Adoración del Santísimo Sacramento

ADORACIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

GUÍA: (Introducción)

Habiendo celebrado como comunidad, este día que conmemoramos la institución de la eucaristía, queremos esta noche acompañar en oración a Jesús, nuestro Señor. Disponemos nuestro corazón para acoger lo que el Señor nos quiere decir a través de su palabra. Y tal como nos dice el Papa Francisco, queremos hacer de este un momento “para dejar que nuestro corazón vuelva a latir al palpitar del Corazón de Jesús”. Como los discípulos en el huerto de los Olivos, con nuestra pequeñez y todo lo que somos, acompañamos al Señor.

Acogemos con el corazón abierto la lectura.

1.-

LECTOR:

(1º Corintios 10, 16- 17)

Hermanos:

El cáliz de nuestra Acción de Gracias, ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos une a todos en el Cuerpo de Cristo?

El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

GUÍA:

De tantas maneras nos ponemos a nosotros mismos como dioses, alimentando nuestro ego, nuestros egoísmos, nuestras vanidades. De tantas maneras, el exitismo es nuestro dios, la fama y el prestigio, el poder sobre otros es nuestro dios, separándonos, haciendo diferencias y excluyendo a nuestros hermanos.

La idolatría es un peligro latente también en nuestro tiempo, como en las primeras comunidades cristianas.

GUÍA:

¿Cuál es, entonces el alimento que nos hará uno en Cristo y prójimos del sufriente y marginado, no será el amor, la compasión, la misericordia? ¿Cómo la manifestaré en mi vida?

(Pausa de 2 min. para la meditación)

CORO:

2.-

LECTOR:

(Lucas 22, 7-12)

En aquel tiempo envió Jesús a Pedro y a Juan, diciéndoles: … Mirad, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre, y decid al dueño: el Maestro te pregunta: ¿dónde está la estancia en que he de comer la Pascua con mis discípulos? El os mostrará una habitación superior, grande, aderezada. Preparadla allí.

GUÍA:

Jesús ha querido que la Última Cena con sus discípulos sea el signo de lo que serán las demás celebraciones para ellos: el recuerdo de que Él ha entregado su cuerpo y su sangre, es decir, la totalidad de su ser, sus anhelos, sueños y esperanzas, todo lo ha entregado por sus amigos y la humanidad entera.

GUÍA:

¿Qué tanto se han ido entregando los discípulos de Jesús y la comunidad hoy? ¿Qué tanto hemos avanzado en el reino de Dios entre celebración y celebración?

(Pausa de 2 min. para la meditación)

CORO:

3.-

LECTOR:

(Juan 6,1-15)

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?" …

Jesús dijo: "Decid a la gente que se siente en el suelo … Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

GUÍA:

El milagro de la multiplicación de panes y peces, anticipa el banquete eucarístico, más aún, significa la sobreabundancia y la permanencia del alimento eucarístico.

Jesús es el Señor del banquete para esta Comunidad de mesa, convidados a comer el verdadero pan de vida, después de su muerte gloriosa.

GUÍA:

¿Qué significa hoy, ponerse a la mesa?, ¿entiendo que Jesús me invita a ponerme al servicio de los demás?, ¿que su mesa, que nos congrega, es el servicio al necesitado?

(Pausa de 2 min. para la meditación)

CORO:

4.-

LECTOR:

(Juan 6,44-51)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

—Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

GUÍA:

Nadie por si mismo puede conseguir un alimento que no perece; sin embargo, todos deben hacer lo posible para acoger la comida que el Señor nos ofrece.

Creer en Jesucristo es el único trabajo que es preciso hacer. La condición previa es la fe en Jesucristo, para tener la vida divina, una fe incondicional, que supere los cálculos cerrados, que no se muta cuando estamos en dificultad o sentimos que no nos escucha nuestras demandas, o cuando nos interpela

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