Pensando La Autoestima

Laura me pidió una tarde que la recibiera lo antes posible, le había llegado una buena noticia que le acercaría a su gran sueño de independencia, pero era tal su amargura que no podía contener las lágrimas. Me contó entre sollozos que pensaba que nada le podría salir bien en la vida y que todo sería un fracaso, que ella no serviría nunca para nada. Lo que en principio parecía ser una buena noticia se había convertido en una pesadilla para esta mujer joven y aparentemente llena de vida.Como muchas personas, Laura se sentía insatisfecha con el afecto que le habían proporcionado sus padres, no se había sentido lo suficientemente querida por ellos y se especializó en buscar la atención y el beneplácito de los demás mediante la conocida práctica de una bondad fingida, de una máscara que la mantenía siempre cansada de tanto actuar, pero de la que no se desprendía salvo en contadas ocasiones y ante personas muy seleccionadas. Entonces era cuando sacaba su autentico carácter amargado y protestón, producto de un resentimiento crónico hacia sus padres que se extendía oculto tras un velo de apariencias a toda la gente de su alrededor, a la vida en general e incluso hacia ella misma. Con tal resentimiento hacia los des ni el mundo entero deshaciéndose en halagos hacia ella podría darle la autoestima que ahora necesitaba con tanta urgencia.

Su búsqueda de autoestima se había centrado en la difícil tarea de intentar provocar la apreciación de los demás con su simpatía y su encanto personal y en cuanto a la falta de éxitos siempre había tenido grandes razones para deshacerse de una posible mala opinión acerca de su valía como profesional, justificando su estado crónico de fracaso en la mala suerte, en lo inevitable. Ahora, pensaba, todos esperan que cumpla, que aproveche de la mejor forma posible el regalo que el destino me ha puesto en las manos. Laura se había pasado la vida sin poder entender que se olvidaba de la persona más importante de todas, la que más autoestima y sentimientos de seguridad podría darle: ella misma. No estaba en condiciones de afrontar ninguna empresa personal de altura. Seguía, a pesar de que rondaba ya los treinta años, empeñada en encontrar las fuentes de la autoestima que necesitaba para soportar la vida en los demás. Sus capacidades para generar autoestima desde sí misma estaban muy poco desarrolladas por la falta de uso, necesitaría tiempo para aprenderlas y perfeccionarlas. La mayoría de las personas llevan años e incluso décadas practicando todas las formas posibles de mejorar el propio estado interior, con mayor o menor éxito como suele suceder siempre.

Pasado el tiempo supe que Laura tomó una decisión radical para eliminar el problema, dilapidar todo su dinero y volver a la situación original de pobreza.

Hay quienes por motivos de índole muy diversa no quieren o no pueden acceder a la psicoterapia. Contestar a estas demandas de urgencia por escrito y mediante la generalización que requiere la escritura parece difícil de conseguir pero no imposible del todo. Es importante saber que la mayoría de las personas que piden ayuda profesional solicitan otra cosa diferente a lo que en realidad necesitan y esta diferencia es muy importante, nos separa de otras especialidades médicas en las cuales el paciente se presenta ante su médico como un ignorante que se deja llevar confiado. El paciente que acude a psicoterapia tiene en cambio una teoría sólida y bien formada

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