciertos estímulos; no se requiere ningún aprendizaje. Más aún, todos los miembros sanos de algunas especies, están equipados con las mismas habilidades, o repertorio de estas conductas no aprendidas. La habilidad para responder automáticamente a ciertos estímulos es parte del equipo genético de cada organismo. Tales conductas funcionan como protección contra ciertos estímulos dañinos (e.g. contraer la pupila ante la luz brillante) y ayudan a regular la economía interna del organismo (e.g. cambios en el ritmo cardiaco y respiratorio en respuesta a la temperatura y a los niveles de actividad); estas respuestas se desarrollaron a través de la selección natural debido a su valor para la supervivencia de la especie. Este tipo de conducta, llamada conducta respondiente, proporciona a cada organismo un conjunto de respuestas estructuradas para estímulos específicos; estas son conductas que el organismo individual no tendría tiempo de aprender.

La conducta respondiente se define como la conducta que es provocada por estímulos antecedentes. En otras palabras, una respuesta es producida o causada por un estímulo que la precede. No se requiere hacer nada para que la respuesta ocurra. Una luz brillante en los ojos ( estímulo antecedente) causa (provoca) la contracción de la pupila (respondiente). Si las partes del cuerpo necesarias trabajan ordenadamente la contracción de la pupila ocurrirá invariablemente.

El verbo elicitar significa “provocar o causar”, se utiliza en conjunción con la conducta respondiente. Tomándolos juntos, el estímulo antecedente y la conducta que éste produce, se obtiene un reflejo. El organismo humano está equipado con un gran número de reflejos incondicionados o no aprendidos, los cuales ayudan a mantener el balance interno y la supervivencia del individuo.

Nuevos estímulos pueden adquirir la habilidad de provocar respondientes. Este tipo de aprendizaje llamado condicionamiento respondiente, se asocia la mayoría de las veces con el fisiólogo ruso Ivan Pavlov. Al inicio de este siglo, mientras estudiaba el sistema digestivo de perros, Pavlov notó que sus animales experimentales salivaban cada vez que su asistente abría la puerta de la jaula para alimentarlos. Los perros no salivan naturalmente con el sonido de las puertas que se abren, pero en el laboratorio de Pavlov los perros salivaban consistentemente cuando la puerta se abría. Su curiosidad lo impulsó a diseñar y conducir una serie de experimentos clásicos e históricos. El resultado de este trabajo fue la demostración experimental del condicionamiento respondiente.

El procedimiento de Pavlov fue tocar una campana justo un instante antes de alimentar a los perros. La comida en la boca, un estímulo incondicionado (EI), provocó salivación (RI); el sonido de la campana, un estímulo neutral (EN), no la provocó. Sin embargo, después de aparear en varias ocasiones el sonido de la campana con la presentación de la comida, el sonido de la campana por sí mismo provocó salivación, de este modo se convirtió en un estímulo condicionado (EC). Los perros habían aprendido, o se habían condicionado, a salivar en respuesta a un nuevo estímulo, el sonido de la campana.

Pavlov también descubrió que después del condicionamiento, el sonido de la campana perdería su habilidad para provocar la salivación si ésta se presentaba varias veces sola, sin ser seguida por el alimento. A la presentación repetida de un estímulo condicionado sin el estímulo incondicionado, hasta que el estímulo condicionado no logra provocar la respuesta condicionada, se llama extinción de la respondiente. La figura 2.1 muestra un esquema de condicionamiento respondiente y extinción de la respondiente.

FIGURA 2.1 Representación esquemática del condicionamiento respondiente y extinción respondiente. Como se observa en el diagrama, la presentación de comida, un estímulo incondicionado (EI), elicita la salivación, un reflejo incondicionado (IR). La campana, un estímulo neutral (EN), no tiene efecto sobre la salivación. Después se muestra el procedimiento de condicionamiento respondiente. La campana suena justo antes, o simultáneamente con la presentación de la comida. Posteriormente se presenta el resultado del condicionamiento respondiente. Después de un número suficiente de apareamientos, la campana ahora, es un estímulo condicionado (EC), elicita la salivación por sí misma, y se crea un reflejo condicionado (RC). Por último, se representa la extinción respondiente. Después de presentaciones repetidas del (EC) sólo, no se provoca la RC y el EC se convierte nuevamente en un EN.

La conducta respondiente parece cambiar un poco, si bien no completamente, durante el tiempo de vida de las personas. Hay dos excepciones: 1) ciertos reflejos desaparecen con la maduración, tales como agarrar un objeto colocado en la palma de la mano, este es un reflejo que desaparece a los 3 meses de edad (Bijou y Baer, 1965); y 2)algunos reflejos se desarrollan después, tale como las respondientes relacionadas con la conducta sexual y la reproducción. Sin embargo, durante el tiempo de vida de una persona, estímulos específicos que previamente fueron neutrales (e.g. el sonido de la máquina del dentista) pueden provocar respondientes (i.e. palpitaciones o sudoración). Cuando observamos la conducta humana, las respondientes constituyen sólo un pequeño porcentaje de las conductas de interés para el analista conductual aplicado. Como Skinner (1953) señaló,

Los reflejos, condicionados o no, se refieren principalmente a la fisiología interna del organismo. Nosotros estamos más interesados, sin embargo, en la conducta que tiene algún efecto sobre el mundo circundante (p. 59).

Es este otro tipo de conducta y el proceso por el cual es aprendido, lo que examinaremos ahora.

CONDUCTA OPERANTE Y CONDICIONAMIENTO OPERANTE.

Cuando un bebé alza sus brazos en el espacio y pone en acción un juguete móvil colgado en su cuna, está operando sobre su ambiente. El movimiento del móvil y el sonido del juguete son estímulos producidos por la conducta del bebé, las consecuencias de golpear el juguete con sus manos. Si continuáramos observando la conducta del bebé, descubriríamos un incremento en la tasa de movimientos de los brazos, cuando el juguete cuelga en su cuna, su conducta se describe como una operante. Los efectos o consecuencias de una conducta operante sobre el ambiente, determinan la frecuencia de ocurrencia de la conducta futura. Además, las consecuencias de la conducta operante sirven para definir la operante en términos de un conjunto dado de condiciones antecedentes. En otras palabras, una operante no se puede definir describiendo la topografía, o la forma física de la respuesta (Skinner, 1983). Las operante se deben definir en términos de una relación con el control de variables.

Permitir pasar el agua a través de las manos se puede describir adecuadamente como topografía, pero “lavarse las manos” es una “operante” definida por el hecho de que, cuando nos hemos comportado de esa manera en el pasado, nuestras manos se han limpiado -una condición que se ha convertido en reforzante, pues minimiza el riesgo de ser criticado o de contagiarse. La conducta con la misma topografía puede ser parte de otra operante si el reforzamiento consistió en estimulación simple de las manos o la evocación de una conducta imitativa en un niño al que se le está enseñando a lavarse las manos… No es suficiente decir que una operante se define por sus consecuencias. Las consecuencias deben haber tenido el efecto de hacer de una condición de privación o estimulación aversiva, una variable ordinaria… De este modo, un conjunto de contingencias define una operante (Skinner,1969, pp. 127, 130,131).

Tabla 2.1 Algunas diferencias entre conducta respondiente y operante.

Dimensión Respondiente Operante

Partes del cuerpo que producen la respuesta. Principalmente músculos lisos y glándulas para la mayoría de las respondientes; algunas veces músculos estriados (p. ejemplo, para la respuesta de alarma) determinados filogenéticamente. Principalmente músculos estriados y huesos; algunas veces músculos lisos y glándulas (p. ejemplo: control de la bio-retroalimentación de vísceras).

Función Mantener el balance interno del organismo; para proporcionar mecanismos de sobrevivencia que el organismo probablemente no tendrá tiempo de aprender. Capacitar al individuo a interactuar con el ambiente; para proporcionar formas nuevas y más efectivas para enfrentarse a cualquier cambio en el ambiente.

Factores del ambiente que controlan la respuesta Estímulos antecedentes que elicitan (o causan) la respuesta; las consecuencias no afectan a la respondiente. Las contingencias de reforzamiento consisten en (1)condiciones de estímulos antecedentes, (2)la respuesta, y (3)la consecuencia, las consecuencias de la respuesta determinan la probabilidad de que ocurran nuevamente en el futuro. Los estímulos antecedentes (discriminativos) también son importantes; sin embargo, tales estímulos adquieren control debido a su asociación con ciertas consecuencias para esa respuesta. De este modo, el control principal de la conducta operante se apoya en las consecuencias, los efectos sobre el ambiente, que la conducta produce.

Verbo utilizado para referirse a la ocurrencia de la conducta Elicitar (“la conducta llorar es elicitada por la arena en los ojos”). Emitir (“Juanito emite una alta tasa de vocalizaciones”).

Procesos de condicionamiento Condicionamiento respondiente, clásico o pavloviano; a través de un proceso de apareamiento los estímulos que originalmente no tenían efecto sobre una respondiente pueden adquirir la habilidad de elicitar la respuesta (ver figura 2.1). Condicionamiento operante; este cambia la probabilidad de que una respuesta ocurra en el futuro manipulando las consecuencias para esa respuesta.

Límites de la conducta El tipo o rango de conductas respondientes están limitadas a las funciones de sobreviviencia de las estructuras reflejas de los organismos. Todos los miembros de las mismas especies poseen el mismo conjunto de reflejos (siempre y cuando sea un organismo saludable). Nuevas respondientes no se adquieren durante la vida, aunque pueden ser elicitadas por un amplio rango de estímulos entre los miembros de una especie dada, dependiendo de la historia de condicionamiento particular de cada organismo. El repertorio se desarrolla filogenéticamente. La conducta está limitada sólo por la condición física y la estructura genética del organismo. Operantes nuevas y más complejas se adquieren continuamente. El repertorio se desarrolla ontogenéticamente.

Ejemplos Contracción y dilatación de la pupila, reflejo patelar, lagrimeo, respiración, ritmo cardiaco, salivación, secreciones glandulares, respuestas de un bebé de tomar objetos. Leer, escribir, hablar, pensar, tocar un instrumento musical, manejar un auto, pintar, sentarse, pararse, caminar, correr.

Una contingencia, entonces, es la descripción completa de una operante específica. La descripción de una contingencia incluye: 1)Una definición precisa de los límites y el rango de la topografía de la respuesta que producirá, 2)una consecuencia específica y, 3)la situación medioambiental (la condición de privación o estimulación aversiva de Skinner) en la cual esa consecuencia influye en la futura probabilidad de respuesta.

La conducta operante es cualquier conducta cuya probabilidad de ocurrencia está determinada por su historia de consecuencias. Mientras que la conducta respondiente proporciona a una persona un número limitado de respuestas automáticas a ciertos estímulos y a otros eventos medioambientales apareados con estos estímulos, la conducta operante capacita a una persona para emitir respuestas nuevas y complejas a un mundo siempre cambiante. La conducta operante es dinámica, cambia constantemente en respuesta al ambiente. La tabla 2.1 hace una diferencia entre la conducta respondiente y la conducta operante a través de diversas dimensiones.

Efectos de las Consecuencias sobre la Conducta Operante

Una consecuencia conductual es un cambio en el ambiente (estímulo) que sigue a una conducta en una secuencia temporal relativamente inmediata y que altera la probabilidad de futuras ocurrencias de esa conducta. Las consecuencias toman una de dos formas: 1) un nuevo estímulo es presentado o agregado al ambiente; o 2) un estímulo ya presente es terminado o removido del ambiente. Con cualquiera de las dos operaciones, las consecuencias producen uno de dos resultados sobre la conducta cuando un estímulo es una variable controladora: 1) la tasa futura de la conducta incrementará, o 2) la tasa futura de la conducta decrementará.

Con el ejemplo del bebé y su juguete móvil, la conducta de golpear el juguete produce nuevos estímulos -movimientos y sonidos musicales- que para la mayoría de los bebés sirven para incrementar la tasa futura de los movimientos de la mano en dirección al juguete. Si ocurre este incremento en la tasa, se ha producido el reforzamiento operante. En este caso, el movimiento y el sonido del juguete serían un reforzador. Si por otro lado, el movimiento y el sonido musical del juguete provocan un decremento en la tasa de la conducta de jugar del bebé, se produce el castigo, y los estímulos producidos por su conducta se llamarán castigos.

La segunda forma que pueden tomar las consecuencias conductuales en el ambiente es el retiro o terminación de un estímulo. Asumamos, para el propósito de este ejemplo, que el movimiento y el sonido del juguete son reforzadores para el bebé. Asumamos también, que el móvil funciona automáticamente pero se detiene si el bebé lo golpea con su brazo. En este ejemplo los movimientos de la mano en dirección al juguete serían castigados si la conducta ocasiona la terminación de un estímulo reforzante. Sin embargo, si el movimiento y el sonido producidos por el móvil fueran castigos para el bebé, y el móvil se detiene cuando lo golpea con su brazo, esa conducta será reforzada (incrementará su frecuencia).

Así, las consecuencias de la conducta se clasifican como una función de: 1)la operación llevada a cabo con el estímulo (se agrega o retira del ambiente) y, 2)el efecto resultante sobre la tasa futura de la conducta.

La figura 2.2 muestra la relación entre las consecuencias y su efectos sobre la conducta. Cada uno de los cuatro cuadros de la figura 2.2 representa un principio de la conducta, una afirmación de la relación entre una operación en el ambiente, (en este caso, el estímulo cambia inmediatamente siguiendo una conducta) y la futura probabilidad de que esa conducta ocurra.

Figura 2.2 Identificación de los procesos conductuales como una función de la operación estímulo-cambio y el efecto resultante sobre la conducta. (De W. H. Morse/ R. T. Kelleher, “Determinants of Reinforcemente and Punishment” en Handbook of Operant Behavior, Honig/Staddon eds., 1977, p. 180. Reimpreso bajo permiso de Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, NJ).

El término condicionamiento operante comprende tanto el reforzamiento como el castigo, los cuales se definen por sus efectos sobre la conducta. Si una conducta es seguida por un evento que incrementa su probabilidad de ocurrencia, se lleva a cabo el reforzamiento. Por el contrario, si una conducta es seguida por un evento que decrementa la probabilidad de ocurrencia de esa conducta, se habla de un castigo. El reforzamiento y el castigo se pueden llevar a cabo mediante dos operaciones diferentes, dependiendo de qué estímulo se emplee y si la consecuencia consiste en una operación aditiva (presentación) o reductiva (retiro) en el ambiente (Skinner, 1953; Morse y Kelleher, 1977). Algunos conductistas argumentan que desde un punto de vista funcional o teórico, sólo se requieren dos principios para describir los efectos básicos de las consecuencias de la conducta -reforzamiento operante o fortalecimiento y castigo operante o debilitamiento. Sin embargo, desde la perspectiva del procedimiento (un factor importante para el analista conductual aplicado), existen varias estrategias de modificación de conducta basadas en cada uno de los cuatro principios básicos representados en la figura 2.2. Varios capítulos posteriores se dedicarán a la discusión detallada de cada uno de estos principios básicos, junto con varias estrategias y las implicaciones de su aplicación para lograr un cambio conductual importante socialmente.

Antes de revisar los ejemplos de los cuatro principios básicos del condicionamiento operante, es importante comprender dos hechos sobre cómo afectan las consecuencias a la conducta. Primero, las consecuencias pueden afectar sólo a la conducta futura; la respuesta que provocó la consecuencia está hecha y terminada. Una consecuencia de la conducta afecta sólo la probabilidad de que respuestas similares se emitan nuevamente en el futuro bajo condiciones de estimulación similares. Segundo, las respuestas emitidas debido a los efectos del reforzamiento, son probablemente diferentes de las respuestas anteriores pero tienen elementos comunes con estas respuestas para producir la misma consecuencia. Estas respuestas similares (pero en algo diferentes) comprenden una clase de respuestas. Esta es la clase de respuesta que será fortalecida o debilitada mediante el condicionamiento operante y el concepto clase de respuesta es clave para el desarrollo y elaboración de una nueva conducta, como se verá en el capítulo posterior.

El reforzamiento fortalece las respuestas que difieren en topografía desde la respuesta reforzada. Cuando reforzamos el oprimir una palanca, por ejemplo, o el decir Hola, las respuestas difieren ampliamente en topografía. Esta es una característica de la conducta que tiene un gran valor para la sobrevivencia…, ya que sería muy difícil para un organismo adquirir un repertorio efectivo si el reforzamiento fortaleciera sólo respuestas idénticas. (Skinner, 1969, p. 131)

PRINCIPIOS BÁSICOS Y PROCEDIMIENTOS APLICADOS

Un principio de conducta describe una relación funcional básica entre la conducta y sus variables controladoras. Los principios básicos de la conducta se han demostrado repetidamente en cientos y miles de análisis a través de varias especies, conductas y condiciones. Un procedimiento de cambio conductual es un método para operacionalizar o poner en práctica un principio conductual. Existen relativamente pocos principios de conducta pero muchos procedimientos de cambio conductual derivados. Para ejemplificar, el reforzamiento es un principio conductual porque describe una relación legal entre la emisión de una conducta, la entrega de una consecuencia, y el incremento en la probabilidad de la futura ocurrencia de esa conducta. Sin embargo, la acumulación de puntos en una economía de fichas o el dar un premio social, serán considerados procedimientos de cambio conductual derivados de principios más básicos. Para citar otro ejemplo, el castigo es un procedimiento conductual pues describe la relación establecida entre la emisión de una conducta, la presentación de una consecuencia y el decremento en la probabilidad de ocurrencia de la conducta en el futuro. El costo de respuesta y el tiempo fuera, por otro lado, son procedimientos de modificación de conducta, son dos estrategias diferentes utilizadas para operacionalizar el principio de castigo.

Reforzamiento

El principio de conducta más básico y conocido es el reforzamiento operante. El reforzamiento positivo ocurre cuando una conducta es seguida inmediatamente por la presentación de un estímulo y, como resultado, ocurre con mayor frecuencia en el futuro. Por ejemplo, la conducta de poner la llave y girarla hacia la derecha para poner en funcionamiento el automóvil se mantiene porque el auto ha funcionado en el pasado cuando se gira la llave hacia la derecha. De este mismo modo, se dice que el juego independiente de un niño es reforzado cuando éste incrementa como resultado de los premios y la atención que recibe de sus padres cuando juega.

Ciertos estímulos incrementan la futura probabilidad de una conducta cuando éstos terminan inmediatamente después de una respuesta. Este principio se llama reforzamiento negativo. Cuando el agua de la regadera está muy caliente, la conducta de ajustar la temperatura del agua es reforzada por la terminación o retiro del estímulo muy caliente. De igual manera, el estudiante cuyo mal comportamiento en clase incrementa como resultado de ser enviado al patio cuando se porta mal está recibiendo reforzamiento negativo cuando lo sacan (más que castigo, que probablemente era lo que intentaba el maestro). Las contingencias de escape y evitación comprenden el reforzamiento negativo. Al salirse, los estudiantes que se portan mal escapan (o evitan también, dependiendo del momento de su mala conducta) el castigo (para él) de las actividades escolares.

El concepto de reforzamiento negativo ha confundido a muchos estudiantes de análisis de la conducta. Mucha de la confusión puede deberse a la inconsistencia de la historia temprana y el desarrollo del término (ver Michael, 1975, para una excelente discusión del problema) y a varios libros de texto de psicología y educación y a profesores que utilizan el término inadecuadamente. El principio de reforzamiento negativo se presenta detalladamente en el capítulo 11. Sin embargo, recordar que el término reforzamiento siempre significa un incremento en la tasa de respuesta y que positivo y negativo describen el tipo de operación de cambio de estímulo que caracteriza mejor a la consecuencia (por ejemplo, presentar o retirar un estímulo); facilitaría la discriminación de los principios y de la aplicación del reforzamiento positivo y negativo.

CASTIGO

Aunque la mayoría de los conductistas apoyan la definición de castigo como una consecuencia que decrementa la probabilidad de la futura ocurrencia de la conducta (Azrin y Holz, 1966; Skinner, 1953), se han utilizado diversos términos en la literatura para referirse a los dos tipos de consecuencias que plantea la definición. Algunos libros (Baldwin y Baldwin, 1981; Malott, General y Snapper, 1973) utilizan los términos castigo positivo y castigo negativo, paralelamente a los términos reforzamiento positivo y reforzamiento negativo. Los modificadores de positivo y negativo no sugieren la intención o el deseo del cambio conductual producido; Especifican solamente cómo el cambio del estímulo que sirvió como consecuencia aversiva fue afectado -si éste se presento (positivo) o se retiró (negativo).

Aún cuando los términos castigo positivo y negativo son consistentes con los términos utilizados para diferencias las dos operaciones de reforzamientos, éstos son menos claros que lo términos presentados por Whaley y Malott (1971) en el libro clásico Principios Elementales de la Conducta. Whaley y Malott utilizaron las frases “castigo por estimulación contingente” y “castigo por retiro contingente de un reforzador positivo” para distinguir entre las dos operaciones de castigo. Esta terminología ilustra la diferencia entre los procedimientos de los dos tipos de castigo. Las diferencias en los procedimientos, así como en el tipo de estímulos involucrados -reforzados o evento aversivo- tienen implicaciones importantes para la aplicación, cuando se indica una técnica de reducción de conducta basada en el castigo. Los términos castigo Tipo I y TipoII se han utilizado para diferenciar el castigo por estimulación contingente y el castigo por retiro contingente de un reforzador positivo (Foxx, 1982), y estas designaciones se han adoptado en este texto. Sin embargo, debe recordarse que simplemente son breves sustitutos de una terminología más completa introducida por Whaley y Malott.

Así como los dos tipos de reforzamiento, existen varios procedimientos de modificación conductual que incorporan estos dos principios de castigo. Algunos libros reservan el término castigo para procedimientos que involucran el Tipo I del castigo, y describen separadamente los procedimientos de cambio conductual de tiempo fuera, de los procedimientos de reforzamiento positivo y costo de respuesta; aún cuando ambos procedimientos se derivan del castigo del Tipo II. Otros autores identifican el tiempo fuera y el costo de respuesta como dos principios de castigo independientes, haciendo un total de tres tipos básicos de castigo (Stuphauzer, 1977). Aún cuando el tiempo fuera y el costo de respuesta son estrategias importantes y deben ser parte del repertorio de un analista de la conducta, son procedimientos de modificación de conducta y no principios básicos de la conducta.

Muchos procedimientos de modificación conductual, aunque estén basados principalmente en un principio dado, involucran varios principios de conducta en su aplicación. Es muy importante para el analista de la conducta tener una comprensión conceptual sólida de los principios básicos de la conducta. Este conocimiento permite un mejor análisis de las variables controladoras actuales, y un mejor diseño y evaluación de las intervenciones conductuales que reconocen el papel de varios principios que podrían intervenir en una situación dada.

TIPOS DE ESTÍMULOS QUE REFUERZAN Y CASTIGAN

Algunos estímulos, sin haber tenido previo contacto, son capaces de influir en la tasa futura de conductas de las que son consecuencia. Si un estímulo dado sirve para fortalecer tal conducta, lo llamaremos un reforzador incondicionado. Dadas las condiciones de privación apropiadas, los estímulos que apoyan el mantenimiento biológico y la supervivencia del organismo, funcionan como reforzadores incondicionados. La comida, el agua, ciertas temperaturas sobre la piel, dormir y la estimulación sexual son ejemplos de reforzadores incondicionados que pueden fortalecer las respuestas que les preceden inmediatamente a su acceso.

Similarmente, un evento aversivo incondicionado debilita las respuestas que preceden a su aplicación, siempre y cuando el receptor no haya tenido experiencia previa con el estímulo. Los eventos aversivos incondicionados incluyen aquellos estímulos que causan daño en la piel, o que dañan físicamente las células de nuestro cuerpo. Virtualmente cualquier estímulo al que un organismo es sensible puede ser intensificado hasta el punto que su aplicación suprima una conducta (Bijou y Baer, 1965). Luz brillante, sonidos intensos y temperaturas extremas, por nombrar algunos, son estímulos de los cuales escapamos cuando están entre los niveles que causan daño.

Algunas recompensas y estímulos aversivos controlan nuestras acciones debido a la forma en que nuestras especies evolucionaron, los llamamos recompensas o estímulos aversivos no aprendidos. Nosotros heredamos una estructura biológica, que causa que algunos estímulos sean recompensantes o aversivos. Esta estructura evolucionó porque las recompensas ayudaron a nuestros antecesores a sobrevivir, mientras que los estímulos aversivos dañaron su sobrevivencia. Algunas de estas recompensas no aprendidas son la comida y el agua, que nos ayudan a sobrevivir fortaleciendo las células de nuestro cuerpo. Otras ayudaron a nuestra especie a sobrevivir, a través de la reproducción y el cuidado de nuestros descendientes -estos estímulos incluyen la estimulación recompensante que resulta de la copulación y la crianza-. Y muchos estímulos aversivos no aprendidos perjudicaron nuestra sobrevivencia dañando nuestro cuerpo; tales aversivos incluyen incendios, cortadas y raspones (Malott, Tillena y Glenn, 1987, p. 9).

Como conductas respondientes, los reforzadores y estímulos aversivos incondicionados son relativamente menos en número. De hecho, muy pocas conductas operantes en la rutina diaria de la mayoría de las personas están directamente controladas por reforzadores y castigos incondicionados. Siempre y cuando vayan a trabajar diario, podrán ganar el dinero para comprar la comida. La presentación de la comida está muy distante en el tiempo, en relación a las respuestas que se requirieron para obtenerla, para ejercer control sobre la conducta de trabajar. La conducta es más influenciada por los resultados inmediatos.

Los estímulos que sirven con mayor frecuencia como reforzadores y castigos son los reforzadores y los estímulos aversivos condicionados. Los estímulos que funcionan de esta manera han sido apareados en el pasados con otros reforzadores o eventos aversivos. Los reforzadores y eventos aversivos condicionados no están relacionados con ninguna necesidad o estructura biológica; se han desarrollado como resultado de la experiencia única de cada persona con su ambiente. Por consecuencia, la lista de reforzadores condicionados y estímulos aversivos de cada persona es única y cambiante: no existen dos personas que hayan experimentado el mundo de la misma forma. Por otro lado, si la gente comparte experiencias similares como cultura, educación, profesión; ellos tienen más probabilidad de responder en forma parecida ante muchos reforzadores y estímulos condicionados similares. Los reforzadores sociales y la atención son ejemplos de reforzadores condicionados casi universales en nuestra cultura. Debido a que la atención social y la aprobación ¨(así como la desaprobación) son frecuentemente apareados con muchos otros reforzadores (y eventos desagradables), ellos ejercen un control poderoso sobre gran parte de la conducta humana y recibirán más atención en los siguientes capítulos cuando se presenten las técnicas específicas de modificación conductual.

Debido a nuestras historias similares en una cultura común, existe una considerable generalización de una persona a otra, por lo que se debe impulsar al analista de la conducta a investigar los reforzadores y castigos de clases de estímulos que han probado ser efectivos con otros individuos similares. Sin embargo, en un esfuerzo por establecer primero una comprensión de los principios básicos de la conducta, hemos evitado expresamente la presentación de muchos ejemplos de estímulos que podrían funcionar como reforzadores y castigos. Morse y Kelleher (1977) establecieron este punto muy bien.

Los reforzadores y eventos desagradables, como “aspectos” medioambientales parecen tener una mayor confiabilidad que los cambios ordenados temporalmente en la conducta en curso. No hay concepto que prediga confiablemente cuándo los eventos serán reforzadores o castigos; las características definitorias de las recompensas y castigos se refieren a cómo éstos modifican la conducta. Los eventos que incrementan o decrementan la ocurrencia subsecuente de una respuesta, no podrían modificar otras respuestas en la misma forma.

Definiendo el reforzamiento como la presentación de un reforzador contingente con una respuesta, la tendencia es hacer énfasis en el evento e ignorar la importancia de las relaciones contingentes y de la conducta antecedente y subsecuente. Así es como éstos cambian a la conducta que define los términos reforzador y evento aversivo; de este modo es el cambio ordenado en la conducta, la clave de estas definiciones. No es apropiado suponer que los eventos particulares del ambiente como la presentación de comida o choque eléctrico son reforzadores o castigos hasta que un cambio en la tasa de respuesta ha ocurrido, cuando el evento es programado en relación a respuestas específicas.

Un estímulo pareado con un reforzador se dice que se convierte en un reforzador condicionado, aunque de hecho es la conducta del sujeto la que ha cambiado y no el estímulo… Es, por supuesto, útil hablar de reforzadores condicionados…, justo como es conveniente hablar sobre un reforzador antes de hablar sobre un evento que ha seguido una instancia de una respuesta específica y ha resultado en un incremento subsecuente en la ocurrencia de respuestas similares. Lo que sigue puede ser molesto, pero tiene la ventaja de referentes empíricos. Ya que muchas respuestas diferentes se pueden formar por eventos consecuentes, y en virtud de que un evento consecuente dado es con frecuencia efectivo al modificar la conducta de diferentes individuos, se convierte una práctica común referirse a los reforzadores sin especificar la conducta que se está modificando. Estas prácticas comunes tienen consecuencias desafortunadas. Llevan a visiones erróneas de que las respuestas son arbitrarias y que el efecto del reforzamiento o del castigo de un evento, es una propiedad específica del evento por sí mismo (pp. 176-177, 180).

El punto de vista de Morse y Kelleher (1977), es de gran importancia para completar la comprensión de las interacciones de la conducta y el ambiente. El reforzamiento y castigo operantes no son simplemente los productos de ciertos eventos o estímulos, los cuales después son referidos como reforzadores y castigos, sin referencia a una conducta dada ni a un conjunto de condiciones medioambientales. Los términos reforzador y evento aversivo, no se utilizan como una función de un pretendido efecto conductual basado en una supuesta propiedad inherente de los estímulos por sí mismos. Morse y Kelleher (1977) continúan,

Cuando los lados de la tabla se designan en términos de clases de estímulos (positivo-negativo, placentero-dañino) y las operaciones experimentales (presentación del estímulo-retiro del estímulo), las celdas de la tabla son, por definición, variedades de reforzamiento y castigo. Un problema es que los procesos indicados en las celdas ya han sido tomados, en la categorización del estímulo, como positivos o negativos; un segundo problema es que existe la suposición tácita de que la presentación o retiro de un estímulo particular tendrá un efecto invariable. Estas relaciones son claras, si las operaciones empíricas son utilizadas para designar las condiciones limítrofes.. La caracterización de los procesos conductuales depende de las observaciones empíricas. El mismo evento, bajo diferentes condiciones, incrementará la conducta o la decrementará. En el primer caso el proceso es llamado reforzamiento y en el segundo caso castigo (p. 180).

La figura 2.2 muestra la determinación de los procesos de reforzamiento y castigo operante, como una función de la operación de un estímulo y el efecto que resulta sobre la conducta. Por lo menos uno de estos dos procesos -reforzamiento o castigo- y/o extinción -el retiro del reforzamiento para una conducta previamente reforzada-, está involucrado de manera importante en el análisis y modificación de toda conducta operante.

El profesor quiere pasar al siguiente punto, pero una mano levantada en la fila de enfrente lo detiene.

Profesor: “¿Sí?”

Estudiante: “¿Usted dijo que la conducta operante, como hablar, escribir, correr, leer, manejar un auto, casi todo lo que hacemos -usted dijo que todas esas conductas son controladas por sus consecuencias, por lo que sigue después de que se emite la respuesta?”

Profesor: “Si, creo que dije eso”.

Estudiante: “Bueno, tengo una duda. Cuando mi teléfono suena y yo levanto la bocina, esa es una respuesta operante, ¿Cierto?. Yo entiendo que levantar el teléfono ciertamente no evolucionó como una respondiente para nuestra sobrevivencia, sin embargo, estamos hablando sobre una conducta operante, ¿correcto?.

Profesor: “Correcto”.

Estudiante: “Muy bien. Entonces, ¿Cómo puede decir que mi conducta de levantar el teléfono es controlada por la consecuencia?. Yo levanto el teléfono porque está sonando, como lo haría cualquier persona. El sonido controla la respuesta. Y el sonido no puede ser una consecuencia porque ocurre antes de la respuesta.

El profesor titubea con su respuesta el tiempo suficiente para que la clase sienta su victoria. El estudiante se sentiría el héroe, poniendo en aprietos al profesor por proponer algunos conceptos teóricos sin la validez del mundo real.

Otro estudiante: “¿Qué hay sobre la conducta de detenerse cuando ve un semáforo en rojo?. La señal controla la respuesta de detenerse, y no es una consecuencia.

Un estudiante de atrás: “Y tome un ejemplo de un salón de clases. Cuando un niño ve la suma 2+2 en sus apuntes y escribe 4, esa respuesta de escribir 4 ha sido controlada por el problema escrito en sí mismo. De otro modo, ¿Cómo podríamos enseñar a los niños a escribir las respuestas correctas a esos problemas?”.

Profesor: “Todos ustedes tienen la razón. Y yo también”.

Estudiante: “¿Qué quiere decir? Explíquenos”.

Profesor: “Ese es exactamente mi siguiente punto, y estaba esperando que ustedes preguntaran sobre esto. Agradezco al estudiante que comenzó la discusión.

En nuestro alrededor, reaccionamos a cientos y tal vez miles de estímulos condicionados. Todos sus ejemplos fueron excelentes para lo que llamamos control de estímulos. El control de estímulos es un fenómeno muy importante y útil en el análisis de la conducta. Este será objeto de muchas discusiones en el semestre.

Pero, y este es el punto importante, el estímulo antecedente que viene antes de la respuesta de interés, adquiere su habilidad para controlar esa respuesta particular, sólo porque ha sido asociado con ciertas consecuencias en el pasado. De esta manera, no sólo es el sonido del teléfono el que causa que tú levantes la bocina. Es el hecho de que en el pasado, la conducta de levantar la bocina cuando sonó el teléfono fue seguida por la voz de alguien. La voz de alguien que habla contigo, es la consecuencia de levantar la bocina, lo que realmente controla la respuesta en primer lugar, pero tú has aprendido a levantar el teléfono cuando lo escuchas. ¿Por qué?, Porque tú has aprendido que éste suena sólo cuando hay alguien del otro lado. Podríamos seguir hablando de cómo las consecuencias tienen el control sobre la conducta operante, pero el estímulo antecedente puede indicar qué tipo de consecuencia es probable, siendo asociado a varias consecuencias. Presentaré el siguiente concepto para ayudar a aclarar la forma en que los eventos medioambientales controlan la emisión de conducta operante. Este concepto es llamado la triple contingencia, y su comprensión, análisis y manipulación es central en el análisis conductual aplicado”.

LA TRIPLE CONTINGENCIA

La conducta operante siempre ocurre como parte de una contingencia. El universo es un lugar determinado, ordenado, donde las cosas no sólo suceden porque sí. Estas suceden en relación a otros eventos, y la ciencia intenta descubrir las relaciones entre estos eventos. El análisis experimental de la conducta ha demostrado que dos conjuntos principales de eventos medioambientales son cruciales para nuestra comprensión y control de la conducta humana: los antecedentes y las consecuencias. El papel de las consecuencias ya se ha discutido.

Los estímulos antecedentes se refieren al estado o condición del ambientes antes de la emisión de una respuesta. Existen estímulos antecedentes para cada respuesta debido a que la conducta nunca ocurre en la nada. Esta debe ser emitida dentro de algún contexto ambiental.

Cualquier estímulo presente cuando una operante es reforzada adquiere control en el sentido de que la tasa será mayor cuando el estímulo esté presente. De tal modo, un estímulo no actúa como un aguijón, éste no elicita la respuesta en el sentido de forzarla a que ocurra. Es simplemente un aspecto esencial de la ocasión bajo la cual una respuesta es emitida y reforzada. La diferencia es clara si se le llama estímulo discriminativo. Una formulación adecuada de la interacción entre un organismo y su ambiente, debe especificar siempre tres cosas: 1) la ocasión bajo la cuan ocurre una respuesta, 2)la respuesta en sí misma, y 3)las consecuencias reforzantes. La interrelación entre éstas son las “contingencias de reforzamiento” (Skinner, 1969).

La figura 2.3 ilustra la relación temporal de los componentes de la triple contingencia. El término contingencia se refiere a la interdependencia de los tres componentes -estímulo antecedente, conducta y consecuencia-. Se dice que si una consecuencia es contingente con una respuesta particular, entonces, la respuesta debe ser emitida antes de que ocurra la consecuencia. Por ejemplo, un maestro podría dar tiempo extra de recreo sólo si se completa cierta cantidad de trabajo en clase, en un periodo de tiempo determinado. El tiempo adicional de recreo es por tanto contingente con el trabajo en clase completado en el tiempo determinado. El ejemplo del teléfono involucra los tres elementos de la triple contingencia. La consecuencia de hablar con alguien es contingente con la respuesta de levantar el auricular, después de que el estímulo antecedente -el timbre del teléfono- empiece a sonar.

Virtualmente todo lo que se conoce acerca de la predicción y el control de la conducta humana se incorpora dentro de la triple contingencia -estímulo antecedente, conducta y consecuencia (algunas veces llamado el ABC del análisis conductual aplicado, por sus siglas en inglés). Todos los procedimientos del análisis conductual aplicado, involucran la manipulación de uno o más componentes de la triple contingencia. Al aproximarse a una nueva situación de modificación de conducta o intentar resolver un programa que se lleva a cabo, el analista de la conducta siempre debería considerar la triple contingencia. En alguna parte dentro de ésta debe estar la respuesta.

LA COMPLEJIDAD DE LA CONDUCTA HUMANA

La conducta -humana o cualquier otra- sigue siendo un objeto de estudio extremadamente difícil (Skinner, 1969, p. 114).

El análisis experimental de la conducta ha demostrado diversos principios -afirmaciones sobre cómo opera la conducta, como una función de variables del ambiente. Estos principios básicos, varios de los cuales se han tratado en este capítulo, se han verificado y replicado en cientos y miles de experimentos; estos son hechos científicos. Los principios básicos también se han aplicado, en varias formas, a conductas humanas importantes en escenarios cotidianos. En muchos de estos análisis aplicados de la conducta, se han obtenido resultados impresionantes. Lo que se ha aprendido de esas aplicaciones, así como sus éxitos y fracasos, es lo que comprende la mayor parte de este libro.

Aún así, hay mucho por hacer. La ciencia de la conducta es una ciencia joven con mucho por descubrir. Y el análisis conductual aplicado, el brazo tecnológico de la ciencia básica de la conducta, tiene mucho por delante (Skinner, 1971). Quizá el principal reto del análisis de la conducta, se refiere a trabajar con la complejidad de la conducta humana, especialmente en escenarios aplicados donde los procedimientos de control como los del laboratorio son imposibles, imprácticos y antiéticos.

Algunas explicaciones de la complejidad de la conducta humana

Muchas de las variables que contribuyen a la complejidad de la conducta, provienen de tres fuentes generales: la complejidad del repertorio humano, la complejidad del ambiente y las diferencias individuales.

Complejidad del repertorio humano. Los humanos son capaces de emitir un increíble rango de conductas. En cualquier escenario, contingencias concurrentes compiten por el control de diferentes conductas. Un aspecto de esta complejidad es que un sólo evento frecuentemente tiene múltiples efectos. Por ejemplo, la presentación de un estímulo aversivo puede suprimir la respuesta que lo sigue, elicitar conductas respondientes y establecer la ocasión para que una respuesta que permita el escape del estímulo sea reforzada -tres efectos de un evento-.

La cadena de respuesta, en ocasiones con una organización no muy lógica, también agregan complejidad a la conducta (Skinner, 1953). En una cadena de respuesta, las variables producidas por una respuesta controlan la emisión de otras respuestas. Regresar un abrigo de invierno al armario puede llevar a redescubrir un álbum de antiguas fotos familiares, lo que establece la ocasión para llamar a la tía Elena, lo que a su vez establece la ocasión para sacar su recipiente de pasteles, y así sucesivamente.

La conducta verbal también contribuye a la complejidad de la conducta humana (Skinner, 1953). No sólo se genera un problema cuando se reconoce la diferencia entre decir y hacer, sino que la conducta verbal por sí misma frecuentemente produce variables que controlan una variedad de respuestas diferentes, tanto motoras como verbales.

Complejidad del control de variables. El ambiente (configuraciones de estímulos y sus interrelaciones) también es complejo. Algunas conductas son el resultado de causas múltiples; varias contingencias se pueden combinar para hacer más o menos probable que una conducta ocurra en una situación dada. Quizá finalmente le devolvamos la podadora a nuestro vecino, no sólo porque siempre no invita una taza de café, sino porque esto reduce la “culpa” que sentimos por tenerla durante 2 semanas con nosotros. Frecuentemente, las variables que controlan respuestas incompatibles trabajan simultáneamente. Nosotros no podemos ir al cine y terminar nuestra tarea al mismo tiempo.

Algunas variables controladoras, llamados eventos disposicionales, son más complejas que los simples eventos estímulo (Kantor, 1970; Leighland, 1984; Wahler & Fox, 1981).

Pero en contraste con los eventos estímulo, los eventos disposicionales son más complicados que la simple presencia, ausencia o cambio de estímulo (tal como encender una luz, una repentina baja de temperatura o la sonrisa de una madre). Por el contrario, un evento disposicional es una interacción estímulo-respuesta, la cual simplemente porque ha ocurrido afectará otras relaciones estímulo-respuesta que le siguen (Bijou & Baer, 1961, p.21).

Bijou y Baer ejemplifican el posible papel que juegan los eventos disposicionales, con un ejemplo hipotético de un bebé que usualmente juega demasiado en su cuna después de su siesta diaria. Cuando los ruidos de fuera previenen al bebé de dormir en su cuna y permanece despierto y activo durante la hora de dormir, después llora y se resiste a ser colocado en su corral para jugar. En este ejemplo la interacción despierto-durante la hora de dormir-en el corral, sirve como un evento disposicional con un efecto considerable sobre la conducta de jugar-llorar del niño.

Diferencias individuales. La gente frecuentemente responde en forma diferente al mismo conjunto de condiciones medioambientales. La noción de las diferencias individuales se ha citado como una demostración de que los principios universales de la conducta basados en las interacciones respuesta-ambiente no existen, al menos de manera confiable. Se argumenta entonces que el control de la conducta debe venir del interior de la persona.

En cierta forma este argumento es correcto. Así como en cada una de nuestras experiencias varían las contingencias de reforzamiento (y de castigo), nuestros patrones de respuesta a aquellas contingencias también varían. Algunas respuestas se fortalecen (por las contingencias) y otras, se debilitan; esta es la naturaleza del condicionamiento operante. Dos personas no experimentan siempre el mundo de la misma manera. Así distintas personas llegan a una situación dada con diferentes historias de reforzamiento, las cuales determinan qué respuestas a una situación particular tienen en su repertorio en cualquier momento dado. Esas son las conductas que han producido reforzadores o han escapado o evitado eventos desagradables en el pasado.

En dado caso de que un repertorio de conductas descanse dentro de una persona, las diferencias individuales se pueden explicar como algo que la persona posee. Sin embargo, sólo poseemos aquellas conductas debido a nuestras historias de reforzamiento. Las diferencias al responder a condiciones de estimulación actuales, entonces, no necesitan ser atribuidas a las diferencias en los rasgos o tendencias internos, sino al resultado ordenado de diferentes historias de reforzamiento. Las diferencias individuales también se pueden encontrar en los déficits sensoriales y motores (como, impedimento auditivo, parálisis cerebral), los cuales el analista de la conducta debe considerar al diseñar programas efectivos (Heward & Orlansky, 1984).

Cada una de estas tres fuentes de complejidad se tratan tanto conceptual como estratégicamente, así como su relación con la implementación de los principios y técnicas presentadas en el libro.

OBSTÁCULOS PARA CONTROLAR LA CONDUCTA EN ESCENARIOS APLICADOS

Además de la dificultad para enfrentarse adecuadamente a la complejidad de la conducta humana, como a un derecho propio, algunas veces se les previene a los analistas conductuales de conducir un análisis efectivo en un escenario dado, debido a razones prácticas logísticas, financieras, sociopolíticas, legales y éticas. La mayoría de los analistas de la conducta trabajan para agencias con recursos limitados. Esto provocaría que la recolección de los datos requeridos para un análisis más completo fuera imposible. Además los participantes, padres, administradores y público en general; limitaría en ocasiones la opinión del analista de la conducta para intervenir (por ejemplo, “Nosotros no queremos que nuestro hijo trabaje por recompensas”). Las consideraciones legales o éticas, también pueden imposibilitar la determinación experimental de las variables controladoras para una conducta importante. Cada uno de estos problemas prácticos se combinan con los problemas de la conducta mencionados anteriormente para hacer del análisis funcional de una conducta socialmente importante, un reto. Sin embargo, la tarea no necesita ser abrumadora, y pocas tareas son tan recompensantes como necesarias.

Siempre se puede argumentar que la conducta humana es un campo particularmente difícil. Especialmente somos propensos a pensar esto justamente porque somos ineptos para enfrentarnos a esto.

Es fácil concluir que debe haber algo acerca de la conducta humana que hace un análisis científico, y por lo tanto una tecnología efectiva, imposible, pero no debemos por ningún motivo dejar de agotar todas las posibilidades (Skinner, 1971, pp. 6

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