José Joaquín Fernández de Lizardi
carrada1997Ensayo24 de Junio de 2013
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Esta obra fue escrita por José Joaquín Fernández de Lizardi, en ella Pedro Sarniento nos cuenta de su vida: Nace en México en tiempos de la Nueva España, hijo de una madre sobre protectora y un padre consentidor de sus deseos. No son ricos pero tampoco pobres, de todas formas, Pedrito utiliza como arma y escudo el berrinche. ¿Y porque obtuvo ese "apodo"? Periquillo por su debilidad al hablar y Sarniento pues alguna vez enfermó de sarna. Desde entonces, el admite haber cometido el error de no saber escoger, o mejor dicho preferir las amistades de dudosa integridad.
Los cambios de escuela y maestros particulares suceden uno tras otro, nadie ponía orden en el Periquillo. Entonces su papa, teniendo en mente de que su hijo jamás seria un buen estudiante, le propone escoger algún oficio para que entre de aprendiz. Se escandaliza la madre al saber, porque no considera digno que su hijo se ensuciara las manos. El padre insiste pues no ve otro camino y nada malo tiene el saber un oficio. La madre insistiendo a su manera termina convenciendo a su enamorado y débil esposo.
Periquillo convence a su padre de sus ganas de estudiar gramática latina, por tal motivo, el padre le consigue al mejor maestro pasando de esa forma un tiempo entre estudios y pintas. Terminando los estudios, el ingresa al colegio de San Ildefonso a estudiar el bachillerato con especialidad en filosofía. Cuando entro, se las ingenio para impresionar a todos (sobre todo mañas y malas costumbres) con el billar y el albur, en lo que se aplica con rigor. El día de su graduación quizás fue, el más dichoso de sus padres, porque se enorgullecían del notable cambió del hijo. Recibiéndose de bachiller en artes su ego se desboca en proporción a sus berrinches. A pesar de eso, el padre lo convence de ir a "aprender" a una hacienda de un gran amigo.
En la obra, Periquillo cuenta sobre su llegada a la hacienda y la pronta amistad que hace con la señora de la casa quien tiene noticias de él por Januario –un amigo de la infancia y compañero del colegio- De hecho Juan Largo (Januario), era más que su compinche en ligeras fechorías, era quien cambio su nombre por el que llevará de por vida: el Periquillo Sarniento. Además, Januario es el sobrino del amo.
Para tan grata llegada, se había organizado una comida ¿Qué cosas no? El Periquillo alardea de mucho conocimiento porque quiere impresionar a todos, sobre todo a la prima de Januario pero un vicario presente lo corrige y aconseja. Platicando con el vicario manifiesta su deseo de dedicar su vida a Dios. A su vez, le pide que cuestione a Januario pero el mancebo religioso le explica que la venganza no es digna de los hombres de bien. Durante la cena ocurren otros incidentes y ahora le toca a Juan Largo quedar en ridículo. Todos en la hacienda simpatizaron con el excepto Januario, que no dejaba de sentir envidia por su amigo que para colmo pretendía a su prima. Toma como oportunidad esto para tenderle una trampa. Le dijo a Periquillo que su prima le correspondía y fuera a su recamara. Acude a la cita pero no resulta ser la bella prima a quien encuentra bajo las cobijas, sino a la madre, quien advertida por su sobrino de que el tal Periquillo, es un bribón, pícaro y con malas intenciones. Este fue su último día en la hacienda.
Regreso a su casa, el padre le propuso 2 opciones: estudiar para ser abogado o medico. Si no le gusta estudiar, le ofrece su ayuda incondicional para que aprenda el oficio que desee. Para variar, al Periquillo no le convencía ni lo uno ni lo otro y más aún, acude a pedir consejo con otro de sus zánganos amigos de nombre: Martín Pelayo. El pensamiento que tiene Martin es que el mejor trabajo en la vida es ser clérigo. Se vive bien de las limosnas, se es respetado, y sobre todo, nunca falta comida en abundancia. Cuando el padre del Periquillo le pregunta que había decidido para su futuro, éste contesta: clérigo. El padre le advierte que para ser clérigo se tiene que ser primero vicario, y que esto implica infinidad de privaciones, voluntad y mucho estudio. El narrador nos confiesa que su mayor objetivo en la vida era ganarse la vida generosamente, sin el menor esfuerzo, por lo que de nuevo contesta que tiene vocación de clérigo. Ni hablar, poco tiempo después, el uniforme es portado con todo orgullo por "El Periquillo Sarniento". De inmediato Martin, lo invita a su gavilla y pronto, frecuenta billares y tertulias clandestinas. Al año, habla con fluidez el albur, es diestro en los juegos de azar, y baila y bebe con mucha alegría. Asegurándose el padre de la conducta de su hijo, porque ya estaba cerca la fecha en que seria anunciado se lleva una gran decepción, al enterarse que su hijo es faltista (como decía la madre), el peor de la clase y que además frecuenta a un grupo de libertinos poco confiables.
Durante la cena el Periquillo sospecha algo, pues el padre se notaba severo y la madre llorosa. El habla al día siguiente con su madre y ésta le confiesa que su padre había resuelto meterlo de aprendiz, el bachiller y teólogo se escandaliza y le suplica a su madre que no permita tal atrocidad. La madre suplica por su amado hijo y el padre cede de nuevo a sus peticiones. Nuevamente le concede unos días para que piense en su futuro. El Periquillo va de nuevo con Martín quien esta vez dice, que ser fraile es la mejor manera de ganarse la vida y que si quería, podía conseguirle una recomendación para su tío: el provincial de San Diego. El Periquillo acepta la oferta.
Poco tiempo después, llega al convento de San Diego, en ese momento prelado leía sus recomendaciones, el Periquillo convencido de todo lo que su decisión implica. Antes de la ceremonia, experimenta la certeza del dicho "el hábito no hace al monje" y reniega de su decisión, aún así, acepta convencido de que pasado el tiempo riguroso de los estudios y disciplinas, vivirá cómodamente. La vida en el convento resulta desastrosa y el Periquillo recibe las visitas de Martín y de Juan. Seis meses pasan en los que no sale cuando recibe la noticia de la muerte de su padre. En el testamento de la resiente muerte, consiste en una serie de preceptos morales que lamenta no haber escuchado. Esas frases esconden el orgullo de alguien convencido del futuro: su hijo.
El Periquillo, hace como pretexto la viudez de su madre para salir del convento, el fraile primero lo regaña por su mala disposición dentro del recinto, y su falta de seriedad ante la vida luego lo dejo ir. La madre lo recibe orgullosa y conmovida, un año duro de luto.
La madre no sólo gastó su último centavo en las continuas tertulias de su hijo, sino que poco a poco, empeño tras empeño, se fue quedando sin bienes hasta terminar por vivir, en un pequeño cuarto. Pedrito, no mostro ni el mínimo interés por trabajar e insistía en vivir como antaño. La madre sin recursos, le pide a su hijo que aprendiera algún oficio o hiciera algo para traer dinero a casa. No obtuvo resultados muere entre delirios pidiendo que le den de comer a su hijo y sin ver remedio a su pícaro hijo. El Periquillo se encuentra en la calle, ningún pariente lo auxilia, solo un encuentro casual con Juan le pone destino. El Januario vive de hacer trampas con las cartas y rápidamente, enseña al Periquillo sus mañas formando un equipo. Esa noche y las siguientes, durmieron en escondites, rodeados de ladrones y divirtiéndose con el alcohol. El camino del vicio y la vida mal habida, se han abierto para el Periquillo quien se entrega con fervor a su nueva vida. Por su parte, Martín era diferente, al no reencontrarse los amigos pone como fin el frecuentarse. La fama del Periquillo y del Januario que obtuvieron por sus mañas se extiende por los alrededores, sus altibajos económicos son notables, en cierta ocasión, el Periquillo es golpeado y termina en un hospital. A su salida, se encuentra sólo, sucio y con hambre. Sobrevive algunos días de las estafas hasta encontrarse de nuevo con el Januario quien le ofrece alojo junto con otros mal vivientes. Vuelve una invitación a robar, el periquillo se rehúsa pero el robo se frustra y el Periquillo es arrestado por sospechoso (inquieto, había acudido al lugar del crimen) y fue inculpado por una sirvienta. En la cárcel de la corte, y en medio de un millón de presos, el Periquillo entra precedido por la fama de ratero. Ahí conoce al señor Antonio Sánchez quien es el único que se compadece de él y lo invita a comer. Don Antonio y el Periquillo hacen amistad; de mayor edad, don Antonio recibió bien a su protegido e incluso le contó su triste historia. Mas desgracias hay y cuenta que su bella esposa fue objeto de deseo de un marqués que le supo tender una trampa para deshonrar su orgullo y de paso, acostarse con ella. Sin embargo, la mujer supo estar a la altura de las circunstancias, no sólo rechazó, le reiteró amor y fidelidad. El marqués quedando satisfecho con su plan frustrado, maquinó otro más perverso, en el cual involucró a don Antonio con el tráfico de tabaco razón por la cual terminó en la cárcel. El marqués muere pero antes, reconoce la vileza de sus actos y reivindica a don Antonio, sin embargo, éste no sale por trámites burocráticos que lo mantienen ahí. La amistad entre don Antonio y el Periquillo aumenta. El Periquillo tiene que limpiar baños pero gracias a la influencia de don Antonio lo deja de hacer. El Periquillo se siente protegido pero se prepara la confesión con cargos en contra de el, Don Antonio la previene sobre sus declaraciones para evitar contradicciones innecesarias. Además de su probada amistad, don Antonio lo aconseja sobre sus amistades y decisiones. Por eso, cuando don Antonio sale con libertad, el Periquillo comienza a extrañar su presencia.
El señor de finos modales, deja encargadas algunas pertenencias a su protegido
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