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LA FABULAS DE GULLIVEN

daariito1 de Julio de 2013

5.837 Palabras (24 Páginas)329 Visitas

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¿De qué tratan los libros de aventuras, esos libros que divierten y emocionan, que aumentan

las ganas de vivir? Contado de forma muy simple, el argumento básico de la aventura es así:

unos personajes buenos tienen que enfrentarse con otros personajes malos y luchar contra

ellos. Si ganan los buenos, decimos que la aventura acaba "bien"; pero si vencen los malos,

declaramos que el cuento acaba "mal". Y sin embargo...

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. A veces los buenos no son tan buenos como nos

los quieren pintar: en ocasiones también hacen daño a otros, aunque sea con las mejores

intenciones. Y los malos pueden ser malos de muchas maneras, unas peores y otras bastante

soportables. Te confieso que a mí en ocasiones me resultan más simpáticos que los buenos:

los comprendo mejor, quizá porque yo sea también malo como ellos. Además, a los malos

hay que agradecerles por lo menos una cosa: si no fuera por su aparición, las narraciones

resultarían aburridísimas. Una historia en la que todo el mundo es bueno es como una

hamburguesa de cartón y sin patatas fritas.

El título de este libro dice: "malos" y "malditos". Son dos formas de resultar culpable bastante

diferentes. Los verdaderos malos son así porque quieren: podrían ser buenos, pero prefieren

fastidiar al prójimo, abusar de los débiles y apoderarse de lo que les gusta sin respetar a

nadie. De estos malos de verdad creo que hay bastantes menos de lo que suele creerse. Los

malditos, en cambio, abundan mucho más. Llamo "malditos" a los que quisieran ser buenos

pero acaban haciendo pupa porque los demás no les ayudan, les rechazan o no les entienden.

Más que malos, los malditos son buenos con mala suerte. Los malos auténticos se hacen

solos; pero a los malditos les hacemos malos entre todos. Aunque no los he contado, creo

que en este libro hablo más de malditos que de malos...

También hay una tercera clase de tipos peligrosos, que no son malos ni malditos, a los que

podemos llamar "adversarios". El adversario nos amenaza y es preciso luchar contra él, pero

no por eso podemos decir que sea malo: sólo es malo para nosotros porque hemos chocado

con él. Por ejemplo, un tiburón puede ser nuestro adversario si nos lo encontramos cuando

vamos nadando por el mar: el bicho no es malo ni bueno, lo malo es... encontrárselo con

hambre. A los adversarios les he quitado del título para que no resultase demasiado largo,

pero también tropezaremos con algunos en las siguientes páginas.

En el fondo, todos -los malos, los malditos y los adversarios que aparecen en novelas o

cuentos- son amigos de los lectores porque contribuyen a que nos divirtamos, a que soñemos

y también a que pensemos un poco. Si tú aún no has leído los relatos de los que voy a

hablarte a continuación, espero que este librito mío te sirva como una invitación para leerlos; y

si ya los conoces, permite que los recordemos juntos como dos viajeros que han estado en

las mismas hermosas tierras y celebran charlando lo bien que lo pasaron allí.

EL CÍCLOPE POLIFEMO

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SAVATER, FERNANDO MALOS Y MALDITOS

ODISEA. HOMERO

La literatura no empieza con un hombre solo sentado ante una mesa, escribiendo sobre un

pergamino con una larga pluma de ave mojada en tinta, sino con un corro de hombres y

mujeres acuclillados en torno a un fuego mientras alguien cuenta una historia. Quizá es de

noche: se protegen dentro de una cueva de la lluvia, del frío, de las fieras que rondan y

acechan. Acércate a escuchar. ¿Qué les narra ese hombre cuyas palabras tienen a todos tan

fascinados? Habla de las aventuras de alguien singular que cruzó los mares, desafió a las

montañas y se enfrentó con los monstruos. Narra batallas en las que intervienen muchos

guerreros humanos y a veces algunos dioses que debían estar aburridos. También aparecen

mujeres: la mayoría se limitan a ser hermosas y los varones las cortejan, a veces las raptan o

luchan a muerte por ellas; pero otras son valientes, astutas, emprendedoras, fieles a sus

maridos o retorcidamente malignas como brujas. El protagonista de ese relato que alguien

cuenta mientras los demás escuchan conteniendo la respiración se parece a nosotros pero no

del todo: por lo visto no tiene miedo a la muerte como lo tenemos tú y yo. Y los otros se

animan escuchando su historia y le llaman héroe porque aprenden gracias a él que la muerte

no domina donde hay un gran corazón.

Ese hombre que habla es el narrador o, si prefieres, el poeta. Al primero de esos poetas -que

aún no escribieron pero que cantaron y contaron hermosas historias- nosotros le llamamos

Homero. Muchos años después de su muerte, alguien reunió los cuentos que tantos le

escucharon en dos grandes libros: el primero de ellos, la Ilíada, trata del largo asedio de la

ciudad de Troya por una alianza de guerreros aqueos llegados desde todas partes de Grecia

para rescatar a la hermosa reina Helena; el segundo, la Odisea, relata las peripecias sufridas

por uno de esos guerreros -Ulises, rey de la isla de Ítaca- hasta volver a su casa, navegando

por gran parte del Mediterráneo. La Odisea es una magnífica novela de aventuras, la primera

de todas y la que ha tenido más imitadores. Si la lees te encontrarás zarandeado por

tempestades y naufragios, verás aparecer monstruos implacables, serás hechizado por

brujerías, sabrás cómo un rey tuvo que disfrazarse de mendigo para recuperar su trono, cómo

la flecha de un arco formidable se clavó en el corazón de la verdad y cómo un viejo perro

ciego fue capaz de ver lo que nadie veía. Sobre todo, conocerás a Ulises: astuto, fuerte,

obstinado, tramposo y audaz. Hace ya casi tres mil años que los lectores estamos

enamorados de él...

Uno de los adversarios más tremendos contra los que tienen que enfrentarse Ulises y sus

compañeros en su famoso viaje es el cíclope Polifemo. Se trata de un gigante antropófago

con sólo un gran ojo en la cara, que vive en una isla habitada únicamente por otros feroces

salvajes de su misma especie. ¿Te acuerdas de los ogros, esos personajes amenazantes que

aparecen en tantos cuentos, como El gato con botas o Juan sin Miedo? Pues Polifemo es el

primer ogro de la literatura y sirve de modelo a muchos otros.

El cíclope tiene su guarida en una gran cueva, donde guarda también un rebaño de enormes

ovejas. Ulises y sus camaradas se acercan a él como amigos, esperando alimento y cobijo,

pero Polifemo les hace prisioneros para ir devorándolos poco a poco. Por fortuna, el cíclope

no conoce el vino, ese invento maravilloso de la gente mediterránea, y cuando Ulises se lo da

a probar se entusiasma con tan grata bebida: es bruto, pero menos de lo que parece.

Después Polifemo se duerme borracho como una cuba, Ulises le ciega el único ojo con una

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SAVATER, FERNANDO MALOS Y MALDITOS

estaca bien afilada y los griegos se escapan ocultos entre las lanas de las ovejas ciclópeas.

No creas que Homero y sus oyentes consideraban a Polifemo un monstruo por su enorme

tamaño, ni por su único ojo, ni por vivir en una caverna. Lo monstruoso del cíclope era su

falta de "hospitalidad". A los pobrecillos que llegaban cansados y estremecidos de luchar

contra las olas no les ofreció ayuda, sino que los trató como a animales. Para aquellos

antiguos griegos, como para tantas otras culturas, no había peor pecado que esa falta de

hospitalidad. Acuérdate cuando veas en tu ciudad al extranjero, al inmigrante, al que pide

refugio y comprensión. No seamos nosotros ogros odiosos para ningún ser humano.

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SAVATER, FERNANDO MALOS Y MALDITOS

LOS HOMBRES DEL FUEGO

EL LEÓN DE LAS CAVERNAS. H. J. ROSNY AINÉ

Tú y yo vivimos rodeados por las personas de nuestra familia: a algunas las queremos mucho

y con otras nos llevamos un poco peor. Si salimos de casa, están los vecinos: los hay muy

simpáticos y otros que no saludan ni al entrar en el ascensor. Más allá está la gente del barrio:

el quiosquero al que compras periódicos y tebeos, la señora de la tienda de ultramarinos, los

del garaje de la esquina... y muchos más. Añade a la lista tus compañeros de colegio, la gente

que viaja contigo en el metro y en el autobús, los primos con los que veraneas a veces, las

chicas francesas que encontraste haciendo auto-stop, todos los rostros que aparecen en la

televisión y en el cine... ¡yo qué sé! ¿Has intentado calcular alguna vez a cuánta gente

conoces? ¿A cuántos seres humanos has visto en tu vida, aunque no sea más que unos pocos

segundos? Di los que quieras: seguro que te equivocas y son más.

La verdad es que nos ha tocado vivir en un mundo en el que abundan los seres humanos: hay

más que nunca -cuentan que casi seis mil millones-, aunque en ciertos sitios se nota más que

en otros. Pero imagínate aquella época del pasado remoto cuando los humanos éramos muy

poquitos, una ínfima minoría. Formábamos una especie rara y amenazada de extinción por mil

peligros,

...

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