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Migraciones

Lumiel23 de Junio de 2013

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1. DÉCADA DEL 40

Si bien es cierto en Lima ya contaba desde mucho tiempo antes en su historia republicana con procesos de migración externos e internos, en el siglo XX el incremento de los volúmenes de población trasladada hacia la capital fue cada vez mayor.

Por todo ello, la ciudad capital, tras la creación de nuevos pueblos jóvenes en Comas, San Martin, Callao, San Juan de Lurigancho (Canto Grande), Ate y Lurigancho, siguió creciendo y ya en la década de 1930tenia en dichos lugares la plasmación de lo que sería considerada una ´´etapa de formación´´ de los asentamientos humanos y urbanizaciones populares de la municipalidad de Lima (1990).

Sin embargo, para ese entonces, el fenómeno de las invasiones no era captado en su magnitud real y las dubitaciones de quienes tenían que tomar las decisiones de lo que sería Lima en el futuro llegaron a generar la aparición de propuestas inverosímiles, como un proyecto de ley para impedir el ingreso de los provincianos a la capital mediante la creación de un pasaporte especial (1946).

Aparecieron también otras posiciones, como la de JuanBromley, quien, a través de un manuscrito de 1946, denominado hacia la estructuración legal y municipal de la gran Lima, cuestionaba la tendencia localista que dividía a Lima Metropolitana en cada vez más distritos . Al respecto, Bromley sentenciaba: La zonificación de la ciudad, tan útil y aconsejable, no podrá acometerse dentro del actual estado de dispersión y de anarquía. Hacía, por, ejemplo, referencia que el distrito la Victoria solo presenta mejoras visibles en su pavimentación, costeada por los propietarios de inmuebles. Acaso esto último es un recuerdo de lo que ocurriera años atrás en el paseo Colon y una confirmación de lo que ya se sospechaba respecto al futuro Lima.

De este modo, el desordenado crecimiento en Lima permitió que, en la medida en que pueblos aledaños, balnearios, zonas rurales, etcétera, iban siendo alcanzados por la creciente urbe, estos se vieron convertidos en distritos anexados a la ciudad capital.

A su vez, por el sur, fueron las invasiones de Tablada de Lurín, de las laderas del cerro San Cosme, en 1946, y del cerro El Agustino, en 1947, las que hoy son consideradas como invasiones de corte estratégico, planificadas por los invasores con un objetivo específico para el futuro desarrollado de Lima Sur. Surgió también un aserie de barriadas dentro de Lima central, como Mendocita, Doña Isabel,El Independencia y el cerro San Cristóbal.

2. DÉCADA DEL 50

 Un marco legal de corte migratorio

En la década de 1950 la definición de pueblos jóvenes, bajo un sistema de legalidad, permitió el otorgamiento de servicios asistencialistas para prevenir, entre otros males, problema de salubridad, violencia, etc. Para muchos, este fue el eslabón legal que necesitaba los futuros invasores de Lima.

A partir de la década de los 50, con la invasión de Ciudad de Dios, ubicada en el distrito de San Juan de Miraflores, el modelo de ocupación fue cambiando. A diferencia de la etapa anterior, las barriadas ubicaron fuera del terreno urbano de la ciudad, en tierras de muy bajo valor, en su mayoría terrenos erizados de propiedad del estado.

Durante esta década, se buscaba reivindicar los derechos de los sectores populares y el Estado en su incapacidad de satisfacer la demanda de vivienda de los sectores más pobres asumió la modalidad de urbanización por Barriadas como un escape a la presión popular por vivienda.

 Nace Lima Sur

Teniendo ya el marco legal para justificar una participación estatal en los procesos de apoyo a las invasiones, solo cuatro años después de realizada la invasión de la ciudad de Dios, el estado peruano propuso un programa de legalización inesperado. Se trató de una propuesta de entrega de núcleos básicos bajo la modalidad de alquiler-venta en un terreno habilitado a pocos metros del lugar donde sucedió la invasión. Lima Sur tendría entonces una partida de nacimiento doble: la invasión, por un lado, y la urbanización formal estimulada por el estado.

Esta intervención estatal le dio estabilidad a las invasiones de La Libertad y Ciudad de Dios, pero paralelamente tuvo un efecto social mucho más importante, pues incentivo claramente a futuras invasiones en otras zonas de la ciudad.

En esta década, el auge económico, derivado de la Guerra de Corea (1950-1953) y la expansión industrial internacional, y la política modernizadora promovida por el gobierno militar de Odría, comenzaron a alterar los rasgos de la estructura oligárquica tradicional. Es también el comienzo de nuevos movimientos y partidos políticos como el Social Progresista, el de la Democracia Cristiana y el de Acción Popular; de un crecimiento explosivo de la educación popular a escala nacional con proliferación de escuelas, colegios y universidades; de la finalización de grandes vías asfaltadas como las panamericanas Norte y Sur, que atraviesa toda la costa peruana, y de construcción de las rutas de penetración a la sierra y ceja de selva, que abren nuevas perspectivas para la comunicación entre Lima y las provincias.

En Perú, la modernización de la narrativa peruana comienza con la Generación del 50, enmarcada políticamente con el golpe del General Manuel A. Odría en 1948 y las elecciones de 1950 en las que se auto-elige Presidente de la Republica. Durante la década anterior había comenzado un movimiento migratorio del campo a la ciudad (preferentemente a la capital), que durante los años cincuenta se potencializa el máximo y resulta en la formación de barriadas y pueblos jóvenes, la aparición de sujetos marginales y desplazados socialmente. La generación del 50 en la Literatura tuvo un momento en el que la narrativa se vincula de forma muy fuerte con el tema del desarrollo urbano, la experiencia de la migración andina hacia Lima presenta la realidad de la urbe cambiante, la aparición de personajes marginales y problemáticos.

3. DÉCADA DE 60

En la década de 1960, los problemas de campo generaron un crecimiento cada vez más importantes de las migraciones hacia las ciudades, creando una enorme presión social en estas, la cual se expresaba en invasiones cada vez más numerosas.

En 1961 se dictó la ley 135117, por la que por primera vez se otorgo reconocimiento y carácter jurídico a la invasión, permitiendo su legalización frente a los derechos de otros propietarios y procediendo inclusive a la expropiación cuando ella se diera en terrenos privados.

El primer gobierno de Belaunde (1963-1968) acelero la emergencia de la economía capitalista. Los sectores medios urbanos evolucionan hacia el surgimiento de un empresario tecnócrata, estimulada por el auge de la industria pesquera, de la minería, de la industria de la construcción. Al tiempo que se acentúa la dependencia frente a los capitales internacionales, el desarrollo expansivo de la exportación consolida y promueve sectores modernizadores.

Se produce un primer desborde. En el agro, el campesinado se incorpora masivamente al proceso popular. A las huelgas de las haciendas algodoneras y azucareras se suman los intentos de recuperación de tierras y enfrentamientos con los grandes terratenientes en Cuzco, Puno y Cerro de Pasco. Los nuevos sectores, progresistas y no progresistas, compiten por el voto y el apoyo político de las masas citadinas de origen rural. Esta vez, a diferencia de la década de 1920, el eco que recoge el grito de Reforma Agraria es mayor. Hasta los partidos conservadores declaran su adhesión a esa medida. Así, la movilización por la recuperación de tierras llega a remecer al estado, creando temor en los terratenientes. Más aun, las propias fuerzas armadas en 1961 llegan a proponer y vigilar una suerte de reforma agraria en el valle de La Convención.

En las ciudades la nueva población migrante, de origen campesino, desarrolla luchas paralelas. A las invasiones de tierra en la sierra, acompañan grandes invasiones de predios urbanos en la capital y ciudades principales, dando lugar al crecimiento desmesurado de barriadas y asociaciones vecinales. Sus pobladores reclaman viviendas, títulos y servicios básicos. Las asociaciones distritales proliferan en la capital. Se empieza a evidenciar la organización de un nuevo movimiento obrero, cuya dirección tiende a alejarse de la influencia de las dirigencias políticas tradicionales renuentes a enfrentarse con el sistema social y económico imperante.

Las acciones guerrilleras de 1962, 1963 y 1965 conmocionaron la institucionalidad política más aun, al reclamar transformaciones que el sentimiento popular reconocía como necesarias. La estructura tradicional del estado criollo, inmutada en los sustantivo desde el siglo XIX, mostraba ya su debilidad e inecuación ante las circunstancias cambiantes de la sociedad y de la cultura nacional, con el fracaso del vigilante progresismo del primer gobierno acciopopulista y su capacidad para mantener el equilibrio entre las fuerzas contradictorias en ascenso.

Profundizando las conquistas, los sectores emergentes demanda insistentemente innovaciones en la estructura misma de la economía nacional; cambios en la tendencia de la tierra; participación de los obreros en la gestión, propiedad y dirección de las empresas; nacionalización y estatización de la actividad productiva minera y petrolera; participación popular en el gobierno. Por otro lado, ante la inalterada descentralización del capital en Lima, los sectores empresariales y medios de provincia reclaman la acción descentralizada del Estado.

Desde 1968, el gobierno de Velazco y las Fuerzas Armadas buscaron satisfacer estas demandas, respondiendo a la crisis

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