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Erich Fromm

opiodiaz9 de Mayo de 2015

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PREFACIO A LA EDICIÓN CASTELLANA

LA OBRA de Erich Fromm, que presentamos a los lectores de habla castellana, no constituye solamente un cuidadoso análisis de los aspectos psicológicos de la crisis de nuestro tiempo y un esfuerzo por desen- trañar en el origen mismo de la sociedad moderna sus profundas y lejanas raíces, sino que se nos ofrece también como una importante contribución a la teoría sociológica y como un ejemplo logrado de aplicación fecunda del psicoanálisis a los fenómenos históricos.

Desde sus comienzos apareció muy claro el signi- ficado que esta nueva psicología podía tener para las ciencias que se ocupan de la vida social y de la cul- tura, en particular la sociología, la psicología social y la antropología cultural. Como es bien sabido, el mismo creador del psicoanálisis se preocupó por uti- lizar los conceptos y el método del psicoanálisis para investigar los fenómenos sociales y dedicó numerosos trabajos a este tema 1. Esa labor y la de otros que si- guieron de manera más ortodoxa las directivas ori- ginarias del maestro, fueron sometidas luego a un trabajo de revisión crítica, de la que participa- ron no solamente los psicólogos, sino también estu- diosos de otras disciplinas sociales, y que dio lugar a formulaciones de singular importancia, tanto en el orden teórico como en el práctico, en lo que respec- ta al significado del psicoanálisis en el estudio de los hechos sociales. Especialmente en la última déca- da ha ido desarrollándose y cobrando impulso lo que

1 Principalmente Totem y Tabú (Obras completas v. VIII), Psicología de las masas y análisis del yo (O. C. v. IX), El porvenir de una ilusión (O. C. v. XIV), La civilización y sus descontentos.

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podríamos llamar la acentuación sociológica del psi- coanálisis —frente a la posición esencialmente bio- lógica de la escuela ortodoxa—, al punto de que jus- tamente en este rasgo ha de buscarse el carácter dis- tintivo de las corrientes novísimas que se mueven dentro del amplio ámbito de la psicología, que re- conoce en Freud su fundador y maestro, aun cuando se aparte de algunas de sus enseñanzas. Erich Fromm es uno de los representantes más significativos de estas concepciones, y su contribución se dirige sobre todo a afirmar la necesidad de considerar los fac- tores sociales, los valores y las normas éticas en el estudio de la personalidad total. Esta tesis, de- sarrollada en numerosos trabajos 2, se revela en esta obra como un istrumento teórico muy eficaz para la comprensión de los fenómenos sociales que se desa rrollan en el mundo contemporáneo.

La moderna revisión del psicoanálisis acepta los descubrimientos básicos de Freud, pero rechaza al- gunas de sus hipótesis —acaso innecesarias para la teoría—, cuya incorporación a esa doctrina se debió tan sólo al estado de los conocimientos sobre el hom-

2 Citamos entre otros, los siguientes: "Die Entwicklung des Christusdogmas. Eine psychoanalitische Studie zur so- zialpsychologischen Funktion der Religión", en Imago, XVI: "Der Staat als Erzieher", en Almanach (Internationaler psychoanalytischen Verlag, Wien), 1931, pág. IV: "Politik und Psychoanalyse", en Die Psychoanalytische Bewegung, III; "Ueber Methode und Aufgabe einer analytischen So- zialpsychologie", en Zeitschrift für Sozialforschung, 1932; "Sozialpsychologischer Teil in Studien über Autoritat und Familie", París, Alean, 1936; "Zur Psychologie des Ver- brechers und der strafenden Gesellschaft", en Imago, XVII; "Die gesellschaftliche Bedingtheit der psychoanalytischen Therapie", en Zeitschrijt für Sozialforschung, 1935; "Sex and character", en Psychiatry, 1943; "The social philosophy of will therapy", en Psychiatry, 1939; "Selfishness and sel- flove", en Psychiatry, 1939; Man for himself, New York, Rinehart, 1947.

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bre en la época en que Freud escribía. Ciertos prin- cipios, como el del determinismo psíquico, la existencia de una actividad inconsciente, el significado y la im- portancia de los sueños y de las "asociaciones libres", el significado de la neurosis como conflicto dinámi- co de fuerzas que se da en el individuo, y la exis- tencia de ciertos mecanismos —represión, proyección, compensación, sublimación, reacción, transferencia y racionalización— constituyen puntos firmes que los "neopsicoanalistas", cualesquiera que sean sus di- vergencias sobre otras cuestiones, aceptan como apor- tes definitivos de la teoría psicoanalítica originaria 3. En cambio, estos autores rechazan la orientación bio- logista de Freud y las consecuencias que ella implí- citamente trae en su doctrina. Se recuerda que ese predominio de la biología respondía precisamente a una orientación general de las ciencias sociales de principio de siglo, que fue superada luego en favor de una posición que veía en la sociedad y la cultura fuerzas no menos poderosas para moldear al hombre que los factores biológicos. Tampoco están dispues- tos los neopsicoanalistas, o por lo menos algunos de ellos, entre los cuales hallamos a K. Horney y a E. Fromm, a aceptar el esquema mecanicista, que consti- tuye sin duda el supuesto general dentro del cual se mueve el pensamiento freudiano.

Toda esta labor crítica ha llevado a rechazar o a modificar distintos aspectos de la doctrina psicoana- lítica originaria. En primer lugar la teoría freudiana de los instintos. Siguiendo concepciones prevalentes en ese momento, Freud asumió como factores expli- cativos de la conducta ciertos impulsos biológicamente determinados, aceptando el supuesto de una "natura- leza humana" fija e invariable, y colocando al hom-

3 Cf. por ejemplo, K. Horney, El nuevo psicoanálisis, México, Fondo de Cultura Económica, 1943, caps. I y II.

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bre en una relación puramente mecánica con respecto a la sociedad. A causa de ello fue inducido a elevar a la categoría de "hombre en general" el modelo específico de hombre que le fue dado observar, sin percatarse del hecho fundamental de que se trataba no solamente de un organismo dotado de tendencias bio- lógicas comunes a la especie, sino también —y sobre todo— del producto de una larga evolución histórica resultado de un proceso de diferenciación que hacía de él algo muy específico de una época, una cultura y un grupo social determinado. Hoy, el efecto con- vergente de muy distintas corrientes de pensamiento y desarrollos científicos 4 nos ha llevado a abandonar esa imagen universal y a considerar en su lugar al hombre histórico y socialmente diferenciado, dotado de una constitución biológica extremadamente malea- ble y susceptible de adaptarse a los más distintos am- bientes naturales y culturales, a través de su propia modificación y de la del ambiente mismo. Se llegó así a una revisión de muchos conceptos psicoanalíti- cos (tales como el complejo de Edipo, el de castra- ción, o la tendencia a la virilidad en la mujer) que a muchos estudiosos de las nuevas corrientes aparecie- ron no ya como mecanismos universales sino como formas peculiares de determinada estructura cultural. Debe subrayarse, empero, que de ningún modo el neopsicoanálisis elimina totalmente los factores ori- ginarios y los mecanismos universales en el hombre. Pero unos y otros desempeñan otra función en la explicación del comportamiento individual y del pro- ceso social. Así, por ejemplo, las disposiciones psí- quicas, cuya existencia Fromm debe admitir (pues de otro modo desaparecería el individuo como sujeto ac-

4 En el campo filosófico debe recordarse principalmente el movimiento historicista, y en el científico, los resultados de los estudios antropológicos y las nuevas corrientes que se han manifestado en el seno de la sociología.

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tivo del proceso social para transformarse en una "mera sombra" de las formas culturales), no son con- sideradas como "fuerzas" exteriores a la sociedad y mecánicamente contrapuestas a ella (como ocurre con los "instintos" en Freud), sino que son ya socializadas en sus manifestaciones —pues sólo son experimenta- das a través de formas que, aun cuando diverjan de las pautas normales o admitidas, son por lo menos culturalmente posibles—. Y, en efecto, los conflictos que empíricamente podemos observar no se presentan entre impulsos meramente biológicos y formas social- mente establecidas, sino entre lo que podríamos lla- mar dos dimensiones de lo social: por un lado, deter- minadas estructuras cristalizadas, por el otro, actitudes subjetivas (que incluyen y expresan culturalmente el sustrato biológico) que ya no se adecúan perfecta- mente a aquellas y tienden a desbordarlas. Es de este conflicto de donde se origina —en una sociedad di- námica— la creación de nuevas formas sociales; de ahí que el estudio de este proceso, que permite sor- prender a la sociedad in fieri, equivale a investigar la dinámica del cambio social en el acto mismo en que se verifica en la mente de los hombres.

Tampoco niega el neopsicoanálisis la existencia de mecanismos psicológicos de carácter universal; pero su propósito es estudiar de qué manera funcionan en casos específicos, y es por ello que se dirige a descu- brir aquellos otros mecanismos que se dan en proce- sos históricos concretos. Su asunto no es entonces el hombre en general, sino el hombre de una determi- nada época, cultura y grupo social, y el porqué de las diferencias y cambios que se dan entre los distintos tipos de hombres que nos muestra la historia. En este sentido el neopsicoanálisis realiza la exigencia susten- tada por Mannheim de descubrir ese tipo de

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