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Propio olor


Enviado por   •  25 de Febrero de 2014  •  Ensayos  •  471 Palabras (2 Páginas)  •  206 Visitas

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Si el hombre es lo que come y lo que hace, también es lo que transpira o lo que deja de transpirar, en relación con sus alimentos cotidianos, su manera de prepararlos y secretarlos. Así, cada país, cada ciudad y aun cada cuerpo tienen su propio olor. Norteamérica es, predominantemente, aun en sus bosques, el olor a asepsia. México huele a maíz, cal, humo de leña tierna. El metro de París huele a ajo; el de Barcelona a aceite de oliva mezclado con agua de colonia. El trastévere romano huele a la antigüedad de su historia.

Es probable que exista una memoria del olfato, pues la historia misma es, a fin de cuentas, un olor, como se lo sugirió a Marcel Proust su reencuentro con la Petite Madeleine:

“Pero, cuando de un antiguo pasado no subsiste nada, después de la muerte de los seres, después de la muerte de las cosas, solos, más frágiles pero más vivaces, más inmateriales, más persistentes, más fieles, el olor y el sabor siguen todavía mucho tiempo, como almas, recordando, aguardando, esperando sobre la ruina de todo lo demás, llevando sin doblegarse, sobre su gotita casi impalpable, el edificio inmenso del recuerdo.” (En busca del tiempo perdido, Pléiade, p. 4 7).

Quizá no es equivocado pensar que algo tan evanescente como el olor de los seres y de las cosas es más persistente, más perdurable que los monumentos descomunales, los acontecimientos mayúsculos y los grandes personajes.

Que nuestro pasado sigue viviendo en los pequeños olores es algo que mostró con toda claridad Marcel Proust en su historia de la Madeleine. Algo semejante ocurre en El perfume de Süskind, aun cuando no se trata, en este caso, de una pequeña Madeleine, sino de un asesino que, a semejanza del Huguenau de Broch, no recuerda sus asesinatos o, peor aún, ni siquiera se da cuenta de que asesina, pues por encima de sus crímenes prevalecen sus designios olfativos.

Dar cuenta de la historia de un asesino resulta algo demasiado simple cuando se tienen a la vista los crímenes de la Rue Morgue o la declaración de un gato negro. No es igual cuando el personaje alimenta las 210 páginas de El perfume. Un hombre sin sombra, una voz sin sonido, un cuerpo sin olor o unos dedos sin huellas digitales jamás dejarán un rastro. Y aun cuando quede alguna noticia de su existencia el solo aroma del perfume puede siempre borrar el recuerdo. O, como ocurre en el caso de la novela de Süskind, puede avivarlo hasta convertirlo en un crimen.

Ciertamente, como ocurre en el caso de El perfume, se puede llegar al olvido del perfume por exceso. Entonces, la abundancia no sólo provocará una carencia, sino que aun la anulará. El exceso en el bien siempre produjo el mal; el exceso en el amor puede provocar aun el canibalismo y la muerte.

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