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Conversasciones Con Dios


Enviado por   •  22 de Febrero de 2012  •  10.623 Palabras (43 Páginas)  •  420 Visitas

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Gracias por venir. Gracias por estar aquí.

Están aquí por una cita, es verdad; pero aún así, podrían no haberse presentado. Podrían haber decidido no cumplir con el compromiso. En cambio, eligieron estar aquí, a la hora convenida, en el lugar preestablecido, para que este libro llegara a sus manos. Gracias.

Ahora bien, si todo lo han hecho subconscientemente, sin saber siquiera qué estaban haciendo o por qué, parte de esto puede ser un misterio para ustedes, y se impone una pequeña explicación.

Empecemos pidiéndoles que observen que este libro ha llegado a su vida en el momento idóneo y perfecto. Tal vez no lo sepan ahora, pero cuando terminen con la experiencia que les espera, lo sabrán sin ninguna duda. Todo sucede en un orden perfecto, y la llegada de este libro a su vida no es la excepción.

Lo que tienen aquí es lo que buscaban, lo que anhelaban durante largo tiempo. Lo que tienen aquí es el último - y para algunos de ustedes tal vez el primero - contacto real con Dios.

Éste es un contacto, y es muy real.

Ahora Dios va a sostener una conversación verdadera con ustedes a través de mí. Hace unos cuantos años, no habría dicho esto; lo digo ahora porque ya establecí ese diálogo y sé que es posible. Y no sólo es posible, sino que tiene lugar todo el tiempo. Así es como está ocurriendo, justo aquí y ahora.

Es importante que entiendan que son ustedes, en parte, quienes ocasionaron que esto sucediera, así como procuraron que este libro se encuentre en sus manos en este momento. Todos motivamos la creación de acontecimientos en nuestras vidas, y todos, como co-creadores, participamos con el Gran Creador en la gestación de cada una de las circunstancias que condujeron a esos hechos.

M primera experiencia de hablar con Dios ha nombre de ustedes ocurrió en 1992-1993. Había escrito una carta enojada a Dios preguntándole por qué mi vida se había convertido en un monumento de lucha y fracaso. En todos los aspectos, desde mis relaciones románticas, mi vida de trabajo, mis interacciones con mis hijos, hasta mi salud - en todo - no estaba experimentando más que lucha y fracaso. Mi carta a Dios demandaba saber por qué y qué se necesitaba para que funcionara mi vida.

Para mi asombro esta carta recibió respuesta.

Cómo se respondió y cuáles fueron esas respuestas se convirtió en un libro, publicado en mayo de 1995 con el título Conversaciones con Dios. Tal vez hayan oído hablar de él, o puede ser que lo hayan leído. De ser así, no necesitan mayor preámbulo para esta obra.

Si no están familiarizados con el primer libro, espero que pronto lo estén, debido a que en el se delinea con mucho mayor detalle cómo empezó todo esto y responde a muchas preguntas acerca de nuestra vida personal - preguntas acerca de dinero, amor, sexo, Dios, salud y enfermedad, alimentación, relaciones, "el trabajo correcto" y muchos otros aspectos de nuestra experiencia cotidiana -, las cuales no se abordan aquí.

Si yo pidiera a Dios un regalo para el mundo en este momento, sería la información que contiene el Libro 1. En forma consecuente ("Incluso antes de que preguntéis, Yo habré contestado"), Dios ya lo habría concedido.

Así, espero que al concluir la lectura de este libro (o incluso tal vez antes), decidan leer el anterior. Todo es cuestión de elección, al igual que la Pura Elección los llevó a ustedes a estas palabras ahora mismo. Así como la Pura Elección ha creado cada experiencia que hayan tenido. (Un concepto que se explica en ese primer libro.)

Estos primeros párrafos del Libro 2 fueron escritos en marzo de 1996 para proporcionar una breve introducción ala información que sigue. Como en el volumen anterior, el proceso por medio del cual "llegó" esta información fue exquisitamente sencillo. En una hoja de papel en blanco sólo escribía una pregunta - cualquier pregunta -, generalmente la primera que me venía ala cabeza, y apenas había escrito la pregunta cuando ya la respuesta se formaba en mi cerebro, como si Alguien estuviese susurrando en mi oído. ¡Estaba tomando dictado!

Con excepción de estas pocas líneas introductorias, todo el material de este libro llegó al papel entre la primavera de 1993 y el año siguiente. Me gustaría presentárselo a ustedes ahora, justo como salió de mí y como me llegó...

Es el domingo de Pascua de 1993, y, como se me instruyó, estoy aquí. Estoy aquí, lápiz en mano, el papel ante mí, listo para empezar.

Supongo que debo decirles que Dios me pidió que estuviera en este lugar. Teníamos una cita. Empezaremos hoy el Libro 2, el segundo de una trilogía que Dios y yo y ustedes estamos experimentando juntos.

Todavía no tengo idea de lo que va a decir este libro, o siquiera de los temas específicos que se abordarán. Ello es porque no tengo en la mente un plan para este libro. No puedo tenerlo. No soy yo quién decide su contenido. Es Dios.

El domingo de Pascua de 1992 - hace un año hoy - Dios empezó un diálogo conmigo. Sé que suena inverosímil, pero eso fue lo que sucedió. Hace poco tiempo, el diálogo terminó. Se me dieron instrucciones de que tomara un descanso, pero también se me dijo que tenía una "cita" para proseguir con esta conversación este día.

Ustedes también tienen una cita. Están cumpliendo con ella en este momento. Tengo muy claro que este libro no sólo se está escribiendo para mí, sino para ustedes a través de mí. Aparentemente, ustedes han buscado a Dios - y la Palabra de Dios - durante un largo tiempo. Yo he hecho lo mismo.

Hoy encontraremos juntos a Dios. Ésa es siempre la mejor forma de encontrarlo. Juntos. Si nos apartamos, nunca lo encontraremos. Quiero decir esto en dos formas: Nunca encontraremos a Dios mientras nosotros estemos distantes. El primer paso para descubrir que no estamos apartados de Él consiste en descubrir que no estamos separados unos de otros, y hasta que sepamos y nos demos cuenta de que todos nosotros somos Uno, no podremos saber y darnos cuenta de que nosotros y Dios somos Uno.

Dios no está lejos de nosotros, nunca, y sólo pensamos que estamos alejados de Él.

Es un error común. Pensamos, asimismo, que estamos distantes unos de otros. Y la forma más rápida que he descubierto para "encontrar a Dios" consiste en encontrarnos mutuamente. Dejar de escondernos unos de otros. Y, desde luego, dejar de escondernos de nosotros mismos.

La forma más rápida de dejar de escondernos es decir la verdad. A todos. Todo el tiempo.

Empiecen desde ahora a decir la verdad, y nunca se detengan. Empiecen por decirse la

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