El Perdon
86vitucho3 de Septiembre de 2011
10.513 Palabras (43 Páginas)1.351 Visitas
PERDONAR
UNA DECISIÓN VALIENTE QUE NOS TRAERÁ PAZ INTERIOR
ROBIN CASARJIAN
Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN
Para descargar de Internet:
“ELEVEN” – Biblioteca del Nuevo Tiempo
Rosario – Argentina
Adherida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nu
Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com
Dedico este libro a la tierna memoria de mi madre, Alice Casarjian.
ÍNDICE
Agradecimientos
Prólogo de Joan Borysenho
Introducción
Primera parte: LA OPCIÓN DEL PERDÓN
¿Para qué elegir perdonar?
1. El desafío del perdón
2. El perdón: puerta hacia la paz mental
3. Aprender a perdonar en territorio neutral
4. El trabajo con la rabia: que el dolor sea dolor
5. Descubrir y decir la verdad
Segunda parte: PERDONAR A LA FAMILIA
6. Perdonar a los padres
7. Perdonar a la pareja
8. Perdonar a los hijos
Tercera parte: PERDONARSE A UNO MISMO
9. Perdonarse a uno mismo: Un fabuloso nacimiento
10. Perdonar al cuerpo: en la salud y en la enfermedad
11. El perdón y la curación física
Cuarta parte: PERDONAR AL MUNDO
12. Perdonar a los grupos: los chivos expiatorios de las masas al descubierto
13. El perdón, Dios y la gracia
Epílogo
Agradecimientos
Con el reconocimiento más profundo deseo agradecer a mis padres, Alice y George Casarjian, que me hayan enseñado tanto sobre el amor y el perdón.
Agradezco enormemente a mis clientes y a todas las personas que han participado en mis talleres, por haberme enseñado y continuar enseñándome el significado positivo de la osadía.
Este libro refleja especialmente el amor y la dedicación de mi amiga y colega Naomi Raiselle. Además de apoyarme con entusiasmo en este proceso, creó conmigo El Reductor del Estrés, en 1982. Durante ese trabajo en colaboración nació mi interés por la enseñanza del perdón. La entusiasta energía creadora de Naomi discurre a lo largo de todo este libro.
También es inmensa mi gratitud hacia mi amiga y colega Fella Cederbaum, que junto a su valiosa aportación creadora y sus sugerencias con respecto a la edición de este libro, me ofreció su afectuoso apoyo.
Estoy profundamente agradecida a Joan Borysenko, mi amiga y colega, que fue quien sembró la semilla de este libro en Bantam. Esta ha sido una de las muchas expresiones de su generoso espíritu.
Muchas gracias a Toni Burbank, de Bantam, por su incondicional apoyo y su inteligente y creadora dirección, tan valiosa en momentos cruciales de la redacción de este libro.
Muchas gracias a mi agente, Ned Leavitt, por su constante apoyo; ha sido un placer trabajar con él.
Mi más sincero agradecimiento a mis queridos amigos Rick Ingrasci y Peggy Taylor, por los muchos años de cariñoso apoyo. A lo largo de los años Rick ha alentado mi trabajo y con toda generosidad me ha abierto muchas puertas para introducirlo.
Gracias a Cyrisse Jaffe por su concienzudo trabajo con el primer borrador de este libro.
Gracias a Matthew Budd por el apoyo personal y profesional que me ha ofrecido a lo largo de los años.
Un agradecimiento especial a mi madrina, Mary Brunton. Deseo expresar en particular mi gratitud a muchas otras personas que han contribuido directa o indirectamente en la realización de este libro: Eileen Borris, Helen Bonny, reverendo Dajad Davidian, llene Robinson, Stephen Walters, David Gay, Nancy Gray, Andrea y Chet Lyons, Roberta Colasanti, Sally Jackson, Myrin Borysenko, Karen Firmin, Betsy West, Robert Alter, Jack Brotman, Kathy Borelli, Geri Schumacher, Victor Mancini, Amanda y Bethany Casarjian, Rose y David Thorne, y Michelle Rapkin.
Vaya mi especial gratitud a mi querida amiga Tricia Stallman, que con su forma de vivir y morir me enseñó tanto sobre el valor y la dignidad.
Mi más cariñoso reconocimiento a mis hermanos Carol, Zaven y Conrad, quienes aprendieron muy bien la generosidad de mis padres.
Gracias a los admirables hombres y mujeres con quienes he trabajado en los institutos Correccionales de Massachusetts, en Framingham y Gardner.
Sinceras gracias a los profesores de la Insight Meditation Society de Barre, que con tanta generosidad, amabilidad y pericia ayudan a miles de alumnos a despertar a la presencia del amor.
Enorme gratitud hacia muchísimas personas que no menciono aquí, que me han enseñado mucho sobre el perdón devolviéndome el reflejo de mis propios temores y de la luz del amor.
Mi más profundo reconocimiento a Un curso de milagros. Si no lo hubiese conocido, este libro jamás habría sido escrito.
PRÓLOGO
Hace unos diez años asistí a un congreso sobre el bienestar, en calidad de conferenciante invitada, para hablar sobre la fisiología y la psicología del cuerpo-mente. Me dirigía hacia mi oficina con la resolución de un decidido nadador que se ha propuesto dejar atrás una fuerte marea de papeleo, cuando escuché una voz que me llamaba por mi nombre. Al volverme vi a Robin Casarjian, a quien conocía de otros dos encuentros anteriores. Ella daba un curso de control del estrés en el Plan de Salud para la Comunidad de Harvard, Organización de Mantenimiento de la Salud de la zona de Boston, y yo dirigía una sección para personas con afecciones relacionadas con el estrés en un hospital cercano; por lo tanto, ambas teníamos intereses comunes. Algo en el caluroso saludo de Robin y su «presencia» (porque Robin es una de aquellas personas que verdaderamente están presentes cuando hablan contigo) me hicieron olvidar la urgencia de mi montaña de papeles. Decidí asistir a la conferencia que estaba a punto de dar, aun cuando el tema me pareció insólito para un congreso sobre la salud. Robin iba a hablar del perdón.
«¿Perdón?», pensé mientras esperaba a que comenzara la conferencia. ¿En qué contribuye el perdón a la salud? Mentalmente repasé una reciente conversación telefónica con mi madre y sentí la reacción de mi cuerpo: los músculos tensos, espasmo en los intestinos, el corazón acelerado. Habiendo sido ella, en primer lugar, quien me instaló el teclado, sabía muy bien dónde se encontraban las teclas. Nuestra relación estaba estancada en un baile repetitivo en el que pulsábamos las teclas del dolor, de la rabia, de la actitud defensiva y el sentimiento de culpabilidad. Años de terapia y de trabajo de crecimiento personal me habían revelado muchas cosas sobre nuestra relación, pero todavía me sentía estancada. Faltaba algo para que nuestra relación sanara. Ese algo repercutía claramente en mi nivel de estrés y en mi salud física. Mientras estaba allí sentada esperando que Robin comenzara su conferencia, la sabiduría profunda de mi corazón me dijo que el elemento que faltaba era el perdón... y que era posible que ese perdón fuera la clave principal de la curación.
Empecé a pensar en lo que significaría realmente perdonar a mi madre y perdonarme a mí misma, y entonces se levantaron un buen número de murallas que bloquearon la sabiduría de mi corazón. Perdonar a mi madre, ¿significaría que ella tenía razón y yo estaba equivocada? ¿Que tendría que vivir tragándome la intensa rabia que solía sentir contra ella? ¿Que debería poner la otra mejilla y fingir que mi madre no podía hacerme sufrir?
En ese instante Robin interrumpió mi ensimismamiento con una invitación:
Cerrad los ojos y haced unas cuantas respiraciones de relajación -dijo sonriendo-. Ahora, id al interior de vuestra cabeza y quitad de allí todas las ideas que tenéis sobre el perdón.
Me tranquilicé cuando nos dijo que por el momento dejáramos esos conceptos bajo la silla con la libertad de recuperarlos cuando quisiéramos. Desde entonces, los conceptos que yo tenía del perdón se han estado pudriendo bajo esa silla.
Durante los años transcurridos desde la primera vez que oí hablar a Robin he aprendido, tanto en el plano personal como en el profesional, que el perdón es una señal de curación, a la vez que una puerta hacia ella. Todo el conocimiento del mundo vale muy poco si nuestro rencor sigue creciendo cada vez que el comportamiento de un desconocido nos recuerda nuestras relaciones no sanadas. ¿De qué nos sirve conocernos a nosotros mismos si lo usamos para avivar el odio que nos tenemos y el sentimiento de culpabilidad, que nos dicen que, a pesar de todos nuestros esfuerzos, jamás seremos capaces de ser, de hacer, de amar ni de servir lo suficiente para ser dignos de nuestro propio amor?
Las enseñanzas de Robin sobre el perdón son claras, sensatas y eminentemente prácticas. El perdón supone aceptar de verdad nuestro propio merecimiento como seres humanos, entender que los errores son oportunidades para crecer, tomar conciencia y desarrollar la compasión, y comprender que la magnitud del amor por nosotros mismos y por los demás es el pegamento que mantiene unido el Universo. El perdón, según lo explica ella, no es un conjunto de comportamientos sino una actitud. Cuando nuestras decisiones nacen de nuestro sentido esencial del Yo y no están influidas por las muchas voces del temor y de la duda que hemos aprendido a lo largo del camino, podemos confiar en nuestra capacidad para
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