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Enviado por   •  11 de Febrero de 2013  •  Informes  •  758 Palabras (4 Páginas)  •  307 Visitas

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Uno de los personajes más misteriosos que aparecen en los libros de Chilam Balam es, sin duda, don Antonio Martínez y Saúl. Hay referencias de don Antonio en los chilam balames de Maní, de Tizimín y en el de Chumayel, y por lo general son párrafos de difícil interpretación y poco claros. En el de Chumayel tenemos que en el primer párrafo dice que don Antonio Martínez y Saúl nació en Tzimintán (región de los tapires), y se casó con una mujer influyente. Después de estar en La Habana, donde construyó innumerables barcos, como iba ser aprehendido regresó a Tzimintán, donde fue apresado por los "Nacomes, sacrificadores". Entonces, después de ser castigado, prometió volver al frente de barcos extranjeros para hacerle guerra a Tzimintán y a pueblos de la región.

En una nota del libro "El Chilam Balam de Chumayel", de don Antonio Mediz Bolio, encontramos lo siguiente: "El extraño nombre de este misterioso personaje es citado varias veces en estos papeles como el de un redentor o caudillo, especie de esperado Mesías que ha de llevar a los mayas a su liberación.

Confesamos que no hemos podido encontrar indicio de quien pueda haber sido tan importante sujeto. El relato que aquí comienza, muy desordenado y confuso, escrito tal y como se hubiera referido de viva voz por un indio corriente, tiene la apariencia de un cuento de piratas del siglo XVII.

Sin querer, se piensa en que este `Don Antonio Martínez y Saúl' pudiera ser muy bien un aventurero flamenco, inglés o francés, de los que pupulaban por las costas de América, hostilizando a los españoles y medrando como podían, que anduvo por los litorales del oriente de Yucatán y asumió el papel fantástico de libertador de los indios mayas, haciéndose anunciar como tal, para adquirir supersticioso poder sobre ellos.

Hay que suponer que no es "don Antonio Martínez y Saúl" un nombre legítimo, sino un seudónimo adoptado para encubrirse mejor. Parece que el episodio a que se refiere esta rara relación ha de haber ocurrido allá por 1650. El curioso dato de los `trece veces cuatrocientos barcos' (bien puede ser un modo de decir muchos barcos, esto es, flota o escuadra) no tiene, que sepamos, antecedente histórico coincidente que sirva de guía para desenredar la madeja.

Sólo hemos encontrado la historia de un tal don Jacobo Jackson, que se hacía llamar Conde de Santa Catalina, corsario inglés que con una armada de trece urcas amenazó las costas de la Península por los años de 1640 a 1645.

En Campeche había un gran número de embarcaciones, la mayor que en ese puerto se había visto, cuando se presentaron frente al puerto las trece urcas, y la gente de Jackson no atacó entonces aquella plaza, sino que fue a desembarcar a Champotón, en donde cometieron depredaciones. Se adentraron en tierra y plagiaron

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