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Émile Durkheim


Enviado por   •  21 de Febrero de 2013  •  7.003 Palabras (29 Páginas)  •  345 Visitas

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ENSAYOS SOBRE EDUCACIÓN

Émile Durkheim

Pedagogía y sociología

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Señores:

Es grande honor para mí, del cual siento vivamente todo el peso, tener que sustituir en esta cátedra al hombre de elevada inteligencia y de firme voluntad, a quien debe Francia en tan gran parte la renovación de su primera enseñanza. En contacto íntimo con los maestros de nuestras escuelas desde que, hace quince años, profeso la pedagogía en la Universidad de Burdeos, he podido ver de cerca la obra a que quedará definitivamente ligado el nombre de monsieur Buisson, y conozco por tanto toda su grandeza. Sobre todo cuando nos remontamos en espíritu al estado en que se encontraba esta enseñanza cuando se emprendió la reforma, es imposible dejar de admirar la importancia de los resultados obtenidos y la rapidez de los progresos realizados. Las escuelas aumentadas, y materialmente transformadas, los métodos racionales substituyendo a las viejas rutinas de antaño, el gran alcance dado a la reflexión pedagógica, un estímulo general de todas las iniciativas, todo ello constituye con seguridad una de las mayores y más felices revoluciones que han ocurrido en la historia de nuestra educación nacional.

Fue pues una verdadera dicha para la ciencia el que M. Buisson, creyendo terminado su cometido, renunciase a sus absorbentes funciones para comunicar al público, por medio de la enseñanza, los resultados de su incomparable experiencia. Una práctica tan extensa de las cosas, esclarecida además por una amplia filosofía, a la vez prudente y curiosa de todas las novedades, debía necesariamente dar a su palabra una autoridad que venían a realzar más el prestigio moral de su persona y el recuerdo de los servicios prestados en todas las grandes causas a las que M. Buisson ha consagrado su vida.

No aporto yo nada que se parezca a semejante competencia, tan especial. Así, tendría motivo para sentirme extraordinariamente preocupado ante las dificultades de mi misión, si no me tranquilizara un poco el pensamiento de que problemas tan complejos pueden ser estudiados con ventaja por espíritus diversos y desde puntos de vista diferentes. Sociólogo; es, sobre todo, como sociólogo como yo os hablaré de educación. Además, lejos de que, al proceder así, nos expongamos a ver y a mostrar las cosas bajo un aspecto que las deforme, estoy convencido, por el contrario, de que no hay método tan propio para mostrar su verdadera naturaleza.

Considero, en efecto, como el postulado mismo de toda especulación pedagógica, que la educación es cosa eminentemente social, lo mismo por sus orígenes que por sus funciones, y, por tanto, que la pedagogía depende de la sociología más estrechamente que de cualquiera otra ciencia, y puesto que esta idea está llamada a dominar toda mi enseñanza, como dominaba ya la enseñanza análoga que yo daba, no hace mucho, en otra Universidad, me pareció convenientemente emplear esta primera conversación en definirla y precisarla, a fin de que podáis seguir mejor sus aplicaciones ulteriores. No es que se trate de hacer de ella una demostración expresa en el curso, de una sola y única lección.

Un principio tan general y cuyas repercusiones son tan extensas sólo pueden comprobarse progresivamente, según vaya llegándose al detalle de los hechos y a la aplicación de los mismos. Pero lo que es posible desde ahora, es claro una impresión de conjunto; es indicaros las principales razones que deben hacerlo aceptar, desde el comienzo de la investigación, a título de presunción provisional y bajo la reserva de las comprobaciones necesarias; es, en fin, señalar su alcance a la vez que sus limitaciones: tal será el objeto de esta primera lección.

I

Es tanto más necesario llamar desde luego vuestra atención sobre este axioma fundamental, cuanto que no está todavía generalmente reconocido. Hasta estos últimos años -y aun pueden contarse excepciones-, los pedagogos modernos estaban casi unánimemente de acuerdo viendo en la educación una cosa eminentemente individual y haciendo, por consiguiente, de la pedagogía un simple corolario inmediato y directo de la psicología.

Para Kant como para Mill, para Herbart como para Spencer, la educación tendría antes que nada por objeto realizar en cada individuo, pero llevándolos al más alto grado de perfección posible, los atributos constitutivos de la especie humana en general. Se estableció como verdad evidente que hay una educación, y una sola que, con exclusión de cualquier otra, conviene indiferentemente a todos los hombres, sean cuales fueren las condiciones históricas y sociales de que dependan, y es este ideal abstracto y único lo que los teóricos de la educación se proponían determinar. Se admitía que hay una naturaleza humana, cuyas formas y propiedades pueden determinarse una vez por todos, y el problema pedagógico consistía en buscar de qué manera la acción educativa debe ejercitarse sobre la naturaleza humana así definida.

Indudablemente, nadie ha pensado jamás que el hombre sea de pronto, desde que entra en la vida, todo lo que puede y debe ser. Déjase ver de sobra que el ser humano no se constituye sino progresivamente, en el curso de una lenta evolución que empieza con el nacimiento para no terminar hasta que se llega a la madurez. Pero se suponía que esta evolución no hace otra cosa que actualizar virtualidades, desentrañar energías latentes que existían, anticipadamente formadas, en el organismo físico y mental del niño. Así pues, el educador no tendría nada esencial que añadir a la obra de la naturaleza. No crearía nada nuevo. Su papel se limitaría a impedir que esas virtualidades existentes se atrofiasen por inacción o se desviasen de su dirección normal, o se desarrollasen con demasiada lentitud. Por tanto, las condiciones de tiempo y de lugar, el estado en que se encuentra el medio social, pierden todo interés para la pedagogía. Ya que el hombre lleva en sí todos los gérmenes de su desarrollo, es a él, y a él sólo, a quien hay que observar cuando pretendamos determinar en qué sentido y de qué manera debe ser dirigido ese desarrollo. Lo que importa es saber cuáles son sus facultades nativas y cuál es la naturaleza de las mismas.

Ahora bien, la ciencia que tiene por objeto describir o explicar el hombre individual, es la psicología. Parece pues, que ella debe bastar a todas las necesidades, del pedagogo.

Desgraciadamente, este concepto de la educación está en contradicción formal con todo lo que nos enseña la historia: no hay un solo pueblo, en efecto, donde haya sido puesto en práctica nunca este concepto.

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