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Philipe Meirieu


Enviado por   •  7 de Diciembre de 2012  •  646 Palabras (3 Páginas)  •  701 Visitas

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Philippe Meirieu

“Es responsabilidad del educador provocar el deseo de aprender”

Diría que los países occidentales, al democratizar el acceso a la escuela, no han sabido simultáneamente democratizar el éxito escolar. Esto ha desembocado en una paradoja: aquellos que tradicionalmente eran víctimas de la exclusión escolar se han vuelto culpables de su propio fracaso.

Para mí, la prioridad es pedagógica, es decir, dado que estos alumnos están dentro de la escuela, qué hacemos para que no estén sistemáticamente relegados al fracaso.

La clase fue perfectamente adaptada al sistema escolar a finales del siglo XIX. Este acompañamiento

personal de los alumnos es algo absolutamente fundamental.

Al contrario, es necesario que la escuela tenga tiempos colectivos en los que el alumno aprenda a participar en un grupo, y que los articule con los tiempos más individualizados. Si, por ejemplo, en una clase hay cuatro niños un poco más tímidos, que no saben expresarse oralmente, la individualización consistirá en juntar a estos cuatro alumnos para permitirles expresarse juntos y ayudarlos a desinhibirse. Pero, más allá de estos casos, la escuela es un sitio en el que debe haber grupos articulados en función de proyectos.

Debe haber tiempos colectivos con grupos incluso más importantes que el grupo clase habitual, pero debe haber también tiempos individuales y tiempos en pequeño grupo. Yo veo la escuela como un lugar en el que se hacen conferencias u obras de teatro con grupos muy numerosos, un centenar de alumnos y alumnas, por ejemplo; pero donde también hay grupos de cuatro o cinco para hacer lenguas vivas de una manera interesante, y grupos de experiencias en física o en biología, en los que no son más de diez, y también las clases tradicionales, en las que son unos 30. Es necesario multiplicar los tipos de reagrupamiento en función de los objetivos de aprendizaje.

Hoy los alumnos con fracaso son alumnos para quienes el trabajo escolar no tiene ningún sentido. Usted dice que lo que moviliza a un alumno es el deseo, que no hay aprendizaje sin deseo… Sí, por supuesto, no hay aprendizaje sin deseo. El deseo no viene solo, el deseo hay que hacerlo nacer.

Es responsabilidad del educador hacer emerger el deseo de aprender. El enseñante no puede desear en lugar del alumno, pero puede crear situaciones favorables para que emerja el deseo. Y dar sed a quienes no quieren beber es crear situaciones favorables.

Imaginemos que propongo a alumnos de doce o trece años realizar un proyecto que consiste en construir una maqueta de una ciudad romana. Y el papel del enseñante es encontrar el proyecto que hará emerger problemas que permitirán construir conocimiento.

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