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LA LLAVE MAESTRA


Enviado por   •  2 de Octubre de 2020  •  Apuntes  •  3.517 Palabras (15 Páginas)  •  514 Visitas

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LA LLAVE

MAESTRA[pic 1]

Modalidades de la oración

  1. Lectura Rezada
  1. Busca una oración escrita, por ejemplo, un Salmo u otra oración cual- quiera.
  2. Toma posición exterior y actitud interior orantes. Sosiegaté e invoca al Espíritu Santo.
  1. Comienza a leer muy despacio la oración. Al leerla trata de VIVEN- CIAR lo que lees, de ASUMIRLO, “decirlo con toda el alma”, haciendo tuyas las frases leÍdas. Lee muy despacio: “Lo que leen mis ojos lo va viviendo mi corazón, son palabras que voy diciendo a mi Dios”
  1. Si te encuentras con una expresión que “te dice mucho”, para ahí mismo. Repítela muchas veces, uniéndote mediante ella al Señor, hasta agotar la riqueza de la frase, o hasta que su contenido inunde tu alma. Si no sucede esto, prosigue leyendo muy despacio, asumiendo el signi- ficado de lo que lees. Para de vez en cuando. Vuelve atrás para repetir y revivir las experiencias más significativas.
  1. Si en un momento dado te parece que puedes abandonar el apoyo de la lectura, deja a un lado la oración escrita y permite al Espíritu San- to manifestarse dentro de ti con expresiones espontáneas e inspiradas. Es una relación de persona a persona, de corazón a corazón.Da gracias, alaba, despídete con una oración. Es un trabajo del corazón, no de la mente

Ésta modalidad es fáciel y eficaz, ayuda de manera particular para dar los primeros pasos, en los d´´ias en que a uno no le sale nada por la dispersión mental o las preocupaciones.

  1. Oración escrita

Hay momentos en que llegas a la oración nervioso, con muchas preocu- paciones, disgustado y aunque haces ejercicios de relajación no consi- gues concentrarte.

Una modalidad de oración que te puede ayudar a vencer esa disper- sión es la ORACIÓN ESCRITA. Es muy sencilla, muy provechosa y tam- bién muy aprovechable posteriormente.

Solo consiste en escribir en un papel todo aquello que quisieras decir al Señor. Al terminar o mientras escribes, haz pausa y reza lo que haz escrito. Cuando después de un tiempo vuelves a leer lo escrito, pue- des quedar asombrado de ti mismo, pues has compuesto tus propias oraciones para cada situación: alegría, consuelo, acción de gracias, angustia...

Esas oraciones te pueden servir para orar, como sirven las que encuen- tras en los libros.

  1. Oración de abandono
  1. Relájate. Haz silencio interior. Invoca al Espíritu Santo.
  2. Siéntate ante Dios Padre: siente que está presente y ten hacia él una actitud de entrega. Te ayudará el utilizar alguna oración como la de “Abandono” o fórmulas más simples como el mantra “Hagasé tu volun- tad”
  1. Vete repasando en silencio y paz todo aquello que te disgusta de:

-Tus padres(son exigentes, me dan poco dinero, no me dejan salir hasta muy tarde, discuten entre ellos...)

A cada defecto que encuentres di: “Padre, hagasé tu voluntad” y acep- ta a tus padres tal como son.

-Haz lo mismo con tus caracter´sticas físicas (gordo, flaco, gigante, pequeño, feo...), deficiencias físicas o enfermedades (constantes infec- ciones, deficiencias de visión, malformaciones...) con las limitaciones propias(dificultades para comprender, para expresarse...), con el carác- ter (tímido, revoltoso, perezoso...), con las personas próximas que no te caen bien, con las cosas desagradables que te hayan ocurrido(una reprimenda injusta, una suspensión que no merecía, una mala pasada de un amigo...), con las situaciones en las que has cometido errores, en las que te has sentido ridículo...

Probablemente te duela recordar todo lo anterior, pero déjalo en manos del Padre y llegarás a encontrar la paz. No olvides pedir ayuda a María. Recuerda que Ella es quien mejor conoce a su Hijo, Ella es quién mejor puede comprender, porque Ella pasó por todas esas situaciones y por otras mucho más duras.

  1. Oración auditiva

  1. Relájate, haz silencio interior y exterior. Suelta los músculos. No escu- ches nada, no pienses nada.
  1. Busca una palabra o una expresión que te diga mucho: “Jesús”,”Pa- dre”, “Señor”, “Jesús, en ti confío”... y escríbela.
  1. Comienza a pronunciarla con pa, concentrado, en voz suave. Al pro- nunciarla, trata de asumir vivencialmente lo que dice, como si fuera el Señor mismo. Déjate inundar por el Padre, por su presencia.
  1. Ve distanciando poco a poco la repetición, dando lugar cada vez más el silencio. Recuerda que la palabra es un puente. A medida que vamos siendo inundados por el Padre, ese puente se va derrumbando.

¡ATENTO! Debes pronunciar siempre la misma expresión. Aprovecha el ritmo de la respiración.

  1. En el lugar de Jesús

  1. Relájate y ponte en presencia del Señor.
  2. Imagina a Jesús en actitud de adoración, cuando lo hacia por la no- che, en la mañana, bajo las estrellas.
  1. Con infinita reverencia, en fe y paz, entra en el interior de Jesús. Trata de presenciar y revivir lo que Jesús viviría en su relación con el Padre, y así participa de la experiencia profunda del Señor.
  1. Trata de presenciar y revivir los sentimientos de admiración que Jesús sentiría por el Padre. Di con el corazón de Jesús “Glorofica tu nombre”, “Santificado sea tu nombre”.
  1. Colócate en el interior de Jesús, asume sus sentimientos y revive aquella actitud de ofrenda y sumisión que Jesús experimentaría ante la voluntad del Padre cuando decía: “No sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú”, “Hagasé tu voluntad”.

¿Qué sentiría al decir: “como tu y yo somos una misma cosa”? ¿o al pronunciar “Abba” (querido papá)

Trata de experimentarlo. Ponte en el corazón de Jesús para pronunciar la oración sacerdotal, del capítulo 17 de San Juan.

  1. Todo eso (¡Y tantas cosas!) hazlas “tuyas” en la fe, en el Espíritu para revestirte de la disposición interior de Jesús.

Esta modalidad de oración solo será posible en el Espíritu Santo, “que enseña toda la verdad”

  1. Oración corporal

No existe, propiamente, oración corporal: aunque eso sí, el cuerpo puede colaborar. La oración es un juego combinado entre la gracia y la

naturaleza. Con los nervios deshechos o con una mala respiración no es posible entrar en una relación profunda con el Señor. Lo divino y lo humano

tienen que caminar tomados de las mano.

Vamos a ver tres posiciones corporales. A cada actitud corporal le co- rresponde una determinada actitud interior.

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