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El Sacramento De La Reconciliación


Enviado por   •  31 de Diciembre de 2012  •  2.930 Palabras (12 Páginas)  •  521 Visitas

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El SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

En el Evangelio de San Lucas, leemos que cuando Jesús fue presentado en el Templo a los 40 días de nacido, el anciano Simeón, tomándolo en sus brazos dijo: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel y para ser señal de contradicción". (Lc.2,34)

Si hay algo en el mundo en que se cumpla esta extraña profecía, es respecto al Sacramento de la Reconciliación practicado fielmente en la Iglesia Católica y rechazado airadamente por sus enemigos y cristianos ignorantes.

¡Cuántas objeciones se alzan contra él! ¡De cuántas maneras se le ataca! Empleando toda clase de subterfugios se empeñan vanamente en negar lo que tan claro está en el Nuevo Testamento, especialmente en los Evangelios.

San Juan Evangelista nos relata cómo el mismo día de la Resurrección de Jesucristo, al atardecer "estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: 'La paz con vosotros'. Dicho esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: 'La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también Yo os envío'. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retuviéreis, les quedarán retenidos". (Jn.20,19-23)

Es impresionante el hecho de que lo primero que Nuestro Señor hace una vez resucitado, es conferir a sus Apóstoles el poder de perdonar los pecados. Bien sabe Jesús de qué barro tan frágil estamos hechos y la necesidad que tenemos de restaurar la Gracia bautismal perdida por el pecado mortal.

El principal objetivo de este Sacramento, es nuestra reconciliación con Dios y con la iglesia. Es por ello el Sacramento de la Reconciliación.

Pero no puede darse dicha reconciliación si permanecemos en pecado, por lo que se impone una conversión de 180 grados, alejándonos de todo aquello que nos aparta de Dios. Por eso también recibe el nombre de Conversión.

No podríamos convertirnos sin un sincero arrepentimiento, que en latín, lengua oficial de la Iglesia Católica, se dice "penitere" y por eso es elSacramento de la Penitencia, que incluye una reparación por parte del pecador.

Declarar los pecados ante el Sacerdote, es un elemento esencial de la Reconciliación y por eso, también se denomina Confesión.

Es igualmente el Sacramento del Perdón porque por la absolución sacramento del Sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón y la paz".

Pensar que un hombre cualquiera puede perdonar las ofensas hechas a Dios, es una tontería. El ofendido es Dios y El perdona si es su voluntad.

Pero la voluntad de Dios no es tan solo perdonar al pecador arrepentido, sino el delegar este poder divino a los sacerdotes, desde el mismo día de su gloriosa Resurrección. (Jn. 20,21-23) Así la Iglesia viene a ser el signo e instrumento del perdón y reconciliación que Cristo nos adquirió al precio de su Sangre. San Pablo se sabe enviado por Cristo para ejercer "ministerio de la reconciliación" (2 Cor. 5,18).

Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les dá también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. El poder de "atar y desatar" que Cristo confiere solamente a San Pedro (Mt.1 6,19) como cabeza visible de la Iglesia, significa el poder excluir o aceptar de nuevo al pecador de la comunión con la iglesia ... La reconciliación con la Iglesia, es inseparable de la reconciliación con ¡Dios!.

El arrepentimiento, también llamado contricción o dolor de los pecados, puede surgir por el simple fracaso humano, que el pecado conlleva en muchas ocasiones. El Hijo Pródigo pensó en volver a casa de su padre, simplemente porque tenía hambre. Es un arrepentimiento imperfecto, poco noble, pero Dios lo acepta.

Podemos por el contrario, arrepentirnos al descubrir la grandeza del amor de Dios y sentir horror por el pecado que ha derramado la Sangre Preciosa de Cristo. Surge también el temor de vernos separados de Dios por nuestros pecados. El retorno a Dios por amor, es una contrición perfecta.

Examen de conciencia.

A la luz de la Palabra de Dios el penitente descubre el número y la gravedad de sus pecados. No tan solo al recordar los 10 Mandamientos de la Ley de Dios y los 5 de la Iglesia, sino al considerar el Sermón de la Montaña y textos apostólicos (Rm. 1 2-15; 1 Cor. 12-13; Gál.5; Ef.4-6)

En esta etapa podemos encontrar conciencias equivocadas por falta de formación: desde aquel que no se descubre ninguna falta "porque no roba ni mata", hasta el escrupuloso que agranda nimiedades y más confía en la minuciosa y exacta investigación de sus pecados, que en la misericordia del Dios que le espera con los brazos abiertos.

Tanto la conciencia laxa, como la escrupulosa, deben ser orientadas por el confesor con toda firmeza.

Existen muchos manuales de moral que contienen guías adecuadas para hacer un buen examen de conciencia. Recomendamos el Folleto EVC 252 "La Confesión y el Examen de Conciencia".

Propósito de enmienda.

Una auténtica Contrición, conlleva necesariamente el firme propósito de no volver a pecar. Sería una farsa pedir perdón por un pecado que estamos decididos a seguir cometiendo.

El propósito debe ser universal, es decir de todos los pecados y perpetuo, o sea, para toda la vida. Absurdo sería arrepentirse de unos sí y de otros no, o hacer un propósito "hasta tal o cual día".

El propósito de enmienda, por firme que sea, va sin embargo acompañado de una posible reincidencia, nacida de la debilidad humana. Es por eso que en el Acto de Contrición prometernos "apartarnos de las ocasiones próximas de pecado".

El que ama el peligro, en él perece, dice el dicho popular. Por triste experiencia, se sabe de lugares, personas y cosas que nos inducen a pecar. Nuestro Señor nos advierte dramáticamente. "Si tu mano o tu pie te son ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida Divina manco o cojo, que con las dos manos y los dos pies, ser arrojado al fuego eterno". (Mt. 18,8).

¿Qué caso tiene que un alcohólico entre a la cantina con la esperanza de no beber? ¿Para qué seguir frecuentando a la mujer o al hombre que fueron ocasión de pecado? ¿Cómo seguir en un trabajo que me obliga a la corrupción?

En

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