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Clinica Y Lo Social


Enviado por   •  22 de Febrero de 2014  •  1.738 Palabras (7 Páginas)  •  189 Visitas

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Santiago de Cali, 19 de agosto de 2004

En el marco del proceso de inducción a la Psicología Clínica de lo Social que adelantamos actualmente con los profesores que han ingresado recientemente a la Facultad, se han tratado no sólo conceptos básicos, de carácter general, sino también asuntos más puntuales que expresan las maneras como se están llevando a cabo los desarrollos de la propuesta en el contexto de las diferentes asignaturas. Dada la importancia que este proceso reviste no sólo para quienes participamos del proceso de inducción sino para toda la Facultad, he considerado conveniente dar a conocer periódicamente algunas de las reflexiones que allí realizamos, con la intención de propiciar un diálogo académico con estudiantes y profesores.

Quisiera, en esta ocasión, comentar dos afirmaciones que recoge un docente en el diálogo con estudiantes y que resultan interesantes para revisar y darle continuidad a algunos elementos fundamentales de la propuesta:

1. “La Clínica de lo Social no tiene por qué mirar las realidades individuales y mucho menos trabajarlas clínicamente, sino posibilitar transformaciones sociales globales”.

Aparece aquí una vieja contraposición, que las Ciencias Sociales han contribuido a resolver, consistente en la separación tajante entre la dimensión individual y la social. La perspectiva desde la cual asumimos en la Facultad estas dos dimensiones implica, por el contrario, que cuando trabajamos en el plano más individual, querámoslo o no, estamos tomando contacto con la dimensión social, pues el individuo se constituye siempre en el marco de relaciones sociales y de significaciones culturales que no son, por lo tanto, ni accidentales ni constituyen un añadido a la existencia del individuo, de la cual se pueda prescindir. Esto obliga a una transformación en la mirada y en el abordaje psicológico del individuo que ya no podrá ser asumido como un “mundo separado” de sus interacciones sociales sino como la expresión particularizada de ese entramado complejo de vínculos en medio de los cuales y a partir de los cuales construye su identidad.

Lo anterior no implica, necesariamente, que asumamos una postura estructuralista en la consideración del individuo, que lo reduzca a un modo pasivo de lo urbano, a una resultante inactiva de las determinaciones sociales, culturales e históricas, lo cual constituiría una reducción simplificante de la complejidad y de la condición enigmática que acompaña a cada experiencia individual. Tampoco, por supuesto, implica una posición ingenua que supone la autonomía y la libertad del individuo como datos primeros y constitutivos de la experiencia individual. Constatamos a cada paso de nuestra propia vida y la de quienes nos rodean, que estamos sobredeterminados en la mayoría de los aspectos de nuestra cotidianidad, pero también podemos reconocer la existencia de espacios que posibilitan la aparición y la emergencia de nuevas posibilidades – líneas de fuga, diría Deleuze- a partir de las cuales se pueden configurar nuevas realidades.

De otra parte, y más en el orden de lo metodológico, ¿Cómo renunciar a la consideración y trabajo directo con las realidades individuales, cuando éstas son las que nos sirven de referente inmediato en nuestro quehacer como psicólogos? Cuando abordamos un caso de maltrato infantil, por mencionar una situación concreta a modo de ejemplo, no nos enfrentamos al “maltrato infantil” como una entidad abstracta, puramente teórica, sino a un ser humano concreto con el cual interactuamos, al cual le ayudamos a construir alternativas para enfrentar creativamente su situación, de tal manera que se propicien transformaciones, no sólo en él como individuo, sino también en su contexto familiar, en las representaciones implicadas en la problemática, tanto del sujeto niño, como en la configuración psíquica familiar y del contexto social y cultural. Dejar de ver al niño maltratado, a la “realidad individual” que él constituye, sería renunciar al contacto con la realidad concreta donde se lleva a cabo el drama humano. Por supuesto, este trabajo con el caso individual implica un soporte conceptual y técnico que desborda las consideraciones individuales y sitúa el problema en un marco mucho más amplio, en el cual los factores sociales, económicos, culturales, etc., posibilitan una comprensión más amplia y profunda del caso específico.

Lo anterior no cierra las puertas a otra dimensión del trabajo psicológico, en el que nos hacemos la pregunta por nuevas perspectivas, concepciones y metodologías que nos permitan tener un alcance mayor en nuestra reflexión y en nuestro quehacer como psicólogos. En tanto psicólogos que trabajamos en una perspectiva Clínica de lo Social vemos la urgencia y estamos obligados a construir nuevas formas de abordaje de estas y otras problemáticas, de forma tal que podamos incidir sobre los factores macro, necesariamente sociales y culturales, que configuran las realidades individuales y grupales. Es claro que, cada vez más, el espacio de la consulta individual y/o de pequeños grupos resulta insuficiente para pensar adecuadamente y ayudar a resolver la magnitud de las problemáticas humanas contemporáneas, razón por la cual se requiere generar nuevas formas de exploración y transformación que vayan a los problemas mismos en su complejidad, en vez de quedarnos esperando a que éstos lleguen a nuestro consultorio, donde los podamos reducir a nuestros viejos esquemas pre-establecidos. Esta alternativa pasará, tarde o temprano, por el uso de nuevos medios comunicativos que superen las opciones que nos ofrecen la relación “uno a uno”, pero que no las suprima sino que la potencie y le abra nuevas posibilidades, tal como sucede con los medios masivos

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