Revolución Sexual
yussel1016 de Marzo de 2012
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LA REVOLUCIÓN SEXUAL
El libro es en su conjunto un ensayo, casi panfletario, contra tres puntos frente a los que mostrará su rechazo y decepción:
1. El giro reaccionario a la extrema derecha que se estaba dando en Alemania, a pesar de que en ese país se daban las condiciones objetivas necesarias (altos índices de pobreza, una elevada tasa de paro, desigualdades económicas severas) según K. Marx para que se desarrollara un alzamiento comunista del proletariado.
2. Lo pequeñas que resultaban algunas teorías de Freud para los planteamientos de Reich, ya que, por ejemplo, consideraba que en “El malestar de la cultura” Freud asumía que la sociedad necesitaba reprimir sus pulsiones para que se diese la civilización. Reich considera toda represión sexual origen de neurosis patológicas bajo las cuales los individuos no se pueden adaptar a dicha cultura.
3. El pobre avance que estaba teniendo el progreso del comunismo en la U.R.S.S. por el ineficaz planteamiento de libertad sexual para los individuos, refrenado éste por los higienistas sociales y médicos del partido.
Para sostener estos argumentos divide su obra en dos partes. La primera a la que llama “El fiasco del moralismo sexual”, y la segunda “La lucha por la «nueva forma de vida» en la Unión Soviética”.
Primera parte: El fiasco del moralismo sexual
En los primeros capítulos hace un breve repaso sobre los principios psicoanalíticos aplicados en la práctica clínica habitual, principalmente sobre la represión sexual ejercida por la regulación moral, a la que hay que dar salida a través de los principios de economía sexual: “Si el paciente recupera el contacto con sus propias necesidades sexuales, desaparecen las diferencias neuróticas, cuando se equilibra la capacidad de satisfacción y la intensidad del impulso, el individuo desecha la reglamentación moral.” (Wilhelm Reich, 1945, 34).
Sin embargo inicia la ruptura de su planteamiento frente a los postulados de Freud arremetiendo (aunque sin mencionarlo) contra los postulados de este en su “Malestar de la Cultura”.
“(Dice Freud) «La cultura debe su existencia a la represión del instinto y a la renuncia al instinto» Lo que hay de verdad en esta teoría es simplemente que la represión sexual de base psicológica colectiva crea una cierta cultura, lo que no quiere decir, en absoluto, que sea la base de la cultura en general. ¿Cómo llegó Freud a esta conclusión? No, ciertamente, por razones conscientes de tipo político o filosófico, sino al contrario: sus primeros trabajos, como el publicado sobre “La moral sexual cultural” se orientan netamente hacia una crítica de la cultura en el sentido de una revolución sexual. Después, Freud ya no siguió este camino; al contrario, se opuso a todas las tentativas de continuar en la misma línea y las calificó, en cierta ocasión, de palabra «no de acuerdo con las directrices del psicoanálisis». Fueron precisamente mis tentativas de política sexual, las que dieron origen a divergencias serias entre él y yo.” (Wilhelm Reich, 1945, 38).
W.R. se pregunta cuál es entonces la responsabilidad del psicoanalista, al liberar de su coraza caracterial los impulsos reprimidos. Según la teoría psicoanalítica, los conflictos infantiles chocarían ahora con un ego adulto capaz de asumirlos. Para Reich esto es insuficiente: “esos descubrimientos totalmente exactos, son, sin embargo, incompletos”. (Wilhelm Reich, 1945, 41).
La cura psicoanalítica en muchos casos pasaba por un mecanismo de sustitución en el que el paciente cambiaba la figura de satisfacción escandalosa (padre o madre) por una apropiada como un compañero/a apropiados. Sin embargo, esta renuncia pasaba por la reprobación del instinto sexual, y esta, a su vez, solo se podía darse adecuadamente bajo condiciones de economía sexual bien definidas, para lo cual tiene que proporcionarse una adecuada satisfacción sexual acorde a cada edad.
En un principio, las exigencias naturales de los individuos (el hambre), así como el principio antisocial del inconsciente (robar comida), hicieron necesaria una regulación moral para el sostenimiento de una cultura civilizada (es un delito robar comida), pero esta regulación moral extendió su influencia en los ámbitos sexuales, para nada naturales (castidad, abstinencia, virginidad, matrimonio), aflorando síntomas neuróticos vistos en la clínica psicoanalítica (crisis de angustia, impotencia, frigidez). Únicamente para el ámbito sexual Reich contempla como viable la “autorregulación”, para la cual es necesario un cambio de estructura psíquica y una buena educación sexual.
La imposición del matrimonio trae, según Reich, en los hombres “adulterio, y la castidad de las mujeres, prostitución.” (Wilhelm Reich, 1945, 61), logrando de esta forma las esferas reformadoras más moralistas lo contrario de lo que postulan, y desencadenando en lacras sociales como abortos, hijos no reconocidos, sufrimiento familiar etc.
Parafraseando a Marcuse, W.R. describe que en la sociedad alemana de 1930, la medida educativa de los impulsos sexuales en los jóvenes se solventaba con la abstinencia, logrando así, en el mejor de los casos algo insostenible, y en el peor, resultados patológicos con graves conflictos sexuales.
Frente a la abstinencia, algunos higienistas morales citados por W.R. como Max Von Gruber con su Higiene de la vida sexual, llegaba a recomendar que la no eyaculación podría verse como una absorción positiva de nutrientes del semen por el organismo. Así, revestidos de autoridad médica, se daban algunas afirmaciones tales como que los hombres tenían permisividad para practicar el sexo con prostitutas, mientras que las mujeres debían respetar un recatado régimen de abstinencia virginal hasta el matrimonio, donde solo tendrían una satisfacción sexual siempre que buscasen tener descendencia.
La sociedad conservadora dejaría a la infancia en un callejón sin salida en lo que a educación sexual se refiere, ya que todo contacto con lo sexual está cargado de pudor y culpa. Ante esto, el niño, “o bien se mantiene la represión y se agravan los síntomas neuróticos, o bien el impulso reprimido rompe sus cadenas y se presenta en forma de una perversión.” (Wilhelm Reich, 1945, 87).
Señalando a la figura irónica del “moralista cínico”, W.R. enumera las múltiples contradicciones de los principios de los higienistas sexuales, en afirmaciones tales como que la “«sublimación cultural»: la continencia de los adolescentes es necesaria para su desarrollo intelectual” mientras que por otra parte el 100% de los adolescentes se masturba.
En lo que se refiere a los intentos vacíos por parte de estos higienistas morales respecto a la educación sexual “Los dirigentes de la sociedad, interesados materialmente en el mantenimiento del orden actual, toleran, incluso alientan estos movimientos reformistas mientras no sean más que pasatiempos, pero intervienen inmediata y brutalmente con poderosos medios a su disposición cuando se trata ya de tentativas serias que ponen en peligro sus ventajas materiales y los valores ideales correspondientes.” (Wilhelm Reich, 1945, 87).
Para la perpetuación de este inmovilismo educacional, W.R. señala directamente a la familia autoritaria. Siguiendo la estela de Engels, Reich describe tres puntos fundamentales en los que se fragua la familia y su influencia:
Económico: En los albores del capitalismo la familia era la unidad económica.
Social: La familia tiene la importante misión de proteger a la mujer y a los niños que carecen de derechos económicos y sexuales.
Político: En los comienzos del capitalismo industrial, la familia echaba sus raíces en la economía del hogar.
Sin embargo “se ha producido un cambio en la función de la familia” (Wilhelm Reich, 1945, 94).
Reich comienza a dar las primeras pinceladas de cara a definir su particular visión de la lucha de clases, al diferenciar la represiva educación de infantes burgueses frente al del obrero de bajo estrato social ya que “mientras que en la familia conservadora la represión sexual es más o menos completa, se mitiga su efecto en el ambiente obrero porque los niños, viven abandonados a sí mismos.” (Wilhelm Reich, 1945, 97).
Sin embargo en la pubertad, siguen dándose problemas de conflicto sexual entre los jóvenes, aun incluso del proletariado, por la escasa formación y libertad de expresión en el ámbito sexual. Esta lacra cultural desencadena la propagación de enfermedades venéreas, abortos mal gestionados con un alto índice de mortalidad entre las madres e hijos no deseados.
Cuando habla de los adolescentes burgueses, mira a la sociedad norteamericana y observa que allí se trata en diversos trabajos de la interiorización por parte de los jóvenes de un código moral, lo que W.R. lo ve como una suerte de inhibiciones favorables al sometimiento del orden establecido.
Anticipándose a los seguros ataques que recibiría esta obra, dedica un capítulo al matrimonio coercitivo como institución de control social, pero de paso explica que su revolución sexual no consiste sistemáticamente en reventar esta institución
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