La Televisión Y Su Relación Con La Felicidad

La televisión y su relación con la felicidad

Ogalde, F., Rodríguez, V.

Asignatura de Psicopatología

Probablemente nadie pueda decir con absoluta convicción que es feliz; quizá en un afán de autoconvencimiento o simple muestra de superioridad ante la presencia de un desdichado, frases como “soy feliz” o “estoy feliz”, sean pronunciadas con cierta liviandad. De todas formas, aunque la persona verdaderamente sienta que está viviendo un estado de felicidad, es importante recalcar que ésta, no es más que una ilusión poco desarrollada de nuestras mismas motivaciones, y es que hay un sin número de manifestaciones propias de nuestra especie que son reprimidas, no solo por esa sociedad moralista que tanto criticamos, sino también por nosotros mismos. Y en consecuencia, nos confudimos a tal punto de no saber con exactitud qué es lo que nos hace feliz. Es un constante y obsesivo saboteo a la imagen propia, responsable de provocarnos aquella disputa interna, entre nuestros impulsos y nuestro super-yo, con la finalidad de obligarnos a transar entre lo que queremos y lo que debemos hacer.

El inhibir y el dejar fluir nuestros deseos nos lleva al dolor, a un malestar que influye en todos los aspectos de nuestra vida. Si decidimos inhibir los impulsos por miedo a la “pérdida del amor del prójimo”, y por consiguiente la pérdida de la protección frente a los peligros que se puedan presentar, o a los castigos que la sociedad nos otorgue por cometer “el mal”, nos expondríamos a un sentimiento de angustia generada por la frustración que produce el no poseer un real control sobre nosotros mismos y la cultura que nos rodea, desembocando en una neurosis en dónde se opta por liberar la enegía libidinal en otras acciones que logren satisfacer en parte (jamás se puede llegar al placer de saciar una pulsión) nuestros deseos, conformándonos con lo que está al alcance y creyendo que se es feliz, pues, “cubrimos” las necesidades y a la vez realizamos lo esperado por nuestros semejantes. En cambio, si se opta por satisfacer todos nuestros impulsos, nos veremos afectados por la culpa, aquella que nuestro propio super-yo nos ha hecho sentir, esperando buscar el momento para que se de el castigo de manera externa, el cual incluye, como se mencionó anteriormente la pérdida del amor, y a pesar de haber alcanzado el placer mediante la satisfacción, no termina siendo suficiente para ser feliz, pues, está sobre nosotros el peso de la culpa y la desprotección del castigo.

En la actualidad, la sociedad chilena tiende a utilizar el primer método, restringiendo sus pulsiones mediante diversas formas. Una de ellas es la televisión, en dónde el morbo por conocer la vida de los demás está orientado a alejarse de la vida propia, la cual tiende a tener falencias considerables en donde hay deseos truncados por el miedo, la culpa por sólo desear algo “indebido”, y el conformismo de quedarse quieto y realizar lo esperado, es decir, lo políticamente correcto; por lo que se busca la satisfacción mediante la realización de un otro totalmente desconocido que aparece en este mundo en donde todo parece real, el público que consume esta televisión espera que esos desconocidos satisfagan sus pulsiones (por ejemplo, en un momento de discusión, la gente espera que alguien desate su agresividad por completo), para así satisfacer las propias, y además criticarlo para sentirse superior a él, formando parte de la sociedad corregidora, o también empatizando con él si en el mismo “mundo televisivo” existe un alguien que lo critica por lo mismo. El televidente se enfada con este último personaje por no permitirle al primero hacer lo que desea, esto tiene su fin en que la persona internamente (o inconscientemente) necesita satisfacer sus pulsiones, y el hecho de que se las coarten le provoca enfado, pues, siente que le arrebataran algo íntimo). Las personas que ven televisión sólo buscan la obtención de placer mediante la satisfacción de placer de un sujeto externo y desconocido, inhibiendo de esta forma los instintos propios, pero no logrando una total saciedad de éste, pues, el efecto dura mientras el televisor está prendido o cuando pueden conversar del tema con otras personas. Sin embargo, siempre habrán momentos en donde se encuentren con su realidad y deban enfrentarse a ella, obteniendo como resultado la infelicidad por darse cuenta que todo sigue de la misma manera, debido a la contención de sus emociones e impulsos.

En función de complementar las ideas mencionadas, es preciso afirmar que la televisión cumple un rol específico en esta sociedad: crear realidades y reafirmarlas de acuerdo pasa el tiempo. Estas realidades

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