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ANA, LA MADRE DE SAMUEL


Enviado por   •  5 de Mayo de 2012  •  Resúmenes  •  603 Palabras (3 Páginas)  •  852 Visitas

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ANA, LA MADRE DE SAMUEL

Grecia: Narrador

Aomori: Ana (Una de las esposas de Elcana que no podía tener hijos)

Sergio: Elcana

Alma: Elí (Sacerdote o Padre)

Violeta: Penina (Una de las esposas de Elcana)

Edson: Samuel (hijo concebido por dios a Ana)

Ana Caro: Hija de Penina

Narrador: Había un hombre de Rama, de la región montañosa de Efraín, el cual se llamaba Elcana. Y tenía dos mujeres: Una se llamaba Ana, y la otra Penina. Penina tenía dos hijos, pero Ana no los tenia. Aquel hombre subía año tras año desde se ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor del universo Silo. Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas. Y aunque a Ana le daba una sola porción, él la amaba a pesar de que el Señor había cerrado su matriz. Pero su rival la irritaba continuamente para humillarla, porque el señor había cerrado su matriz. Ana lloraba y no comía. Y Elcana su marido le dijo.

Elcana: “Ana, ¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué esta afligido tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos?”

Narrador: Después de haber comido y bebido en Silo, Ana se levantó; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto al poste de la puerta del templo del Señor, ella oró con amargura de alma y lloro mucho. E hizo un voto diciendo:

Ana: “Oh señor de los ejércitos si te dignas a mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, si no que le das un hijo varón, entonces yo lo dedicaré al señor por todos los días de su vida, y no pasara navaja sobre su cabeza”.

Narrador: Sucedió que mientras ella oraba largamente delante del señor, Elí observaba la boca de ella. Ana hablaba en su corazón; solo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Elí creyó que ella estaba ebria. Y le pregunto Elí.

Elí: ¿Hasta cuando vas a estar ebria? ¡Aparta de ti el vino!

Narrador: Ana respondió y dijo

Ana: “No señor mio; yo soy una mujer atribulada de espíritu. No he bebido vino ni licor, sino que he derramado mi alma delante del Señor. No pienses que tu sierva es una mujer impía. Es por mi gran congoja y por mi aflicción que he hablado hasta ahora.”

Narrador: Elí respondió y le dijo

Elí: “Ve en paz y que el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho”.

Narrador: Ella dijo.

Ana: “Que tu sierva halle gracia ante tus ojos”.

Narrador: La mujer siguió su camino. Después comió y no estuvo más triste. Se levantaron de madrugada y adoraron delante del Señor. Y volviéndose llegaron a su casa en Rama. Elcana conoció a Ana su mujer, y el Señor se acordó de ella. Y sucedió que ha su debido

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