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De J. Piaget (1932) El criterio moral en el nirk

MamiCurro4Monografía6 de Diciembre de 2015

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De J. Piaget (1932) El criterio moral en el nirk). Trad. cast, de N. Vidal, Barcelona: Martinez Roca, 1984, pdgs. 9-4o

I. Las reglas del juego1

Los juegos de los ninos constituyen admirables instituciones sociales. El juego de las canicas, para los muchachos, comporta un sistema muy complejo de reglas, es decir, todo un cddigo y toda una jurisprudencia. El psicologo, obligado por un deber profesional a familiarizarse con este derecho habitual y a extraer su moral impllcita, solo puede evaluar la riqueza de estas reglas a traves de las dificultades que experimenta para dominar todos sus detalles.

Si se quiere comprender algo de la moral del nino, hay que empezar, evidentemente, por el anahsis de estos hechos. Toda moral consiste en un sistema de reglas y la esencia de cualquier moralidad hay que buscarla en el respeto que el individuo ad- quiere hacia estas reglas. El anahsis reflexivo de un Kant, la socio- logia de un Durkheim o la psicologia individualista de un Bovet, coinciden en este punto. Las divergencias doctrinales aparecen solo cuando se trata de exphcar como llega la conciencia al respeto por estas reglas. El anahsis que debemos emprender por nuestra cuenta es el de este «como», en el terreno de la psicolo- gia del nino.

Por otra parte, la mayoria de las reglas morales que el nino aprende a respetar, las recibe del adulto, es decir, que se le dan elaboradas, y, muchas veces, elaboradas no a medida que las va necesitando y pensadas para el, sino de una vez por todas y a traves de la sucesidn ininterrumpida de las generaciones adultas anteriores. De aqui proviene la extrema dificultad de un andlisis que deberia de constituir el punto de partida entre lo que proviene del contenido de las reglas y lo que proviene del respeto que el nino siente por sus padres.

Por el contrario, en el caso de los juegos sociales mds simples, nos encontramos en presencia de reglas elaboradas por los ninos

1. Con la colaboraci6n de Mme. V. J. Piaget y de M. Lambercier y Martinez.


solos. EI hecho de que estas reglas nos parezcan o no «morales» por su contenido, es poco importante. En tanto que psicologos, debemos colocarnos, no en el punto de vista de la conciencia adulta, sino en el de la moral infantil. Asi pues, del mismo modo que las realidades llamadas morales, las reglas del juego de cani- cas se transmiten de generacion en generacion y se mantienen unicamente gracias al respeto que inspiran a los individuos. La unica diferencia es que en este caso se trata s61o de relaciones entre ninos. Los pequenos que empiezan a jugar son iniciados poco a poco por los mayores en el respeto por la ley y, por otra parte, tienden de todo corazon a esta virtud, eminentemente ca- racteristica de la dignidad humana, que consiste en practicar co- rrectamente las normas del juego. En cuanto a los mayores, tienen el poder de modificar reglas. Si no hay «moral» en esto (pero, (i.donde empieza la «moral»?) existe por lo menos respeto por la regla, y una investigation como la nuestra debe empezar estu- diando esta clase de hechos. Desde luego, los fenomenos relativos al juego de las canicas no son de los mas primitivos. Antes de jugar con sus semejantes, el nino recibe las influencias de sus padres. Desde la cuna, esta sometido a multiples regularidades, y mucho antes del lenguaje adquiere conciencia de ciertas obliga- ciones. Estas circunstancias llegan a ejercer, como veremos, una innegable influencia sobre la elaboration de las reglas del juego. Pero en el caso de las instituciones ludicas, la intervention adulta queda por lo menos reducida a su minima expresion: asi pues, nos hallamos en presencia de realidades que deben clasificarse, si no entre las mas elementales, por lo menos entre las mas espon- taneas y las mas ricas en ensenanzas.

Es particularmente facil estudiar simultaneamente, por lo que respecta a las reglas del juego, dos grupos de fenomenos: 1.° La prdctica de las reglas, es decir, la manera como los ninos de las distintas edades aplican efectivamente las reglas; 2.° La concien cia de la regla, es decir, la manera en que los ninos de las distintas edades se representan el caracter obligatorio, sagrado o decisorio, la heteronomia o la autonomia propia de las reglas del juego. La comparacion de estos dos grupos de datos constituye el objeto propio de este capitulo. Las relaciones que existen entre la prdc tica y la conciencia de la regla son, efectivamente, las que permi- ten con mayor facilidad establecer la naturaleza psicologica de las realidades morales.

Unas palabras mas. Antes de proceder al analisis psicologico de la practica o de la conciencia de las reglas del juego, debemos dar algunas indicaciones sobre el contenido de estas reglas. Asi pues, bay que establecer los datos sotiales del problema. Pero nos limitaremos a lo indispensable. No hemos intentado establecer la sociologia del juego de las canicas, que nos hubiera condu- cido a investigar como se jugaba este juego en el pasado y como se juega actualmente en todos los paises del mundo (efectivamente, existe entre los ninos negros igual que entre nosotros). Incluso limitandonos a la Suiza de lengua francesa, creemos que serian necesarios algunos anos de investigationes pa ra esbozar la historia de estas variantes en el curso de las ultimas generaciones. Esta encuesta, que quizas seria util para el socio- logo, es superflua para el psicologo. Le es suficiente con conocer a fondo tal o cual costumbre actual para poder estudiar el apren- dizaje de las reglas, del mismo modo que le bastaria con cono cer una forma de hablar, por mas localizada que estuviera, para estudiar el lenguaje infantil, sin tener que reconstituir todas las transformationes semanticas o foneticas de la lengua en el tiem- po y en el espacio. Asi pues, vamos a limitarnos al analisis del contenido del juego tal como se practica en Ginebra y en Neu- chatel, en los barrios en que hemos trabajado.

1. — LAS REGLAS DEL JUEGO DE LAS CANICAS

Si queremos analizar simultaneamente la practica y la con ciencia de la regla debemos observar tres hechos esenciales.

El primero es que nunca se da una sola fonna de jugar a las canicas, en los ninos de una generacion dada y en un territorio determinado, por mas limitado que este sea, sino que hay muchas formas. Existe el «juego del cuadrado», del que nos oeuparemos especialmente: se traza en el suelo un cuadrado, se encierran en el algunas canicas, y el juego consiste en alcanzarlas desde lejos y hacerlas salir de este cerco. Tambien existe la «courate» : 8 dos jugadores persiguen cada cual la canica del otro indefinida- mente. Existe el «hoyo# : se amontonan las canicas en un agujero y se intenta hacerlas salir de el por medio de una canica mas grande y mas pesada, etc. De este modo, cada nino conoce

* Hemos considerado conveniente transcribir algunas expresiones tal como figuran en el original francos. En la presente versidn figuran en cursiva. L,a mayor parte resulta intraducible y otras perderian, al ser traducidas, el sentido que adquieren dentro del argot de los jugadores de canicas de las calles de Ginebra y Neuchatel. (N. del T.)


varios juegos, y esta circunstancia puede contribuir, segun las edades, a reforzar o debilitar la creencia en el caracter sagrado de las reglas.

En segundo lugar, un mismo juego, como el juego del cua drado, comprende variaciones bastante importantes segun el lu gar o la epoca. Hemos podido comprobar que las reglas del cua- drado no son las mismas en los cuatro municipios de Neuchatel[1]situados a 2-3 kilometros unos de otros. Como tampoco lo son en Ginebra y en Neuchatel. Difieren, en algunos puntos, de un barrio a otro de una misma ciudad, de una escuela a otra. Adernas, tal como hemos podido establecer gracias a la ayuda de nuestros colaboradores, hay variaciones de una generacion a otra. Un estu- diante de veinte anos puede afirmarnos que en su pueblo, actual- mente, ya no se juega como se jugaba «en su epoca». Estas variaciones en el tiempo y el lugar son importantes porque mu- chas veces los ninos conocen su existencia. Un nino que ha cam- biado de ciudad o simplemente de escuela nos explica a menudo que aqui hay una regla que alii no existia. Tambien el nino suele contarnos que su padre jugaba de modo distinto a el. Y finalmente, algunas veces, el escolar de 14 anos, que renuncia a jugar porque empieza a sentirse superior a los pequenos, se queja o se rie, segun su temperamento, de que las costumbres de su generacion se pierdan en lugar de ser conservadas piadosamente por las nuevas generaciones.

Por fin, y en evidente conexion con estas interferencias de corrientes locales o historicas, se produce lo siguiente: un unico y mismo juego, como el juego del cuadrado, jugado en una mis ma escuela, comporta en ciertos puntos varias reglas diferentes. Los ninos de 11 a 13 anos conocen bien estas variaciones y en general estan de acuerdo, antes o durante el juego, en elegir una u otra forma excluyendo las demas. Asi pues, hay que recordar estos hechos que seguramente contribuyen a condicionar la opi nion que el nino tiene sobre el valor de las reglas.

Dicho esto, expongamos brevemente las reglas del juego del cuadrado, que nos servira de prototipo, y empecemos por fijar el lenguaje del nino para poder comprender el contenido de las con- versaciones que citaremos mas adelante. Ademas algunos aspectos de este lenguaje son muy instructivos, por si mismos, como ocurre frecuentemente en psicologia infantil.

En Neuchatel una canica se llama un marbre y en Ginebra un coeillu o un mapis. Hay canicas de distintos valores. La canica de cemento es la que se considera mas importante. El carron, mas pequeho y de tierra mas fragil, tiene menos valor porque es mas barato en las tiendas. Las canicas que sirven para lanzar y no se colocan en el interior del cuadrado se llaman, segun su con- sistencia, corna (canica en cornalina), ago o agata (canica de cristal con venas de colores), plomo (gran canica pesada que contiene plomo), etc. Cada una de ellas vale tantas canicas o tantos carrons. Lanzar una canica se llama «tirar», y tocar con su canica otra canica, dentro o fuera del cuadrado, es «pegar».

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