La Maquina Cultural

La segunda parte de este texto comienza relatando una situación donde hay un niño de bajos recursos, el cual está contando los pasos para su aseo:

…“Primeramente preparo: el agua, el jabón, la palangana y la toalla.

Luego me enjabono bien la cabeza.

Después de varios enjuagues, la seco. Por último, me aliso el cabello y me peino.

Debemos lavarnos con frecuencia la cabeza”

“Por más esmero que se tenga con la ropa, nunca es posible impedir que se ensucie: de ahí la necesidad de limpiarla y lavarla.

No basta que estén limpias las piezas exteriores; también deben estarlo, y en primer lugar, las ropas que llevan interiormente, porque son las que reciben con el sudor los residuos del cuerpo.

Mientras más caluroso sea el tiempo, más seguido deben ser lavadas y cambiadas esas piezas.

El desaseo en el cuerpo como en los vestidos es causa originaria de numerosas enfermedades, que podemos evitar fácilmente con agua y jabón.

Además conviene tener presente que nuestro aseo no solo debe comprender el cuerpo y los vestidos, sino las habitaciones, los útiles que usamos y cuanto nos rodea”

El primer día de clases, la docente al observar falta de higiene en los niños, se propone enseñar desde la escuela el aseo. Lo primero que hace es buscar un peluquero al cual le paga para que vaya a la escuela y le corte el pelo a los alumnos seleccionados.Al principio los chicos estaban asustados, pero ella les explico que esta escuela iba a ser una escuela ejemplar, que había que cuidarla mucho y que primeramente, los alumnos debían ir limpios y prolijos y para eso debían empezar por la cabeza porque con el pelo cortito se evitan enfermedades. Luego de cortarles el pelo, llamó a las niñas para enseñarles como pasarse el peine fino y que llevando unas lindas trenzas, se evitan piojos.

Al día siguiente, algunas madres se acercaron por esta situación porque decían que si sus hijos se lavaban la cabeza, se iban a resfriar. Entonces esa maestra les explicó que no era cierto. Y, a partir de ese día, los chicos de pelo cortito les explicaron a los otros que tener el pelo así es más cómodo.Esta maestra dice que a los chicos de esa escuela había que enseñarles con cosas prácticas y materiales. Ella viaja a Europa y ve que su forma de trabajo no era distinta a la de ellos.

Después cuenta que en 1920 se había celebrado el centenario de la muerte de Belgrano y que todas las escuelas se habían reunido en la Plaza de Mayo frente a la estatua del prócer y cada escuela había jurado la bandera.

Un año después, para el 25 de mayo, se hizo un desfile con todos los alumnos de las escuelas de la Capital.

En 1922, era el segundo año que ella dirigía la escuela, pensó que como eran una escuela nueva, debían hacer algo que los distinguiera. Se le ocurrió hacer cintas de tafetablanca y celeste, formando moños para el cuello de los varones y vinchas para las cabezas de las niñas. Durante el desfile realizado, todos decían: “Allá vienen los chicos de la escuela de Olaya”

Aparece un diálogo entre una niña y su tío, donde ella le cuenta un secreto: tiene una compañerita que es hija de inmigrantes pero esta niña no quiere que los demás se enteren que su papá es italiano porque piensa que las otras compañeritas no la van a querer. Entonces, este tío le dice que le diga a su compañerita que no tiene por qué avergonzarse, que todo argentino debe estar agradecido con cualquier extranjero que venga a trabajar nuestras tierras.

Estos hechos relatados presentan lo que se supone que se debe enseñar en el hogar, pero los chicos al no recibir esa educación en la casa, las maestras se ven obligadas a enseñarlo en la escuela, valores que son fundamentales, como el aseo personal, vinculado con el orden del cuerpo y un ideal de cultura respetable, y el patriotismo para la identificación cultural; instalándolos en una escena nacional.

La que cuenta esta historia es Rosa del Rio, que fue una chica pobre, hija de inmigrantes y que también pasó por ese proceso de culturización en la escuela, con la cual se formó para ser maestra. Los inmigrantes les negaban a sus hijos la cultura que ellos trajeron al país, entonces, esos niños no tenían más opción que llenar ese vacío con los elementos culturales queles brindaba la escuela pública. Para Rosa, la cultura se debía adquirir y no un conjunto de valores heredados de sus padres. Dice que la escuela le parecía atractiva porque les brindaba materiales que en la casa no tenían. En la casa de Rosa, no llegaban los medios de comunicación escritos, por lo cual, la escuela brindaba los materiales para la culturización. El imaginario de esta maestra se forma en un marco institucional que impone una cultura ya que el único escenario cultural que conoció fue el de la escuela a la cual fue. Además de aprender a leer, aprende a imitar forzadamente los modales de las maestras y sus compañeras más favorecidas. Al no tener una crítica frente a los rituales escolares, primero como alumna y luego como maestra, explica la trayectoria exitosa que esos rituales prometen a quienes los ofrecen. La escuela era una maquina de imposición de identidades, pero también extendía un pasaporte a condiciones mejores de existencia: entre la independencia cultural respecto del estado y convertirse en servidor del proyecto cultural de ese mimo Estado. Rosa del Río ve la escuela como una realidad y como una promesa. Su historia es como la de alguien que se convierte en fracción dominada de la clase dominante. Rosa es portadora de la ideología escolar en todos sus matices y contradicciones:

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