Reflexión: Memoria histórica, compromiso de todos

Reflexión: Memoria histórica, compromiso de todos

Cultura de paz: es un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en el respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el dialogo y la cooperación. (Diccionario de Museo Casa de la Memoria).

Como individuos sociales nuestra identidad se forma por medio de la interacción con la cultura, compartir la idiosincrasia con el Otro deja huella en el mismo, nos lleva a  ser reconocidos, tomados en cuenta, pero lo más importante recordados.

No obstante, pertenecer y participar en la cultura no garantiza que nuestra identidad permanezca en ella, sea recordada y respetada. Más bien, es un asunto ideal. Estamos expuestos a todo tipo de atrocidades, vulnerabilidades y quebrantamientos tanto personal como colectivo, lo que deja desolación, amargura y gran impotencia en la medida que, aunque como colectivo somos más, pesamos más, para el  Poder no somos nada, pues fácilmente nos fragmentan, nos desaparecen y  lo peor, poco a poco hacen que seamos olvidados por la memoria del pueblo,  por personas que nos vieron nacer, desarrollarnos y con las cuales compartimos. ¡Quizás a los únicos a los que les dolemos! Al principio, claro, somos recordados, pero al pasar del tiempo, la mayoría de las veces, no quedamos impregnados en la memoria que construye sociedades, “La Memoria Histórica”.

 Es por esto que, recorrer los pasillos de un museo que nos brinda un poco de esperanza y ejemplo, al promover en la cultura en el colectivo ciudadano, mantener en nosotros “a los otros” siempre presentes, invita a un darnos cuenta, programarnos para correr la voz de los sucesos, de algo que nunca debe ser olvidado. El conflicto nos destruye moral, personal y socialmente, por eso, no debemos dejar que destruya nuestra memoria, que excluyan los discursos de las personas que se ven envueltas en él, que participan el él. Lo que podemos hacer, es tener en cuenta lo que ha pasado, asegurar que se pueda transmitir de generación en generación, puesto que si lo olvidamos es peor que haberlo vivido, que haber contemplado los horrores cometidos, es simplemente negar la existencia de nuestra propia historia.

Lo ocurrido ya no se puede cambiar, pero si se puede impedir que las generaciones futuras vivan lo que ya a algunos les tocó, se trata de un compromiso que inicia desde lo particular, para así, llegar a la fuerza en común. Lograr que por lo menos un pedazo de la  historia no sea abandonada y totalmente olvidada, es un gran paso para reclamar el reconocimiento que fue arrebatado y cruelmente ultrajado por la violencia y el conflicto Colombiano.

...