Principios Y Valores De Paradigmas Emergentes
aslilova14 de Marzo de 2013
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Pedagogía desde el corazón es un rizoma que engloba los Principios y Valores del Nuevo Paradigma. Toda educación lleva implícita una ética, tanto del enseñar como del aprender; además, involucra procesos que tienen que ver con la identidad no solamente personal (autoreconocimiento) sino con la identificación con otras personas que conviven en el planeta indistintamente de la región en que habiten (reconocimiento).
La ternura se encuentra en directa relación con los otros. No podemos mostrar nuestra ternura sino a través de los otros. Un maravilloso ejemplo de ternura son los niños, quienes son un reflejo del amor sin contemplaciones, sin tabúes, sin límites. La ternura es la demostración del amor. En palabras de Roque Schneider: “El amor es la mejor música en la partitura de la vida. Sin él serás un eterno desafinado en el inmenso coro de la humanidad”
Podemos suponer que si un individuo se reconoce como parte de su entorno y asume que no todo ocurre sólo en el plano material sino que toma conciencia de que existen otros planos como el espiritual, empieza a vislumbrar o experimentar fenómenos asociados a la alegría, al gozo, a la ternura, a la felicidad, que lo llevan a conformar su proceso de autonomía y que le imprimen un carácter humanista que, a su vez, lo llevaría a relacionarse de modo tolerante con los demás.
Profundizar en los aspectos espirituales de los individuos no se contradice con el desarrollo del conocimiento; por el contrario, complementa e integra al ser con el saber, en sus planos intelectual, físico y espiritual, los cuales, al fin y al cabo, conforman una unidad armonizada.
Principios del paradigma emergente
El enfoque newtoniano-laplaciano y la utilización de ecuaciones matemáticas para calcular casi cualquier cosa en física, química o biología, han sufrido muchos reveses al querer predecir el comportamiento humano. El concepto matemático de sistemas dinámicos se relaciona con la recurrencia (reversibilidad) de los fenómenos, idea que presupone que todo fenómeno tiende a volver al estado inicial. Pero, considerando lo antes dicho en cuanto a la dificultad para predecir el comportamiento humano, o a la dificultad para predecir el clima y otros fenómenos similares, más allá de ciertos períodos de tiempo determinados, ¿a qué podemos atribuir esta dificultad (digamos, más bien, indeterminación)?
Si consideramos que todo lo que integra el universo forma parte de un sistema en no-equilibrio, con un funcionamiento caracterizado por la no recurrencia (irreversibilidad), de que el orden y el desorden, el determinismo y el azar pueden ser diferentes estados del mismo fenómeno (Prigogine, 1997), de que si variamos las condiciones iniciales de un fenómeno, puede darse lugar a tantos cursos de acción o resultados, más amplios o mayores, aún cuando las variaciones iniciales hayan sido pequeñas (efecto mariposa), podemos suponer que lo único cierto en el universo conocido es la indeterminación o incertidumbre y que ello, en términos de Briggs y Peat (1999), es una cosa muy estimulante, porque nos permite la posibilidad de innovar, de crear o de reformular las ideas preconcebidas o estereotipadas.
Indeterminación (Incertidumbre)
Las leyes de Newton y de otras teorías físicas trajeron como resultado la idea del determinismo científico, expresado inicialmente por Laplace. Fue en 1927 cuando Werner Heisenberg, físico de origen alemán y dedicado al estudio de la física teórica, se dio cuenta de que las reglas de la probabilidad que gobiernan las partículas subatómicas nacen de la paradoja de que dos propiedades relacionadas de una partícula no pueden ser medidas exactamente al mismo tiempo y que cualquier intento de medir ambos resultados, conlleva a imprecisiones.
Esta afirmación de Heisenberg se tradujo en lo que fue denominado Principio de Incertidumbre, mejor llamado Principio de Indeterminación, el cual vino a decir al mundo que el resultado de una observación está vinculado a la presencia del observador.
El Principio de Indeterminación afectó profundamente al pensamiento de los físicos y de los filósofos y ejerció una influencia directa sobre los aspectos filosóficos asociados al concepto de causalidad, pero sus implicaciones para la ciencia no son las que se suponen generalmente. Pareciera que lo derivado del principio de indeterminación tiende a anular toda certeza acerca de la naturaleza, al suponer que el conocimiento científico está a merced de los caprichos imprevisibles de un universo donde el efecto no sigue necesariamente a la causa. Nada más lejos de la “verdad”: Si, por ejemplo, no se puede predecir con certeza el comportamiento de las moléculas individuales en un gas, también es cierto que las moléculas suelen acatar ciertas leyes, y su conducta es previsible sobre una base estadística, tal como las compañías aseguradoras calculan con índices de mortalidad fiables, aunque sea imposible predecir cuándo morirá un individuo determinado.
Por su parte, una perspectiva que plantea el fin de la certidumbre (en términos de Prigogine), nos permite apreciar y entender al mundo y a los seres vivos en permanente interacción y no como elementos separados; ha permitido entender procesos tales como la absorción atómica de los núcleos; ha permitido entender que el universo es complejo pero no irracional, al favorecer la integración, mediante la mecánica cuántica, de conceptos aparentemente contradictorios como determinismo y azar, desorden y orden.
A manera de corolario, afirmamos que:
Sincronicidad
Imaginamos que a muchos de nosotros, nos han ocurrido hechos o señales como dicen, los metafísicos que nos conectan con ese espacio de la sincronicidad y no lo hemos percibido como tal, por que no lo comprendemos. Muchas personas expresan testimonios como estos: “en estos últimos días me han ocurrido cosas tan extrañas, que me han alterado”. “Me estoy encontrando muy seguido contigo, ¿por qué?” “Estoy buscando algo en el dormitorio y me aparece un objeto que estaba perdido o que tenía tiempo que no veía”. En el marco de los principios del Paradigma emergente, podemos darle respuesta a esas inquietudes e interrogantes que durante mucho tiempo, han estado allí en nuestra mente como gestalts abiertas, es decir cosas inconclusas que ahora podemos retomar, desde un espacio y paradigma diferente.
Deepack Chopra (2003), en su libro “Sincrodestino” plantea que más allá de nuestro ser físico y de nuestros pensamientos, en nuestro interior existe un reino que es potencialmente puro; en este lugar, cualquier cosa y todas las cosas son posibles. Incluso los milagros, en especial los milagros.
El psicólogo C. G. Jung y el físico cuántico W. Pauli, coinciden en afirmar que existe en la naturaleza un principio de vinculación no causal que se manifiesta a través de coincidencias significativas. Dicho en otros términos, plantean la existencia de una estrecha relación entre los acontecimientos interiores y los acontecimientos exteriores de las personas.
El principio de sincronicidad puede ser entendido como “la coincidencia entre una imagen mental y un hecho exterior objetivo que no están vinculados causalmente, pero que establecen entre sí una relación de significación” (en línea: http://www.adepac.org/P06-4.htm). David Peat (en Grandío, 2003), citando a Jung, señala que la sincronicidad es la coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos no relacionados causalmente, que tienen el mismo significado o un significado parecido. También llamados actos creativos o paralelismos acausales, las experiencias de sincronicidad se fundamentan en que las coincidencias significativas no pueden concebirse como pura casualidad. Dado que dichos fenómenos se multiplican y que es mayor y más precisa la correspondencia entre ellos, ya no pueden considerarse pura casualidad, sino que, por falta de una explicación causal, deben ser considerados combinaciones significativas.
Para complementar la tríada de la física clásica, Jung propuso la inclusión de la sincronicidad para convertirse en una tétrada que hiciera posible el juicio completo; según refiere Peat, sobre la base de conversaciones con Jung, la sincronicidad es para los otros tres principios, lo que la unidimensionalidad del tiempo es para la tridimensionalidad del espacio (Peat en Grandío, 2003). Esta relación fue ampliada posteriormente, con base en la integración de los aportes que hiciera Pauli, incluyendo la relación opuesta complementaria del espacio-tiempo con la sincronicidad.
Finalmente, podemos decir que la hipótesis radical subyacente a la sincronicidad es la de suponer una conexión, en el sentido literal, entre la mente y la materia, entre lo psíquico y lo físico.
Identidad – Autonomía
La identidad es considerada un conjunto de cualidades, virtudes, intereses, actitudes, capacidades, potencialidades, situaciones y circunstancias de la vida que componen la personalidad del individuo, fortalecen su autoestima y que forma parte del conocimiento que se tiene de si mismo (Lozada,2006). Según esta definición, podríamos añadir que todo aquello que nos representa y la forma como nos proyectamos ante el mundo, estaría dentro del campo de la identidad de la persona.
De acuerdo a la forma con que abordemos ese proceso de identidad, surge la autonomía; ésta se ubica como un proceso de autodeterminación, de libertad que se logra en base a la experiencia, al contacto con los otros y con el medio. Este cúmulo de práctica, hábitos y costumbres repercuten positivamente para alcanzar esa interdependencia en el fluir armónicamente con las otras personas que nos rodean. En el caso contrario que la experiencia no favoreciera el
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