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NOTAS SOBRE LA PIZARRA MAGICA

l.kl1 de Octubre de 2014

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Notas sobre la pizarra mágica

(1925) - Sigmund Freud

Si desconfío de mi memoria -es sabido que el neurótico lo hace en medida notable, pero también la persona normal tiene todas las razones para ello-, puedo complementar y asegurar su función mediante un registro escrito.

La superficie que conserva el registro de los signos, pizarra u hoja de papel, se convierte por así decir en una porción materializada del aparato mnémico que de ordinario llevo invisible en mí. Si tomo nota del sitio donde se encuentra depositado el «recuerdo» fijado de ese modo, puedo «reproducirlo» a voluntad en cualquier momento y tengo la seguridad de que se mantuvo in modificado, vale decir, a salvo de las desfiguraciones que acaso habría experimentado en mi memoria.

Si quiero servirme con mayor amplitud de esta técnica para mejorar mi función mnémica, caigo en la cuenta de que dispongo de dos procedimientos diversos. En primer lugar, puedo escribir sobre una superficie que conserve incólume durante un tiempo indefinidamente largo la noticia que se le confía: por ejemplo, una hoja de papel sobre la cual escribo con tinta. Obtengo así una «huella mnémica duradera». La desventaja de este procedimiento consiste en que la capacidad de recepción de la superficie de escritura se agota pronto. La hoja se llena, no queda ya espacio para nuevos registros y me veo precisado a servirme de otra hoja, no escrita todavía. Y hasta la ventaja de este procedimiento, el hecho de que brinde una «huella duradera», puede perder su valor para mí, si mí interés por la noticia se extingue trascurrido cierto lapso y ya no quiero «conservarla en la memoria». El otro procedimiento está libre de ambos defectos. Por ejemplo, si escribo con tiza sobre una pizarra, dispongo de una superficie de recepción que sigue siendo receptiva sin límite temporal alguno y cuyos caracteres puedo destruir tan pronto dejen de interesarme, sin tener que desestimar por ello la superficie de escritura. La desventaja, en este caso, consiste en que no puedo obtener una huella duradera. Si quiero registrar nuevas noticias en la pizarra, me veo obligado a borrar las que ya la cubren. Por tanto, capacidad ilimitada de recepción y conservación de huellas duraderas parecen excluirse en los expedientes con que sustituimos a nuestra memoria; o bien es preciso renovar la superficie receptora, o bien hay que aniquilar los signos registrados.

Todos los aparatos auxiliares que hemos inventado para mejorar o reforzar nuestras funciones sensoriales están construidos como el órgano sensorial mismo o partes de él (gafas, cámara fotográfica, trompeta para sordos, etc.). Comparados con estos, los dispositivos auxiliares de nuestra memoria parecen particularmente deficientes; en efecto, nuestro aparato anímico opera lo que ellos no pueden: es ilimitadamente receptivo para percepciones siempre nuevas, y además les procura huellas mnémicas duraderas -aunque no inalterables- Ya en La interpretación de los sueños formulé la conjetura de que esta insólita capacidad debía atribuirse a la operación de dos sistemas diferentes (dos órganos del aparato anímico).

Poseeríamos un sistema P-Cc que recoge las percepciones, pero no conserva ninguna huella duradera de ellas, de suerte que puede comportarse como una hoja no escrita respecto de cada percepción nueva. Las huellas duraderas de las excitaciones recibidas tendrían cabida en «sistemas mnémicos» situados detrás. Después, en Más allá del principio de placer puntualicé que el inexplicado fenómeno de la conciencia surgiría en el sistema percepción en lugar de las huellas duraderas.

Ahora bien, hace algún tiempo ha aparecido en el comercio, con el nombre de «pizarra mágica», un pequeño artificio que promete un mayor rendimiento que la hoja de papel o la pizarra. No pretende ser

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