Armas Espirituales
Escalita21 de Marzo de 2014
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4 Pues las armas de nuestra milicia no son carnales, sino divinamente poderosas pura derribar fortalezas:
Los apóstoles son comparables a los jefes de un ejército magníficamente equipado, cuya meta es conquistar todo el mundo para Cristo. Pablo describe las armas de esta guerra. No son armas carnales, lo que significaría que, en último término, serían ineficaces, sino que son armas llenas de poder. Pablo utiliza palabras e imágenes del Antiguo Testamento. En la descripción de las guerras de Israel se dice con frecuencia que sus armas no son humanas y débiles, como las de sus enemigos, sino llenas de fuerza divina 72. En esta cruzada del Evangelio habrá que conquistar y abatir poderosas fortalezas, es decir, los castillos de la ciencia aparente y de los sofismas de los hombres. Pablo piensa, acaso, en sentencias tales como: «El sabio escala la ciudad de los fuertes y derriba la fortaleza en que confiaban» (Prov 21,22).
5...y cualquier altivez que se alza contra el conocimiento de Dios, y apresamos cualquier pensamiento para someterlo a Cristo...
En esta guerra espiritual hay que derribar altos castillos. Son los castillos de la altivez y del orgullo que se rebelan contra la verdadera sabiduría de Dios, la cual avanza sin pausa a la conquista de la tierra. Una vez conquistada la fortaleza, se toma prisionera la guarnición. Es decir, el pensamiento, que ofrece una inútil resistencia contra el conocimiento de Dios, contra Cristo y contra el Evangelio, es hecho prisionero y sometido a la obediencia a Cristo. El pensamiento y la razón no deben, pues, ser aniquilados, sino cultivados, pero desde ahora en aquella obediencia que Pablo llama la «obediencia a la fe» (Rom 1,5). Por eso, en esta guerra queda excluido todo empleo de la fuerza. A nadie se le debe obligar a creer mediante presión externa. El incrédulo es ganado a la fe por la palabra y el esfuerzo del apóstol y, en el fondo, por la llamada y el amor de elección de Dios. Prisionero de la fe, el pensamiento tiende a la sabiduría de los perfectos (ICor 2,6s).
6...y estamos dispuestos a castigar cualquier rebeldía, cuando se haya logrado vuestra sumisión.
Tampoco los castigos a la rebeldía se imponen con los medios del poder terreno. ¿Cómo podría Pablo disponer de ellos? Todo castigo se realiza en virtud de un poder espiritual, con el que el apóstol confunde la incredulidad, la cubre de vergüenza y la expulsa del mundo. Pablo quiere vencer toda la incredulidad de la tierra entera. Pero antes es preciso que la Iglesia de Corinto se una y se haga perfecta en la obediencia de la fe. Sólo entonces podrá dedicarse el apóstol a nuevas misiones.
Estas frases están escritas como olvidando que la Iglesia no era todavía ante el mundo y en el mundo más que una pequeña secta religiosa más, entre los muchos movimientos religiosos y espirituales de aquella época. Pablo sabe bien que los apóstoles son totalmente desconocidos ante los hombres (6,9). Pero ¡qué profunda conciencia del apóstol y qué fe de la Iglesia se expresa en esta visión de la misión en el mundo! El campo del Evangelio es el mundo entero y este mundo entero debe unirse algún día en la fe.
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