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Las Caras De La Violencia

willers22 de Mayo de 2013

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REMO: Volumen VI, Número 17

El asunto de la violencia reviste singular importancia

teórica ya que se constituye en la base para afrontar

una serie de prácticas cotidianas que toman como

objeto a diversos agentes sociales, sean estos individuos

o grupos. No son pocos los estudios estadísticos

que abordan la problemática de la violencia familiar

o intrafamiliar o incluso aquella social, tanto

en los establecimientos educacionales, de salud, deportivos,

judiciales, etc. A veces se centran en estamentos

etarios, otras en problemas de género o de

identidad sexual, otras más tienen que ver con diversas

actividades humanas cotidianas.

Por tanto, la posibilidad de esclarecer su naturaleza,

sus orígenes, sus devenires, se constituye en fuente

de iniciativas - tal vez mejor orientadas que hasta el

presente - para enfrentar estos fenómenos que tiene

a muchos preocupados, por cuanto se entiende que

afecta la sana convivencia.

Deseo discutir en este artículo las necesarias e imprescindibles

diferencias que a mi juicio surgen cuando

se trata de pensar la relación entre violencia y agresión.

Sostengo, que es visible en muchos enfoques

sobre el tema, realizados por variados cientistas sociales,

una confusión en cuanto a sus sentidos, lo que

ocasiona errores en los abordajes, ideologización de

su análisis, incluso fracasos en planes y programas

que se implementan tanto para combatirlas (más violencia)

como para erradicarlas.

ACERCA DE LA AGRESIÓN

El término agresión dice de una relación particular

entre pares, entre seres de la misma especie, que canaliza

una singular energía de ataque en defensa de

un territorio, de la búsqueda de alimentación y defensa

de la pareja y de la prole, según corresponda.

El término, para los etólogos, tiene que ver con aquello

que es del orden del instinto, vale decir, correspondiente

al registro de lo biológico. En algunas sociedades

animales la agresión también tiene que ver

* Doctor en Psicología Clínica. Ha sido director de la Escuela de Psicología de la Universidad Bolivariana, de Santiago de Chile,

donde radica. Es psicoterapeuta psicoanalítico de grupos. Ha publicado libros y artículos en México y otros países. Miembro del

Comité Editorial Internacional de la REMO. Correo: foladori@vtr.net.

Las Caras de la Violencia

Horacio C. Foladori*

En cualquier sociedad, se trata de obedecer y sólo de eso.

Gilles Deleuze, 1984

con ciertas luchas por liderazgos en manadas o grupos

hasta que un individuo se impone como guía.

El concepto de agresión incorpora también los llamados

mecanismos inhibitorios de la agresión, que

se observan en diversas especies animales cuando el

contrincante se da por vencido. Este mecanismo impide

que el ganador mate a su oponente, que ha reconocido

ya la victoria, mostrando que la aniquilación

del otro es innecesaria. Toda una lección para la

especie humana.

En el hombre, en tanto es difícil hallar comportamientos

instintivos agresivos, como en los animales;

se prefiere pensar en una pulsión agresiva que tiene

la particularidad de no estar estructurada (pautas de

conducta iguales para todos los seres de la misma

especie), con lo que podría manifestarse en un abanico

muy amplio de formas. Para Freud, la pulsión agresiva

es parte constitutiva de la vida psíquica, se la

encuentra asociada, por lo general a la pulsión libidinal,

en actividades como la alimentación (necesidad

de destruir el alimento para asimilarlo), a la autodefensa

de la integridad del individuo y por extensión

de la especie, y sobre todo en las diversas manifestaciones

de la sexualidad. Es impensable el coito

sin incluir un cierto monto de agresividad.

Recordemos que Freud sitúa las pulsiones agresivas

como pulsiones del Yo, vale decir al servicio de

la autoafirmación y autocuidado en un medio social

amenazante. Posteriormente, en su segunda teoría

pulsional, las pulsiones agresivas aparecen englobadas

en las llamadas pulsiones de muerte, mostrando

en toda su magnitud las dimensiones de la destructividad

humana hacia otros y hacia sí mismo, a través

de la compulsión de repetición.

En todo caso, las reflexiones freudianas nada dicen

del orden social; las pulsiones se sitúan en el plano

de lo psíquico como «herencia» de la especie.

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México, Julio-Diciembre de 2009

En suma, la agresividad tendría que ver con aquello

que proviene de la interioridad de la vida psíquica

y que se dispara a partir del devenir del conflicto

psíquico y en función de la tolerancia o no a «urgencias

» de la vida pulsional. Situada en el terreno de la

especie, la agresividad es una actividad que implica

a otros de la misma especie,

es decir, a los pares.

Además, por provenir

de comportamientos pulsionales

la agresión remite

a lo individual en sus orígenes,

vale decir, implica

un actuar de la unidad, lo

que no obsta para que en

determinados casos pueda

adoptar una modalidad

colectiva, por «contagio»,

«simpatía» o solidaridad.

Es conveniente reflexionar

acerca de una particularidad

que presenta la

agresividad. Dada una

amenaza o un ataque -lo

que desencadena una respuesta

agresiva- el individuo

tiene dos alternativas:

• o se enfrenta al oponente,

lucha contra él hasta

que alguno de los dos se

de por vencido reconociendo

al otro como vencedor, momento en el cual

se da por terminada la pelea;

• o ante el ataque, desencadena mecanismos de huida,

reconociendo al atacante como vencedor (dejándolo

en posesión de la presa, de la pareja, del

hábitat, etc.)

Si nos enfocamos a una situación donde hay agresión,

cada una de las partes cuenta con la posibilidad

de una salida de la situación - a través de la huida -

que si bien supone entregar algo propio al vencedor,

logra mantener la integridad del individuo así como

su libertad, ya que la agresividad no trasciende la situación.

ACERCA DE LA NATURALEZA DE LA VIOLENCIA

El fenómeno de la violencia pertenece a un orden distinto

que aquel al cual pertenece la agresión. A mi

juicio tiene que ver especialmente con algo del registro

de lo socio-político. La violencia aparece cuando

hay sociedades humanas exclusivamente. Por tanto,

hace a una manifestación que da cuenta de dicha particularidad,

esto es, la remisión a un registro en el

cual las relaciones de poder cobran singular importancia.

Sostendré que podemos hablar de violencia cuando

se da el siguiente fenómeno:

hay un individuo (o

grupo de individuos) a

merced de un OTRO. «A

merced» significa que ese

OTRO esta en condiciones

de disponer del individuo

o grupo de individuos de

una manera total, es decir,

de ejercer un poder total sobre

ellos. Ejercer un poder

total es lograr el objetivo

de su sometimiento, que

obedezca.

Ese OTRO no tiene

nada que ver con el individuo

de cualquier especie.

No es una persona en

el sentido liso y llano del

término, no opera como

tal. No es un par, un igual

en la sociedad. Se trata de

un lugar que ha sido investido

y cuyo valor parte

de tal investimiento. Y en el plano de lo socio-político

ha sido investido de poder. Por tanto opera por

el poder que ese ser encarna, no por su propiedad

típicamente humana. Ese OTRO no es alguien que se

relaciona como un vecino, como un compañero, como

un colaborador. Ese ser, el OTRO, opera por presencia,

por la distinción, por la diferencia. Es un OTRO

ante el cual no hay ya palabra posible, no interesa el

sentido, ya que él atribuye el sentido, un sentido único.

Por tanto, es un OTRO con el cual no hay diálogo,

no hay argumento, no hay posibilidad de pensar con.

En tanto el OTRO encarna el poder, lo ejerce, lo

aplica, más aún, es el poder en acción por cuanto resuelve,

hace. Y eso que hace invariablemente tiene

que ver con producir un acto de sometimiento de los

demás. Por ello es que coloca a los demás en el lugar

de sometimiento, los priva del poder inherente al ser

humano en tanto tal, poder de decidir sobre sus actos,

sobre su producción y sobre los alcances de su

producción. El OTRO es el ejercicio del poder total.

blogs.lasprovincias.es

Las Caras de la Violencia

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REMO: Volumen VI, Número 17

Por ello, estamos en presencia de una relación desigual

por naturaleza: frente al poder no hay paridad,

no hay colaboración. Hay orden y sometimiento.

Pero además, frente al ejercicio del poder

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