Autoestima
lina.murillo13 de Septiembre de 2011
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LA AUTESTIMA DEL MEXICANO
De niños, nuestros padres nos hicieron sentir inteligentes o tontos, diestros o torpes, guapos o feos, buenos o malos, aceptados o rechazados...
De la interacción con las figuras parentales en la primavera de nuestra vida, fue surgiendo y perfilándose la autoimagen que llevamos y que nos lleva por los caminos de la vida. Tal imagen es bastante compleja, porque incluye: lo que soy yo, lo que es mi familia, lo que es mi país.
Este último punto es el que da el contexto general, y así, por ejemplo, un estadounidense se forma una autoimagen diferente de la que se forma un negro de Uganda o un hondureño. La autoimagen va a ser el factor clave para la acción de un individuo y para sus actitudes ante la vida:
Soy capaz (o incapaz) de vivir;
Soy digno (o indigno) de vivir;
Puedo (o no) atreverme a tales cosas;
Puedo (o no) aspirar a tales logros.
Por supuesto no todos los miembros de un país tienen una misma imagen de si mismos: Hay muchas diferencias individuales, familiares o de clase social. Pero la psicología social nos ha enseñado que existen denominadores comunes muy significativos.
En el caso del pueblo mexicano hay un rasgo que destaca y que merece nuestra reflexión: la falta de autoestima. No nos valorizamos; nos creemos inferiores, dudamos de nuestras capacidades.
En su célebre obra “Perfil del Hombre y de la Cultura en México” (1934), Samuel Ramos encontraba y señalaba un obscuro complejo de inferioridad como el motor dinámico del alma mexicana. Intentamos no ir tan lejos como él pero no podemos negar un fondo de inseguridad y sentimientos de minusvalía en nuestra alma nacional.
Este rasgo a menudo se disfraza, pero se delata a través de síntomas variados e inconfundibles. Vamos a considerar nueve:
1. El malinchismo
Lo de fuera es mejor que lo de aquí; magnificamos lo extraño. sobrevaluamos lo que viene de otros países. Por eso el extranjero que llega a México fácilmente se coloca por encima de los mexicanos.
2. La impuntualidad
¿Qué quiere decir citar a las ocho y llegar a las nueve, o ser citado y pasar por eso mismo?. El mensaje oculto es que no me importa tu tiempo y que no te importa mi tiempo. Ni tu ni yo somos importantes y dignos de consideración.
3. El credencialismo
Aquí todo el mundo trata de hacerse valer por la credencial; la de un partido político o la de un despacho gubernamental, o la de una comisión que llegó de muy arriba... Pero la implicación es la misma: no valgo yo; no vale mi capacidad; valen estos apoyos externos.
4. El soborno
Tal vez la realidad más omnipresente en el país. El que lo da dice implícitamente “supongo que eres corrupto, por esta mordida traicionarás a tu deber y a los reglamentos para hacer lo que yo te pido” . El que lo recibe: “Por supuesto, ambos somos corruptos”.
5. El cinismo
Se dice que hemos hecho de la Constitución la gran prostituta, violada miles de veces todos los días. Lo cual no obsta para que le tributemos homenajes verbales y la ensalcemos hasta las nubes. Es aquí flagrante la evidencia de que no nos tomamos en serio.
6. El abstencionismo
¿Qué significa el que la mayoría de los mexicanos no acudan a votar?. Que el gobierno del país “nos queda grande”. No es asunto nuestro; nosotros no contamos; somos carne de la manipulación. Y con la mayor inconsciencia hemos dado pié a la monstruosa farsa sexenal de “el tapado”. Y por lo visto nos tiene sin cuidado.
7. El lenguaje devaluatorio
No se piense tanto en la
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