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Esquizofrenia


Enviado por   •  24 de Octubre de 2013  •  2.369 Palabras (10 Páginas)  •  209 Visitas

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INTRODUCCIÓN.

Con este trabajo se pretende abordar sobre el tema de la esquizofrenia, en especial con el subtipo, la esquizofrenia paranoide tomando en cuenta en qué consiste, como se desarrolla como ha evolucionada dicha patología y los tratamientos que se pudieran aplicar.

Se comenzara dando un contenido teórico sobre el tema en el cual veremos toda la patología, después revisaremos el caso clínico de un paciente, que en este caso será sobre la historia de Paul Schreber y un posible tratamiento que nosotros consideremos correcto.

En la actualidad se tiene conocimiento de que las personas con esquizofrenia acuden por primera vez a un especialista cuando el primer episodio psicótico se ha manifestado. Se estima que los síntomas comenzaron a presentarse de tres a cinco años antes del primer episodio, buscar ayuda a menudo es considerado como un último recurso más que una elección racional.

Esta situación pone de manifiesto el hecho de que en general los diagnósticos se realizan tardíamente y por lo tanto hay demora en comenzar el tratamiento efectivo. El mismo es implementado en un periodo avanzado de la enfermedad, cuando la condición y el ambiente de la persona comenzaron a deteriorarse generándose cambios persistentes en la conducta, déficit funcional, neuropsicocognitivos y dificultades en las relaciones sociales.

Teniendo en cuenta estas circunstancias, se presenta como una necesidad apremiante la implementación de estrategias tendientes a diagnosticar precozmente la esquizofrenia, como un medio de facilitar la intervención temprana al tratamiento, reduciendo de este modo la morbidez y promoviendo una mejor calidad de vida de las personas con dicha enfermedad.

La esquizofrenia es probablemente el trastorno mental más angustioso e incapacitante que existe. Los primeros signos de la esquizofrenia tienden a declararse en la adolescencia o al comienzo de la edad adulta. Los síntomas son confusos y pueden resultar alarmantes para la familia y los amigos.

Las personas con esquizofrenia paranoide sufren trastornos en sus procesos de pensamiento que producen alucinaciones, delirios, pensamiento desordenado y formas peculiares de hablar o de comportarse. Los síntomas afectan a la capacidad del individuo de relacionarse con los demás, y a menudo las personas con esquizofrenia se apartan del mundo que les rodea.

En la actualidad se define a la “esquizofrenia como una perturbación del pensamiento sensible al ambiente y harto a menudo persistente o recurrente con un sustrato de disfunción cerebral (cognitiva, perceptiva, anatómica o bioquímica) bastante convincente, que ha sido adquirida (por vía traumática, infecciosa, etc.) y o heredada por medio de los genes” (Anderson, 1986).

Es un desorden cerebral que deteriora la capacidad de las personas para pensar, para dominar sus emociones, tomar decisiones y relacionarse con los demás. Es una enfermedad psíquica que afecta a la mente, al conjunto de actividades o procesos psíquicos conscientes o inconscientes. El cerebro enferma y entra en crisis debido a la tensión experimentada que actúa como catalizador o detonante de la enfermedad en una persona con predisposición a contraerla.

Es un trastorno psiquiátrico grave y debilitante, que abarca probablemente un grupo de enfermedades caracterizadas por distorsiones del pensamiento y la percepción, por afectos y emociones inapropiadas y/o aplanadas y con una marcada tendencia al aislamiento social.

Afecta aproximadamente al 1% de la población mundial, afligiendo con la misma frecuencia a hombres y mujeres de cualquier país o cultura, de todos los niveles de inteligencia. Sin embargo, aunque la prevalencia es similar en ambos sexos, las mujeres experimentan un curso más leve, una aparición más tardía de los síntomas, un mejor funcionamiento social. En los varones el inicio suele ser a una edad más temprana, existiendo peor adaptación pre mórbida, menor nivel de estudios, más evidencias de anormalidades cerebrales estructurales y de deterioro cognitivo.

Típicamente la esquizofrenia comienza al final de la adolescencia y principio de la edad adulta. En el 70% de los nuevos casos se detectan los primeros síntomas entre los 15 y los 30 años de edad, arrojando un promedio de 15-24 años (Anderson, 1986; Vallejo Ruiloba, 2000)

Aunque la esquizofrenia puede desarrollarse en cualquier individuo es más frecuente que aparezca en personalidades con algunos rasgos concretos. Los rasgos más comunes son el aislamiento social y emocional, suelen ser sujetos que muestran preferencia por actividades solitarias conductas excéntricas y que buscan refugio en la fantasía. Esta asociación entre personalidad pre mórbida y esquizofrenia, no es lo suficientemente fuerte como para predecir la enfermedad, pero permite identificar a individuos con mayor riesgo de desarrollarla (Perona Garcelán; Gallach Solano; Vallina Fernández & Santolaya Ochando, 2004).

El inicio de este trastorno puede ser agudo o insidioso. Con frecuencia el inicio es insidioso de tal modo que es imposible fecharlo. Un joven con una conducta previa y un rendimiento académico, laboral adecuado se convierte lentamente en un sujeto aislado e introvertido, pierde su iniciativa y vivacidad, abandona sus ambiciones de futuro. En otros casos el inicio es agudo, cuya principal característica es la eclosión súbita de sintomatología esquizofrénica; habitualmente tras la vivencia de un alto monto de estrés ambiental, se presenta un cuadro florido en el curso de pocas horas o a lo largo de algunos días.

Sin embargo, la mayoría de los sujetos presentan una fase prodrómica que manifiesta un lento y gradual desarrollo de diversos signos y síntomas (p. ej. aislamiento social, fallas escolares, deterioro de la higiene personal, comportamientos extraños, pérdida de interés en el estudio o en el trabajo).

También suelen existir fases agudas de crisis con irrupción de sintomatología positiva (delirios y alucinaciones) y una acentuación de los síntomas negativos (apatía, abulia, anhedonia, etc.). Las crisis exigen los cuidados más intensivos. La fase de crisis es seguida por el estado de compensación en el que la persona, sin estar curado, mantiene una adecuada relación con la realidad y debe ser estimulada convenientemente para responder a las exigencias de una vida normalizada. Esta estimulación se debe regular de acuerdo con su grado de vulnerabilidad.

La fase de compensación puede dar paso a una nueva crisis si se presenta circunstancias ambientales como tensiones o conflictos, pero también circunstancias médicas como

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