Mexico Ante Dios
kash723ndk8 de Marzo de 2012
815 Palabras (4 Páginas)1.578 Visitas
México ante Dios de Francisco Martín Moreno.
La novela relata las experiencias de Valentín Altamirano, un prisionero de la dictadura porfirista que yace moribundo en una mazmorra de San Juan de Ulúa. Valentín se declara renegado de la fe católica, a cuyas instituciones eclesiales achaca todos los males del país en el siglo XIX, y en particular las guerras fratricidas. El personaje fue otrora un devoto católico a quien decepcionó la institución que antepuso intereses económicos al bien de los fieles.
En la novela, la imagen de la Iglesia Católica adquiere tintes que recuerdan otras novelas escritas con el mismo tema y en el mismo tono. Una receta que últimamente ha tenido considerables éxitos en el mercado de libros, películas y programas televisivos, que consiste en insinuar que la Iglesia Católica ocultó información deshonrosa que ahora se revela paladinamente a la luz del día.
Hay que subrayar que las afirmaciones del libro se hacen en el contexto de la ficción y cobijadas por el manto de la historia. O a la inversa: con datos históricos ficticios so capa de novela. Los cuatro capítulos en que se divide el volumen esbozan un alto clero imperialista, militarista, ladrón y moribundo, identificado con los nombres de obispos y clérigos de la historia real de la Iglesia Católica de ese tiempo.
Queda muy clara la imagen social de los miembros de la Iglesia a la que se refiere Francisco Martín Moreno. La institución se divide en dos amplios sectores: por un lado el alto clero, y por el otro una masa de creyentes cándidos y crédulos, es decir, el pueblo constituido por las clases bajas, que son fanáticas en lo político y lo religioso. Gente ignorante y manipulable, y las peores, las madres y esposas de los políticos. Mujeres, al fin.
Reiteradamente aparece, de manera abierta y conspicua, el alto clero como victimario de un pueblo pobre y explotable, que por todas las páginas sufre, resignado, las amenazas más aterradoras de los infiernos. Parece que la religión de la Iglesia Católica es una religión del miedo (así lo dice repetidamente), que somete conciencias con el espantajo del fuego eterno.
La novela opone la razón científica a la fe, al dogma: aquélla contiene verdad verificable por la ciencia y éste no. Censura a los obispos que defienden sus bienes y privilegios. Y, en un cuadro simplificador de los 55 gobiernos que se sucedieron en el México del siglo XIX, proyecta un liberalismo (¡uno sólo!) sin tacha, frente a un clero que desencadena guerras fratricidas.
La novela, que recela una admiración profunda por el vecino país del norte como modelo que se ha de seguir (sin referirse, por cierto, a la situación de los indios o los negros), achaca al alto clero del siglo XIX un “filoyankismo” bastante cuestionable, por decir lo menos. La misma Iglesia que se opone a los intentos de poblar las provincias interiores, por temor a la presencia de los inmigrantes protestantes, los acoge y los ovaciona en Puebla; el lector queda un poco ofuscado con las explicaciones aportadas en las páginas del libro: una jerarquía eclesiástica pintada como cerrada a toda migración protestante acepta a esos mismos protestantes con ocasión de la invasión del propio país. Además compara la institución eclesiástica de la Iglesia Católica con las congregaciones y comunidades protestantes americanas, independientes unas de otras por lo general y en todo caso sin paralelo alguno.
La novela sale un poco tarde para los datos que utiliza: hoy hay enorme producción académica que no corresponde a una visión tan maniquea de los acontecimientos que involucran la presencia de la Iglesia Católica decimonónica, no sólo en la UNAM y en la UAM, sino en El Colegio de México, en la Universidad Nicolaíta, en El Colegio de Michoacán, en la Autónoma de Puebla.
...