De La Revolución A La Revaloración Sexual
josetoni13327 de Mayo de 2014
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CIFRAS MILLONARIAS
En la pornografía, las cifras son difíciles de precisar. Tan sólo en internet, se estima que 4.2 millones de sitios (12% del total que compone la web) ofrecen contenidos pornográficos, y juntos suman aproximadamente 420 millones de páginas web.2 Uno de cada siete jóvenes usuarios de la red reporta haber sido objeto de solicitudes sexuales por internet. Se estima que cada segundo se gastan alrededor de 3 mil dólares en pornografía, y en el mismo lapso 28 mil usuarios miran contenidos de este tipo. En Estados Unidos, cada 39 minutos se produce un nuevo video pornográfico. Los ingresos estimados para 2006, por concepto de pornografía a nivel nacional en China, fueron de aproximadamente 27 mil millones de dólares, de un total a nivel mundial de 97 mil millones.3
SE PRESENTA COMO UN MAL MENOR
Las cifras reales de la práctica del aborto en el mundo son imposibles de confirmar. Los organismos internacionales estiman que cada año cincuenta millones de niños no llegan a ver la luz por causa del aborto; de ellos, la mitad perecen bajo el amparo de las leyes abortivas. De confirmarse estas cifras, el aborto en el mundo causa hoy, en un año, casi tantas víctimas como la II Guerra Mundial.
Los datos también indican que en ese mismo lapso unas veinte mil mujeres pueden fallecer en el mundo por las consecuencias negativas que para la salud de la madre se derivan del aborto. En Europa se producen anualmente trece millones de abortos, primera causa de defunción.
La opinión pública, mediatizada por la propaganda pro-aborto más o menos encubierta, ha ido cambiando en las últimas décadas. Es un hecho incuestionable la pérdida de conciencia del aborto como crimen. El aborto se presenta (es la filosofía de muchas legislaciones y la imperante en los poderes públicos, principalmente en occidente), como un mal menor y así se transmite a la sociedad. Incluso, en amplias capas de la sociedad, se comienza a contemplar como una solución positiva ante los problemas socio/laborales que un embarazo puede presentar, y hoy pretende abrirse paso en todo el mundo como uno de los nuevos «derechos humanos».
TRES FASES DE LA REVOLUCIÓN SEXUAL
Mirar estos fenómenos suscita una interrogante: ¿Tiene hoy el sexo algún significado que vaya más allá de la satisfacción de la libido, el instinto animal o el deseo de conquista? Es difícil no advertir la relación entre este modo de concebir las relaciones sexuales en amplios sectores y el panorama de otros fenómenos como el acelerado índice de divorcios, la caída de la natalidad en el mundo, la extendida distribución pública de preservativos, los niveles epidémicos de enfermedades venéreas, la tendencia descendiente de la fertilidad, etcétera. A lo que se añade el desmantelamiento moral y cultural que muestran los medios de entretenimiento popular.
No se entiende el tiempo en que vivimos sin remontarnos a los orígenes del fenómeno que ha modificado tan profundamente, en un lapso corto, la manera de entender y las actitudes respecto de la procreación humana: la revolución sexual que comenzó en la segunda mitad del siglo XX. El profesor José Pérez Adán,4 de la Universidad de Valencia, al describirla la desglosa en tres fases, aunque advierte que es sólo una exigencia analítica para entender un proceso único, simultáneo e interrelacionado.
PRIMER ACTO: SEXO SIN HIJOS
La primera fase de la revolución sexual es consecuencia social del surgimiento y difusión de la píldora anticonceptiva a partir de los años 60 del siglo pasado. El uso masivo de la farmacología contraceptiva dividió a la sexualidad humana en dos campos estancos: la capacidad de engendrar y el disfrute sensual. Separar sexo y procreación supuso un parteaguas en la historia de la sexualidad y en el comportamiento humano.
Coincidimos con Pérez Adán cuando afirma que la píldora anticonceptiva es el invento técnico que ha cambiado la vida de la manera más radical. Desde entonces, a una mayor libertad en las relaciones sexuales se suma el disociarlas del hecho biológico de la reproducción.
La píldora anticonceptiva ha transformado –y trastornado– las relaciones sexuales y, por consiguiente, el matrimonio. Una vez separado el embarazo del intercambio sexual, el sexo prematrimonial se convirtió en práctica común, al remover un poderoso incentivo para contraer matrimonio.
Es cada vez más común que los recién casados extiendan su «luna de miel» sin hijos, e incluso que algunos elijan nunca tenerlos. De muchas maneras la extensa disponibilidad de contraceptivos transformó el matrimonio de una unión conyugal a una relación basada, en considerable proporción, en la realización emocional y sexual de sus miembros, donde la presencia de hijos no siempre forma parte de la ecuación.
Las consecuencias sociales de este cambio en la relación sexual son variadísimas. Una de ellas son las nuevas maneras de concebir la institución matrimonial. Hasta hace pocas décadas –considerando la historia de la civilización Occidental– el matrimonio había sido unívocamente definido como la «unión conyugal» entre un hombre y una mujer, esto es, una unión entre dos personas que se orienta al fin de la procreación. Con independencia de que una pareja en particular sea infértil, la unión permanece de suyo orientada a esa meta aunque se quede corta o falle en alcanzarla.
Pero una vez que las parejas dejan de ver su unión orientada a la procreación, el divorcio y la infidelidad se convierten en lugar común. Y justo también, porque nuestra sociedad, desde hace décadas, ha dejado de pensar en el matrimonio como una unión conyugal, el «matrimonio» homosexual recibe cada vez más aceptación.
Sus defensores promulgan una definición alternativa del matrimonio, basada no en la procreación sino en la «realización emocional» de los contrayentes, sin ninguna conexión inherente de la unión corporal a la procreación. Y, como las parejas del mismo sexo son tan capaces como las heterosexuales de formar relaciones basadas en la complementariedad emocional y sexual, el «matrimonio» homosexual ha sido rápidamente aceptado en amplios sectores de nuestra cultura. Esta vertiente revisionista es consistente con el hecho de haber desvinculado a esa institución de los ideales de permanencia y exclusividad demandada por la crianza de los hijos.
SEGUNDO ACTO: TODO SE VALE
La segunda fase de esta revolución sexual se dio en los años ochenta, con la aceptación gradual y aprobación de ciertos comportamientos catalogados desde tiempo inmemorial como «desviados». La American Psychiatric Association, dio un paso decisivo en esta dirección en 1973 al remover la homosexualidad de su «Manual de diagnóstico y estadísticas sobre desórdenes mentales».5 Otra muestra palmaria es el famoso Janus Report de 1993,6 un recorrido estadístico por una variedad de comportamientos sexuales practicados por los estadounidenses, que por primera vez salían a la luz pública como pautas de conducta consideradas representativas de la población en general.
Lo más singular de esta segunda revolución es la aceptación generalizada del sexo como algo que pertenece en exclusiva al que lo tiene y que puede hacer con ello lo que quiera. Es la inevitable consecuencia de la etapa anterior de la revolución sexual: una vez desligado el sexo de su función reproductiva, ocupa el centro la satisfacción subjetiva involucrada en el placer.
Si esto es lo importante, se validan todos los comportamientos, que en general han de comprenderse como algo que pertenece exclusivamente al ámbito privado de quienes los ejercen, sin estar sujetos a rendir cuentas públicas de ningún tipo. El siglo XXI ha comenzado inmerso en esta fase, en la que los medios de comunicación y entretenimiento juegan un papel primordial para la aceptación cada vez más extendida de estas prácticas como algo normal.7
Por lo pronto, la validación del sexo como algo a disposición exclusiva del individuo lleva a implementar medidas legales cada vez menos definidoras, por ejemplo el derecho a las operaciones de cambio de sexo a cargo de la sanidad pública en algunos países.
La tendencia a la «normalización» de las otrora desviaciones no ha terminado, en un futuro inminente podríamos presenciar la aprobación de otras conductas, como la pedofilia o la zoofilia. ¿Exageraciones? En la conferencia del Fondo de Población de la ONU, en 2001, varios delegados argumentaban a favor de reducir la edad de consentimiento sexual a los 10 años. Por su parte, la citada APA afirmó, en 1998, que las relaciones sexuales entre niños y adultos no causan necesariamente un perjuicio e incluso podrían resultar positivas para los niños.
Peter Singer, filósofo y activista conocido por su papel en los movimientos por los «derechos» de los animales, defiende que el acto sexual del hombre con otros animales no es necesariamente un abuso o «crimen contra la naturaleza» mientras no entrañe daño o crueldad a los animales.8
TERCER ACTO: HIJOS(Y PLACER SEXUAL) SIN SEXO
Finalmente, la tercera fase de esta revolución se da a partir del cambio de siglo, con la apertura de perspectivas inimaginables pocos años atrás. Pérez Adán atisba un posible final del sexo como medio de procreación, donde la palabra clave es «reprogenética». El dominio independiente de los dos procesos antes unidos es ahora posible
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