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Autonomia Personal

Hector7776 de Marzo de 2014

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La autonomía personal

Se define como la manera de pensar por si mismo, su decisión. Ambas están relacionadas con el paradigma de la vida independiente tal como es promovido por los colectivos de personas con discapacidad. La autonomía personal implica al derecho de cada persona de poder tomar las decisiones que afectan a su vida personal, y especialmente el de poder vivir en el lugar que uno quiera y ser atendido por las personas (asistencia personal) que uno desee. Para ello las personas con discapacidad reivindican el pago directo, la asistencia personal y las ayudas técnicas.

En la ley española (ley 39/2006 de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia), autonomía personal se define del siguiente modo:

"Es la capacidad de controlar, afrontar y tomar, por propia iniciativa, decisiones personales acerca de cómo vivir de acuerdo con las normas y preferencias propias así como de desarrollar las actividades básicas de la vida diaria"

1. El arte de la autonomía

La competencia social busca un justo equilibrio entre la vinculación social y la

autonomía personal. Un equilibrio que resulta difícil de lograr. Podemos resumir la

evolución ética de la Humanidad como el paso de la prioridad del grupo a la

prioridad del individuo. La tensión entre vinculación social y autonomía personal

plantea problemas que la competencia cívica tiene que resolver. Por esta razón

tratamos aquí el tema de la autonomía, a sabiendas de que -según el esquema del

Ministerio de Educación- constituye otra competencia independiente.

En el ámbito social, la autonomía es un concepto psicológico y ético. Significa

la capacidad de dirigir libremente la propia conducta, de darse normas a uno

mismo. La propia etimología de la palabra indica su índole moral, porque el

«nomos» hace referencia al ámbito normativo. Es interesante comprobar que sólo

tardíamente se ha valorado esta capacidad. Para los filósofos clásicos griegos lo

importante era que el ciudadano disfrutara de isonomía (igualdad ante la ley) e

isegoría (la igualdad en el uso de la palabra). En la tragedia Antígona, de Sófocles,

la protagonista se ve desgarrada entre dos deberes: el ciudadano (no puede

enterrar a su hermano, acusado de traición) y el fraternal (debe enterrarlo). Sigue su

conciencia y le da sepultura. El coro, que es la voz reflexiva del drama, considera

que su comportamiento es soberbio y la increpa llamándola autonomós. Usa como

insulto lo que nosotros utilizamos como epíteto glorioso.

Muchos pensadores los llamados comunitaristas- consideran que la

exaltación del individualismo rompe los vínculos morales. Es cierto que vivimos en

una sociedad «líquida» (Bauman) o mercurial (Marina), pero al mismo tiempo

mantenemos sistemas de solidaridad de enorme complejidad y eficacia. Por eso,

creemos que lo necesario es traer a la conciencia personal fenómenos de

solidaridad que están presentes en nuestras instituciones, en una especie de

inconsciente social.

Ahora, sin embargo, tenemos que hablar de la autonomía correcta. El buen

ciudadano no puede perder su vinculación social, pero tampoco puede diluirse en el

grupo. De lo que estamos hablando es de una educación para la libertad, la

independencia y la autonomía vinculada. De nuevo nos encontramos en un punto

donde psicología y ética se unen.

La tensión entre individuo y sociedad se soluciona cuando añadimos a la

noción de autonomía el adjetivo «responsable». La educación de la responsabilidad

se convierte así en el punto central de esta competencia. Lo que queremos es que

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