Lenguaje y la gramática
gabriel34Ensayo7 de Junio de 2013
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vivientes, jamas podemos desprendernos por completo de nuestras
expresiones del lenguaje natural. Basta recordar que en todos los
idiomas existe—y la gramática distingue una parte de la oración
correspondiente—lo que se llaman interjecciones, palabras mediante las
cuales, en manera próxima al grito de los animales, expresamos una
emoción muy viva. Existe también el fenómeno lingüístico llamado
«onomatopeya», que no es sino la imitación en una palabra o en una
frase simbólica de aquellos ruidos que con ella quieran significarse; y
algo queda siempre en todo lenguaje intelectual como de resonancia de
los contenidos naturales expresados mediante él. El juego de las vocales
y de las consonantes permite dar a determinadas palabras una entonación,
un énfasis, que pone en ellas cierto matiz emocional adecuado
al objeto que representan. Para ofrecer ejemplos muy obvios: en la
palabra «cañón» se reconoce algo del estruendo producido por el
disparo del cañón; y la interjección «¡ay!», con la que expresamos un
dolor que nos asalta, está muy próxima al grito que hubiéramos proferido
si estuviéramos en el estado de naturaleza y careciéramos de un
lenguaje simbólico... Inclusive, es posible seguir en términos generales,
mediante un análisis de las formas verbales, el tránsito desde el lenguaje
natural hasta el lenguaje simbólico o ideológico. Pero esto no quiere
decir en modo alguno que no exista una diferencia radical y de esencia
entre ambos, una vez que el lenguaje simbólico se encuentra
constituido; y procuraremos mostrar con algún detalle en qué consiste
esa diferencia, pues ella debe servirnos en seguida como punto de
apoyo para entender mejor la singularidad del ser humano, en cuanto
individuo y en cuanto conjunto social. Si hipotéticamente nos
encontramos en un paraje desierto con un ser humano ignorante de
nuestro idioma, es seguro que podremos entablar algún tipo de
comunicación con ese otro ser de nuestra misma especie. Para ello
apelaremos, por lo pronto, al lenguaje natural, que no consiste
exclusivamente en emisión de sonidos, sino que en gran parte consiste
también en actitudes corporales. El entendimiento que, por lo pronto,
lograríamos entablar con nuestro prójimo en el
plano del lenguaje natural apenas difiere, o no difiere nada,, del
entendimiento que a diario entablamos con animales.. También nos
entendemos—y nos entendemos perfectamente—con nuestro perro,
cuya amistad hacia el hombre es proverbial. Le hacemos sentir, percibir,
captar nuestros estados de ánimo, nuestra aprobación y desaprobación;
y el animal entiende, mediante las expresiones no conceptuales de que
nosotros nos servimos para con él, aquello que queremos decirle, de
igual manera que nosotros también entendemos, mediante sus
expresiones naturales, lo que él quiere comunicarnos: la tristeza o la
alegría, tanto en la modulación pudiéramos decir, de sus ladridos como
en la actitud de su cuerpo, en los movimientos que hace, etc. Ese tipo de
comunicación mediante el lenguaje natural es por completo diferente de
la comunicación que entablamos entre seres humanos a través del
lenguaje simbólico o ideológico, con el cual estamos transmitiendo
contenidos que en la mayor parte de los casos no podrían transmitirse
por medio del lenguaje natural. En este momento mismo procuro
expresar unos ciertos contenidos intelectuales que sería imposible
transmitir mediante gritos inarticulados ni mediante gestos. Con este
último procedimiento podría mostrarse
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