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Freud : El Paso De La Niñez A La Adolescencia


Enviado por   •  11 de Octubre de 2013  •  954 Palabras (4 Páginas)  •  422 Visitas

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Sólo cuando mi mente se conmovió entera

Cuando luchaba contra fuerzas oscuras, desenfrenadas

Pude, sola en mi necesidad, sentir con temor

Que cada poeta canta únicamente su propia pena.

Anna Freud (1918)

"La pulsión de saber no puede contarse entre los componentes pulsionales elementales ni colocarse exclusivamente bajo el dominio de la sexualidad. Su actividad corresponde, por un lado, a una aprehensión sublimada, y por otro, actúa con la energía del placer de contemplación [...] La pulsión de saber infantil es atraída -y hasta quizá despertada- por los problemas sexuales en edad sorprendentemente temprana y con insospechada intensidad" [1]. Así opinaba Freud en 1905, y aún hoy sigue siendo controvertida la imbricación que hay entre educación y sexualidad, y particularmente entre cultura y pulsión. El primer intento de conciliar o reforzar la oposición de estos extremos, ocurrió en los debates entre Freud y el educador protestante Oskar Pfister; es el momento en que se comienza a hablar de una pedagogía psicoanalítica. Sin embargo habrá que esperar a Anna Freud para que la cuestión adquiera verdadero énfasis. Esto por dos razones: porque Anna Freud aunaba la condición de educadora y psicoanalista, y porque en su niñez y adolescencia había vivido una intensa lucha por doblegar las fantasías masoquistas infantiles con los recursos escolares, en particular, la escritura narrativa.

La educación para Anna Freud

En la década del '40, en su libro La guerra y los niños [2], ya era del parecer que el acto de educar era mucho más que transmitir contenidos referenciales, era también y ante todo, la posibilidad de civilizar la pulsión: "desviar la agresividad natural del niño, es uno de los fines reconocidos de la educación, la cual debe esforzarse, en los primeros años de vida del infante, en cambiar la actitud del mismo en relación a sus propios impulsos. El deseo de hacer daño a los demás, y más tarde, la necesidad de destruir objetos, van transformándose paulatinamente [...] Una educación inteligente tenderá a desviar estos impulsos agresivos de su propósito inicial, encauzándolos hacia el bien; se fomentará la lucha contra las dificultades del mundo exterior... y en general, toda obra de ‘bien’ en oposición al impulso primitivo de hacer el ‘mal’" ... "el niño es un pequeño salvaje, y preténdese de él que, llegado a la edad escolar, sea más o menos civilizado".

No debe sorprender entonces, que en ese mismo libro, que había escrito junto a Dorothy Burlingham, y que trata acerca de los efectos sobre los niños de los bombardeos a Londres en la Segunda Guerra Mundial, haya escandalizado con la siguiente afirmación: "el niño debe ser alejado de los horrores primitivos de la guerra no porque la muerte y las atrocidades sean extrañas a

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