LA FABULAS DE GULLIVEN
Enviado por daariito • 1 de Julio de 2013 • 5.837 Palabras (24 Páginas) • 276 Visitas
¿De qué tratan los libros de aventuras, esos libros que divierten y emocionan, que aumentan
las ganas de vivir? Contado de forma muy simple, el argumento básico de la aventura es así:
unos personajes buenos tienen que enfrentarse con otros personajes malos y luchar contra
ellos. Si ganan los buenos, decimos que la aventura acaba "bien"; pero si vencen los malos,
declaramos que el cuento acaba "mal". Y sin embargo...
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. A veces los buenos no son tan buenos como nos
los quieren pintar: en ocasiones también hacen daño a otros, aunque sea con las mejores
intenciones. Y los malos pueden ser malos de muchas maneras, unas peores y otras bastante
soportables. Te confieso que a mí en ocasiones me resultan más simpáticos que los buenos:
los comprendo mejor, quizá porque yo sea también malo como ellos. Además, a los malos
hay que agradecerles por lo menos una cosa: si no fuera por su aparición, las narraciones
resultarían aburridísimas. Una historia en la que todo el mundo es bueno es como una
hamburguesa de cartón y sin patatas fritas.
El título de este libro dice: "malos" y "malditos". Son dos formas de resultar culpable bastante
diferentes. Los verdaderos malos son así porque quieren: podrían ser buenos, pero prefieren
fastidiar al prójimo, abusar de los débiles y apoderarse de lo que les gusta sin respetar a
nadie. De estos malos de verdad creo que hay bastantes menos de lo que suele creerse. Los
malditos, en cambio, abundan mucho más. Llamo "malditos" a los que quisieran ser buenos
pero acaban haciendo pupa porque los demás no les ayudan, les rechazan o no les entienden.
Más que malos, los malditos son buenos con mala suerte. Los malos auténticos se hacen
solos; pero a los malditos les hacemos malos entre todos. Aunque no los he contado, creo
que en este libro hablo más de malditos que de malos...
También hay una tercera clase de tipos peligrosos, que no son malos ni malditos, a los que
podemos llamar "adversarios". El adversario nos amenaza y es preciso luchar contra él, pero
no por eso podemos decir que sea malo: sólo es malo para nosotros porque hemos chocado
con él. Por ejemplo, un tiburón puede ser nuestro adversario si nos lo encontramos cuando
vamos nadando por el mar: el bicho no es malo ni bueno, lo malo es... encontrárselo con
hambre. A los adversarios les he quitado del título para que no resultase demasiado largo,
pero también tropezaremos con algunos en las siguientes páginas.
En el fondo, todos -los malos, los malditos y los adversarios que aparecen en novelas o
cuentos- son amigos de los lectores porque contribuyen a que nos divirtamos, a que soñemos
y también a que pensemos un poco. Si tú aún no has leído los relatos de los que voy a
hablarte a continuación, espero que este librito mío te sirva como una invitación para leerlos; y
si ya los conoces, permite que los recordemos juntos como dos viajeros que han estado en
las mismas hermosas tierras y celebran charlando lo bien que lo pasaron allí.
EL CÍCLOPE POLIFEMO
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SAVATER, FERNANDO MALOS Y MALDITOS
ODISEA. HOMERO
La literatura no empieza con un hombre solo sentado ante una mesa, escribiendo sobre un
pergamino con una larga pluma de ave mojada en tinta, sino con un corro de hombres y
mujeres acuclillados en torno a un fuego mientras alguien cuenta una historia. Quizá es de
noche: se protegen dentro de una cueva de la lluvia, del frío, de las fieras que rondan y
acechan. Acércate a escuchar. ¿Qué les narra ese hombre cuyas palabras tienen a todos tan
fascinados? Habla de las aventuras de alguien singular que cruzó los mares, desafió a las
montañas y se enfrentó con los monstruos. Narra batallas en las que intervienen muchos
guerreros humanos y a veces algunos dioses que debían estar aburridos. También aparecen
mujeres: la mayoría se limitan a ser hermosas y los varones las cortejan, a veces las raptan o
luchan a muerte por ellas; pero otras son valientes, astutas, emprendedoras, fieles a sus
maridos o retorcidamente malignas como brujas. El protagonista de ese relato que alguien
cuenta mientras los demás escuchan conteniendo la respiración se parece a nosotros pero no
del todo: por lo visto no tiene miedo a la muerte como lo tenemos tú y yo. Y los otros se
animan escuchando su historia y le llaman héroe porque aprenden gracias a él que la muerte
no domina donde hay un gran corazón.
Ese hombre que habla es el narrador o, si prefieres, el poeta. Al primero de esos poetas -que
aún no escribieron pero que cantaron y contaron hermosas historias- nosotros le llamamos
Homero. Muchos años después de su muerte, alguien reunió los cuentos que tantos le
escucharon en dos grandes libros: el primero de ellos, la Ilíada, trata del largo asedio de la
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